Casi al mismo tiempo que la ONU informó este 20 de marzo que México es el segundo país más feliz de América Latina, lo que nos hace quedar como los más masoquistas porque es imposible serlo teniendo tantos problemas de inseguridad y pobreza, la BBC publicó un interesantísimo artículo sobre la felicidad entre los aztecas.
La ONU difunde su medición de felicidad cada año desde 2012 y ahora ocupamos el lugar 25 a nivel mundial; segundo en la región, después de Costa Rica.
Algo difícil de creer, porque se basa en el ingreso, confianza en el gobierno, poca corrupción y acceso a la atención médica y educación.
Y en todo eso, andamos por los suelos.
La desigualdad es nuestra característica, más de la mitad de los mexicanos vive en pobreza sin salud y educación, los niños con cáncer mueren sin medicamentos, hay miedo por la inseguridad, los gobiernos son corruptos y los narcotraficantes secuestran familias enteras y asesinan a quien quieren, ante la ausencia o complicidad de las autoridades que debieran combatirlos.
Pretendiendo lavarnos el cerebro, López Obrador predica todos los días que el pueblo “está feliz, feliz, feliz” con su gobierno.
Y no dudo que belicoso como es, quiera demandar a la ONU por no ponernos en el primer lugar en el que quedó Finlandia o en los que siguen de Dinamarca, Islandia y Suecia; que contrario a lo que en México sucede, tienen necesidades básicas satisfechas y seguridad casi absoluta.
Nosotros, como bien define Héctor de Mauleon en su columna de El Universal del 20 de marzo, vivimos en una “casa ensangrentada”.
Cuerpos acribillados y mutilados son abandonados en plazas y carreteras, sepultados en fosas clandestinas, quemados o colgados en puentes y en lo que va del sexenio de López Obrador se han registrado más de 182 mil asesinatos.
¿Se puede ser feliz así?
No lo creo… a menos que seamos narcos o estemos tan chiflados, como el presidente.
Otro estudio de no creerse es el del INEGI, que acaba de calificar el estado de ánimo en la población adulta urbana, con 6 punto 6; el más alto desde julio de 2013.
Ante ese insólito resultado Edgar Tafoya Ledesma, investigador del Centro de Estudios Sociológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM tiene tres hipótesis, según consigna Roberto Gutiérrez Alcalá en otro artículo para El Universal.
Argumenta Tafoya que las cifras hubieran sido otras, de haber incluido a la población rural y el alto nivel anímico de los urbanos se debe a los programas sociales que los benefician y al desarrollo de lazos de solidaridad.
Y coincide en lo último, con lo expuesto por Ana Pais en una nota para la BBC sobre la felicidad de los aztecas; para quienes la comunidad era de crucial importancia.
En el siglo XV y principios del XVI en lo que hoy es centro y sur de México se asentó el Imperio Azteca, de gran riqueza filosófica y ética diferente a la de Aristóteles o Confucio.
Destaca la periodista que pocos jeroglíficos aztecas sobrevivieron a las quemas españolas, pero podemos conocer su cultura por los registros realizados por sacerdotes católicos.
Como el Códice Florentino que es la recopilación hecha por el misionero franciscano Bernardino de Sahagún y reproduce el discurso de un rey azteca al asumir el poder.
“El gobernante debe ser hombre venerado, defensor y sustentador… árbol de ciprés, en el que puedan encontrar refugio sus súbditos, pero también persona que llora y se aflige”.
Y ahí reside, una de las principales diferencias con la filosofía occidental; los aztecas no pensaban que se lograba la felicidad solo intentando ser bueno.
Porque las alegrías llegaban mezcladas con dolor y complicaciones y por más bueno, talentoso o inteligente que se fuera, todos podían equivocarse y resbalar “como caminando en barro o tierra movediza”.
Por eso, lejos de querer una felicidad personal, pasajera y azarosa buscaban una vida “arraigada o enraizada” en 4 niveles.
El primer nivel de lo que llamaban neltiliztli, era un régimen de ejercicios diarios similar al yoga.
El segundo implicaba ocuparse de los sentimientos y no solo de la mente.
El tercero sostenía la importancia de la comunidad; porque a diferencia de Platón o Aristóteles, que planteaban una ética de las virtudes centrada en el individuo, los aztecas ponían el eje en la sociedad; en los lazos familiares, amigos y vecinos, que ayudarían a levantarse.
Y colocaban en el cuarto nivel, la veneración al Teotl; naturaleza.
La BBC concluye la extensa reseña advirtiendo, que los conquistadores españoles pudieron haber derrocado esa civilización donde la felicidad personal era objetivo equivocado, pero que sus principios persisten entre nosotros.
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