Decisiones trascendentes
Durante su largo vuelo a Japón en busca de inversiones, Manolo Jiménez Salinas probablemente aprovechó este tiempo para finalizar la conformación de su gabinete y pulir algunas de las estrategias que pondrá en marcha al asumir como gobernador.
Las decisiones que tome en este momento tendrán un impacto significativo en la política de Coahuila; incluso pueden predecir cómo concluirá su gobierno en 2029.
En este sentido, el sexenio de Miguel Riquelme Solís es una interesante lección de cálculo político.
En 2017, cuando Miguel Riquelme se convirtió en gobernador, las circunstancias eran completamente diferentes a las actuales. La judicialización del proceso electoral en ese momento, sumada a la movilización en protesta por los resultados debido a la estrecha victoria del PRI sobre el PAN, obligó al actual mandatario a priorizar los aspectos políticos en busca de legitimidad.
Esta situación le permitió reconsiderar algunas de sus opciones, lo que finalmente lo ayudó a cerrar su gobierno con buena aceptación y en armonía con la oposición, particularmente con el PAN, con quien incluso se acordó una alianza electoral. Asimismo, deja buenas cuentas en seguridad, convirtiendo al estado en uno de los más seguros del norte del país.
Por ejemplo, en aquel momento trascendió que Miguel Riquelme planeaba concretar algunas modificaciones a la estrategia de seguridad antes de asumir el cargo, para lo cual nombró a quien había sido secretario de seguridad estatal en 2011 —año de agrios recuerdos para Coahuila— como responsable de la transición. Al final, algo le hizo recapacitar y decidió continuar con la estrategia que se venía implementando, la cual estaba dado buenos resultados.
Otra decisión que trajo armonía en su gobierno fue resistir la tentación de formar un gabinete que perteneciera exclusivamente a su círculo político. El lagunero designó a personas ajenas a su grupo en las secretarías más importantes, algunos provenientes de la iniciativa privada, academia y bloques de poder fuera de La Laguna.
Sin embargo, cabe señalar que otras decisiones marcaron una evolución adversa en su relación con la federación y minaron su capacidad para gestionar recursos. Como resultado, el presupuesto federal para Coahuila ha estado sujeto a constantes recortes, perjudicando la obra pública y otros proyectos de impacto para el desarrollo.
Las decisiones de Manolo Jiménez no pueden obviar la experiencia de la administración que está a punto de concluir, al menos en los ámbitos de seguridad, gabinete y relaciones con la federación. Porque, aunque las circunstancias sean diferentes, las exigencias políticas y personales son las mismas: finalizar el sexenio con un alto nivel de legitimidad, que facilite la continuidad del proyecto en 2029 y, eventualmente, aspirar a un puesto de mayor envergadura en el ámbito nacional en 2030.
Así pues, esas horas sobre el Pacífico (que, por cierto, fue positivo porque se concretaron nuevas inversiones japonesas) fueron cruciales para repensar una y otra vez las opciones que tomará en materia de seguridad, ¿cambio o continuidad? En cuanto a la integración del gabinete, ¿monocromático o variopinto? Y respecto a su trato con la federación, ¿radical o moderado?
Independientemente de lo que elija, es conveniente considerar que las decisiones que tomó su antecesor antes de convertirse en Gobernador, para bien o para mal, lo acompañaron hasta el final de su sexenio.
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