SÍ HAY DE OTRA

El apego es tu mayor fortaleza y tu mayor debilidad

Shahid Kapoor

En el inmenso menú de espiritualidades contemporáneas, personales y colectivas, de práctica individual o grupal, de raíz psicoterapéutica o religiosa, orientales u occidentales, el apego es uno de los aspectos de la naturaleza humana más incomprendidos.

Algunas de estas espiritualidades, sobre todo de corte búdico, nos impelen al desapego total para una liberación completa de las ataduras de este mundo que nos atormenta, presuponiendo que la meta es la conciencia omnicomprensiva o iluminación; otras, occidentales sobre todo, catolicismo y cristianismo marcadamente, nos inducen a un apego fervoroso con la divinidad, pero también a un desinterés e incluso desprecio por las cosas materiales y “mundanas”, con la promesa de la salvación después de la muerte.

Las neo espiritualidades de red social, basadas en la información parcial e incluso distorsionada que se difunde en diversas plataformas virtuales, tienen también la tendencia a darle al apego un valor negativo, confundiéndolo con aferramiento. Incluso las desarrolladas mediante un verdadero proceso psicoterapéutico caen en esta misma trampa, a pesar de los estudios científicos que explican la importancia vital del vínculo, la forma de establecerlo sanamente y las maneras insanas en que acostumbramos relacionarnos.

Para tener relaciones sanas con los demás y con nosotros mismos, es importante entender las diversas formas de apego que existen, por qué y cómo las desarrollamos, de manera que podamos saber dónde estamos parados en nuestras interacciones con los demás, sobre todo si son insatisfactorias. Solo a partir de este conocimiento podemos hablar de desapego.

El apego es indispensable en la vida humana, pero no equivale a aferrarse a nada ni a nadie, sino a establecer un vínculo basado en la confianza mutua y una completa reciprocidad. Lo primero que hay que comprender es que en la forma en que interactuamos con el mundo y nos relacionamos afectivamente con los demás y con nosotros mismos, siempre hay algún tipo de apego, entendido en su definición general de diccionario: afición o inclinación hacia alguien o algo.

Ese apego puede ser seguro o sano. Conozcamos sus características como punto de partida, para hablar en el siguiente artículo de las formas insanas de vincularnos, que predominan en la mayor parte de las relaciones, cualesquiera que éstas sean.

El apego seguro es un vínculo que parte de la congruencia personal del cuidador. Cuando somos niños es muy importante que quienes nos educan y protegen hagan, digan y sientan en el mismo sentido. Ver cómo los adultos se comportan de manera distinta a lo que hablan confunde a los infantes y les infunde mucha inseguridad, pues no saben cuál de las manifestaciones es la correcta. De este tipo de malos ejemplos proviene la famosa doble moral.

El niño también requiere de amor incondicional y maduro, saber que es querido y aceptado sin importar lo que haga o deje de hacer. Pero es fundamental que se le impongan límites, y aún más que ambas partes los respeten, pues en la formación de identidad el conocimiento de lo que se puede y lo que no es esencial para la salud mental y física. Desafortunadamente, el común denominador en la crianza de los hijos es el condicionamiento de la aceptación y el amor. Los hacemos sentir tontos, insuficientes, si no hacen las cosas bajo nuestros estándares de exigencia; si cuestionan nuestros dichos y creencias.

Las personas que desarrollan apego seguro son justamente las más independientes y autónomas; comunican claramente sus necesidades; afrontan y dirimen sus conflictos de manera calmada y razonada; mantienen vínculos estables, recíprocos, pero no se aferran a ellos, pues en la infancia aprendieron a sentirse seguros de sí mismos, confiados en sus capacidades y merecedores de amor.

Se estará preguntando dónde están estas personas. Ciertamente hay pocas, pero las hay. Funcionan como el referente de la salud emocional. La regla es otra, lamentablemente, y sobre ella hablaremos en el próximo artículo.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo