“El diablo no se mira…”
No conocí a mi abuela paterna, sin embargo, la llevo muy presente ya que mi abuelo decía que tenía “los ojos de su mujer”. Pero también llegaron a mis oídos anécdotas sobre su vida, cómo era tan bondadosa y generosa con todas las personas a su alrededor y cómo le molestaban los chismes. Sobre todo, esto último, ya que cuando escuchaba a alguno de sus siete hijos hablando mal de alguna persona que no se encontraba presente ella sentenciaba “el diablo no se mira el largo de la cola” poniendo fin de inmediato a las críticas, pues mi padre, tías y tíos conocían bien el significado de este dicho.
En las últimas horas, todas las redes sociales están llenas de referencias a Cazzú, Ángela Aguilar y Cristian Nodal, ya que se confirmó la relación sentimental entre éstos últimos y la ruptura con Cazzú, madre de la hija de Nodal.
Recordé inmediatamente esta frase, porque somos muy prestos para divulgar chismes y entrar en la vida de los demás, olvidando que, aunque sean figuras “públicas” o del medio artístico, no dejan de ser personas con derecho a la privacidad. Nos ponemos a hablar de los cuernos de los demás, sin mirarnos “el largo de la cola” juzgando como no nos gustaría ser juzgados.
Sin embargo, quiero aprovechar este desliz en la vida de los cantantes, para resaltar cómo el patriarcado marca que deben abordarse estas conversaciones.
Sale a relucir inclusive una relación anterior, la que Nodal sostuvo con Belinda, y en la que se juzgó duramente a la cantante.
Se ha acusado a Belinda de ser la mala del cuento, ser una interesada (por los regalos que recibía del cantante) y hasta de “ardida” por su canción cactus, donde se analizaron las posibles referencias a la relación que tuvo con Nodal.
Cuando inició la relación con Cazzú, se le tachó de interesada, vulgar (por interpretar reggaetón y sus tatuajes) y de querer amarrar a Cristian al anunciarse muy rápidamente su embarazo.
Finalmente, se habla de Ángela Aguilar como la nueva Panini de México, pues aún no se olvida la traición de Karla Panini a Karla Luna, dúo de la comedia conocido como “Las lavanderas”.
Pero, así como en el ejemplo anterior nadie habla de la traición de Américo esposo de Karla Luna, tampoco nadie habla de la responsabilidad de Cristian Nodal en todas y cada una de las relaciones anteriores.
Esto es así, gracias a que el patriarcado nos marca la pauta. Los hombres son vistos como las víctimas de la historia. Pobre hombre que no controla sus impulsos y cae en las redes de una mujer seductora, a pesar de hacer mención que tenían una relación hace años que no puedo concretarse, obviando que dicha relación se habría desarrollado cuando Ángela era menor de edad.
Hombres que se relacionan con mujeres mucho más jóvenes que ellos, existen bastantes ejemplos en la industria de la música, el cine y la televisión, pero también estoy segura que existen en la vida cotidiana, muchos más de los que quisiéramos reconocer. (Saludos tío si lees esto)
La mujer que se relaciona con un hombre casado o con una familia, es vista como la mala serpiente que fue capaz de tentar a Adán. No voy a restarle responsabilidad a éstas mujeres quienes evidentemente están influenciadas por una misoginia interiorizada bastante interesante de analizar, sin embargo, quien es la persona responsable de mantener sano su vínculo familiar o matrimonial es el hombre que ya tenía un compromiso previo. En todo caso, toca ser honesto y responsable afectivamente, pero como la sociedad no vuelca la atención sobre estos hombres, hasta ellos se la creen cuando se les señala como víctimas de una seductora atrapa hombres.
Mucho se habla de las mujeres interesadas cuando se dice que sólo buscan dinero y regalos, pero no se habla de los hombres superficiales que solo buscan una esposa o novia trofeo, suficientemente joven y atractiva como para presumir delante de los amigos, o para ayudarles a empujar sus números en redes sociales aumentando su popularidad y exposición mediática.
Y cuando pareciera que no hay nada malo que decir sobre el comportamiento de una mujer, se le juzga entonces por su aspecto físico y sus gustos.
Evidentemente las personas no somos ni buenos ni malos per sé sino más bien, nuestros actos y conductas son más o menos apegados al derecho, la moral y las buenas costumbres y en esa medida somos juzgados. Pero me gustaría un mundo donde nos detuviéramos más a aprender de nuestros errores y como decía mi abuela “mirar el largo de nuestras colas” antes de señalar a las personas y juzgarlas.
Y también porque no, dejemos de señalar a las mujeres como las roba hombres, quita maridos, vulgares, corrientes, interesadas, ardidas y demás apelativos despectivos y centrémonos en señalar las conductas, no a las personas. Sobre todo, hablemos de cómo entre hombres son validadas estas acciones que reprobamos en las mujeres. Y no, no estoy hablando de validar que las mujeres engañemos a nuestras parejas, hablo, de medirle el largo a quien tiene la responsabilidad del vínculo, es decir, al diablo que lleva la cola puesta.
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