Los mexicanos tenemos una gran riqueza gracias a nuestros pueblos indígenas son raíces poderosas y únicas, ellos cuentan con grandes sapiencias que los convierten en ilustrados, admiro que ven a la naturaleza como una madre porque es la que provee de los recursos necesarios para vivir. Nuestro México es pluricultural y multiétnico, cuenta con una gran variedad lingüística, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) se tienen identificadas 11 familias lingüísticas, aproximadamente 68 etnias indígenas, que hacen un total de 364 lenguas indígenas, estas etnias cuentan con conocimientos y creencias diferentes que las caracteriza de manera importante.
Si tenemos grandes raíces ¿Qué nos pasó? Nuestra sociedad actualmente olvida esta riqueza, no tiene ni la más mínima idea, en la mayoría de los casos, de cómo llevar la vida de manera digna y con bienestar, como lo hacían nuestros antepasados. En estos momentos estamos sufriendo cambios rotundos con consecuencias importantes en nuestro quehacer cotidiano, siendo honestos como sociedad somos un caos, y lo lamentable es que, la visión a futuro no es nada halagadora para ninguno de los mexicanos, no importa su situación cultural, de educación o económica. Por ello, cuestionó que si somos afortunados de tener grandes culturas indígenas no las valoramos, en qué momento como sociedad las despreciamos, hasta nos avergonzamos de ellas, y amanera de insulto nos referimos a nuestros semejantes como: “míralo parece indio” en forma despectiva, cuando debe ser un orgullo serlo. Según los estudiosos del tema esto sucedió en el siglo XX con aparición del término mestizo cuando se incrementa la discriminación.
Nuestras antiguas culturas tenían buenas costumbres que hacían que su pueblo gozará de bienestar. Una de las características es que reconocían a los ancianos, debido a que poseían un profundo conocimiento sobre diversos temas, por ello, eran merecedores del respeto y admiración de la población. Las ciudades se conservaban en buen estado, las calles estaban limpias, porque las personas las barrían todos los días. Tenían alumbrado público en cada calle se encontraba una gran fogata que iluminaba los hogares por la noche. No había enfermos debido a la limpieza corporal que tenían, por ejemplo, se lavaban los dientes con las cenizas de las tortillas. Se curaban gracias a las hierbas medicinales. Se organizaban para la simbra de los cultivos, cuidaban la flora y la fauna para mantener un equilibrio en la naturaleza.
Estaban organizados, en grupos de sacerdotes, curanderos, agricultores, artesanos, cada persona tenía asignada una tarea en la sociedad y su educación estaba orientada a realizar estas actividades. En la familia el padre era el proveedor cazaba, pescaba, se dedicaba a agricultura, la mujer cultivaba y recolectaba frutos, aquí viene lo interesante en la mayoría de los pueblos existía el matriarcado, los hijos pertenecían a la familia de la madre.
Lo antes expuesto es para darse una idea de la organización general de estas sociedades indígenas, cada una poseía sus características propias, por supuesto que no todo era perfecto en la sociedad, pero tenían cubiertas sus necesidades básicas, alimento, vivienda, educación, salud, las prácticas que utilizaban para lograrlo eran buenas. Por ello, me pregunto ¿por qué las olvidamos? Ojalá rescatáramos las prácticas exitosas de ese período, le aseguro querido lector que nuestra sociedad sería muy diferente a lo que estamos viviendo. No estaríamos inmersos en la violencia, narcotráfico, delincuencia, pobreza, falta de educación, desempleo, escasez de agua, problemas de salud física y mental, drogadicción, calentamiento global, destrucción del medio ambiente, falta de infraestructura, contaminación y migración. Estamos retrocediendo como sociedad, en pocas palabras dimos un salto para atrás.
Autor
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Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
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