Ana María Román de Carlos afirmó que es fundamental vigilar y prevenir enfermedades que se transmiten de los animales a los seres humanos
Ciudad de México.- Los médicos veterinarios y zootecnistas han aportado demasiado a los estudios y la producción de vacunas, a la inmunología, epidemiología y a la salud pública, a fin de prevenir enfermedades de los animales y también de los humanos, aseguró la académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM, Ana María Román de Carlos.
Desde hace bastantes años, agregó, laboran en equipos multidisciplinarios conformados por médicos, químicos, biólogos, agrónomos, entre otros, para llevar a cabo acciones e investigaciones que permitan alcanzar el concepto “Una Salud”, impulsado por la Organización Mundial de la Salud, la cual enfatiza que se requiere un entorno sano para garantizar la salud de las personas.
“Para lograr ese entorno sano se requiere de veterinarios, biólogos, psicólogos, urbanistas, hasta geógrafos, pero también se necesita que lo que comamos esté sano y en ello intervienen los agrónomos y agricultores. Ya nada está aislado, es necesario cuidar los recursos naturales como el agua y eso nos involucra a todos”, insistió.
Al preguntarle en entrevista sobre la importancia de los veterinarios, apuntó que también es fundamental vigilar y prevenir zoonosis -enfermedades que se transmiten de los animales a la gente- causadas, por ejemplo, por coronavirus que están presentes en numerosas especies.
De acuerdo con la Secretaría de Economía del gobierno federal, durante el primer trimestre de 2023 la fuerza laboral de veterinarios y zootecnistas la constituyeron 57 mil 600 personas, quienes trabajaron aproximadamente 42.6 horas a la semana. Su edad promedio es de 42.3 años; 72.8 por ciento son hombres y 27.2 por ciento mujeres; además, tienen 16.7 años de escolaridad promedio.
Román de Carlos añadió que otra de sus tareas fundamentales es promover el bienestar animal entre la población, para atender problemas de fauna callejera.
“Nosotros tenemos el conocimiento de cómo puede estar bien un animal, cómo darles lo que necesitan, de acuerdo con su naturaleza; la recreación o el enriquecimiento ambiental que requieren. Ya se comprobó que los animales sufren el abandono, ese sentimiento es muy difícil para ellos.
“Como médicos veterinarios sabemos por qué no recomendar un gran danés en un departamento, o que se tengan 18 perros o gatos en un mismo hogar, porque es tan insano para ellos como para el humano. Hay que trabajar en conjunto, respetar la naturaleza de cada especie, de cada raza”, subrayó.
Historia
La responsable de Servicios Especializados de la Biblioteca de la FMVZ recordó también que a partir de 1830 hubo intentos por crear una Escuela de Agricultura en México, la cual se estableció en 1853 gracias a un decreto de Antonio López de Santa Anna. Posteriormente, se constituyó en Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria; el primer director fue Leopoldo Río de la Loza.
Luego de su creación hubo polémica entre conservadores y liberales. Aunque todos coincidían en que era necesaria para mejorar el campo, unos lo hacían por ideas románticas mientras otros aseguraban que este campo y la industrialización debían impulsar el progreso y desarrollo del país.
“No se inscribía nadie en la Escuela, tenían buen presupuesto, buenas instalaciones en lo que era el Hospicio de San Jacinto, que abarcaba lo que hoy es el Instituto Politécnico Nacional, la Benemérita Escuela Normal de Maestros, el Casco de Santo Tomás”, añadió.
La gente de ciudad no quería estudiar esas carreras, mientras los campesinos requerían de manos para trabajar y era difícil que dejaran a sus hijos trasladarse a la urbe, pese a que se les becaba y había un internado para alojarlos. Varias veces se modificaron los planes de estudios y se mejoraron instalaciones.
“Se quería que los jóvenes egresados regresaran a sus lugares de origen para aplicar las técnicas modernas en el campo, que se incrementara la producción agrícola”, aseveró Román de Carlos.
El primer egresado de esa institución fue José de la Luz Gómez, proveniente de Chihuahua, quien originalmente se había inscrito a la Escuela Industrial de Artes y Oficios, pero lo enviaron junto con otros alumnos a la Escuela de Agricultura.
En 1862, en plena guerra contra los franceses, se graduó como profesor veterinario y, posteriormente, tuvo colaboraciones importantes en materia de salud pública y prevención de enfermedades.
En el Consejo Superior de Salubridad se encargó de preparar la vacuna contra la rabia en el país, con una cepa que trajo a México su jefe, el doctor Eduardo Liceaga; la obtuvo en el Instituto Pasteur, de París.
“Hay artículos suyos muy interesantes donde hablaba, por ejemplo, del peligro de consumir crudos productos animales, como la sangre”, comentó.
Para la experta universitaria es importante saber el origen de las profesiones, así como los personajes brillantes de estas “para entender nuestro presente y poder saber hacia dónde vamos”. (UNAM)
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