“A grandes males…”
Los niños de pronto son muy manipulables o receptivos al exterior. En una ocasión, mis abuelos nos contaron como los tíos más grandes se pusieron a “fumar en el patio” frente a los más pequeños. Cuando mi abuelo lo supo, compró varias cajetillas e hizo que mis tíos fumaran varios cigarros seguidos hasta que empezaron con malestares como nauseas, vómito, dolor de cabeza e irritación de ojos. En este 2024, ejercer la disciplina de esta manera resulta impensable, pero en aquéllos años pareció dar resultado. “A grandes males, grandes remedios” comentó mi abuela y siguió relatando las travesuras de mis tías y tíos, de las cuales, nosotros no teníamos ni idea.
A lo largo de la historia, el feminismo se ha enfrentado a grandes males y grandes retos, actualmente, el principal reto es separar el feminismo de otros movimientos, ya que se le ha fusionado con todos los movimientos sociales como si este tuviera la obligación de «maternar» las luchas por los derechos humanos de todos. Y entonces empieza el feminismo liberal, feminismo antiracial, ecofeminismo, feminismo decolonial, feminismo trans y a cada «feminismo» que le ponen apellido, lo enrolan en un papel más para cumplir, nuevamente un estereotipo. ¿Quién nos dicta qué es el feminismo? ¿De verdad somos las mujeres? Pareciera que hay un costal de derechos humanos que son violados a través de la historia y los que se van acumulando en un saco llamado «lucha feminista» y entonces nos toca pelear contra todas las injusticias y situaciones que están fuera de lugar en el mundo, pero, de verdad ¿eso es feminismo?
Feminismo es, desde la teoría con la que más me identifico, la lucha por la eliminación de todas las formas de violencia y discriminación contra las mujeres. Y ¿quiénes ejercen esa violencia? Principalmente los hombres, las instituciones y el patriarcado. No se trata de ir contra los hombres, como muchas personas piensan, ni de negar la violencia que algunas mujeres ejercen sobre ellos.
Se trata de diferenciar, cuándo esa violencia es continua, cuándo se repite de generación en generación y se refuerza y reproduce desde los estereotipos de género y las propias instituciones destinadas a protegernos.
Las manifestaciones, como ejercicio de desobediencia civil, son necesarias e importantes para visibilizar el descontento del pueblo ante su gobierno. La iconoclasia (intervención de muros, edificios o esculturas emblemáticas de la ciudad) sirven para que no sólo lo vea el gobierno, sino también los ciudadanos y el resto del mundo. Diría mi abuela, “a grandes males, grandes remedios”. Por eso las feministas, no sólo salimos a marchar. Educamos a nuestras hermanas a través de cursos, talleres y espacios como la prensa y las redes sociales que nos permiten llegar a otros sectores de la ciudadanía.
Pero también, la incidencia en el congreso, nuestras propias propuestas de ley, como la Constitución Violeta y la 3 de 3 contra la Violencia. Porque no basta salir a las calles, pero es importante y un primer paso para que nos volteen a ver.
Este 8M nos toca salir a gritar por las injusticias cometidas contra aquéllas que ya no tienen la posibilidad de hacerlo, pero también, callar mientras hablan las familias de víctimas y supervivientes de violencia machista, escuchar sin juzgar y aprender a distinguir el patrón que siguen todos estos comportamientos que hacen de la violencia patriarcal un sistema para dominar y objetificar a las mujeres.
Queda un largo camino por recorrer, por eso marchamos, para que se entienda que la única forma de hacer un verdadero cambio es juntas. Y no es un cambio para nosotras, lo es para nuestras hijas y nuestras nietas, como el cambio que generó mi abuela para mí.
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