¿Es la militarización de la Guardia Nacional la solución?
Tenemos como experiencia la decisión tomada por Felipe Calderón, hace 16 años, para que el Ejército se hiciera cargo de la seguridad pública en algunas zonas del país, la cual nos llevó a experimentar sus fatales consecuencias. Andrés Manuel López Obrador se comprometió, en campañas electorales, a devolvernos paz, seguridad y civilidad, pero una vez en el poder elaboro propuestas para consolidar, a través de la legislación e incluso de reformas constitucionales, el modelo militarizado de seguridad pública.
En el presente año nada ha cambiado: la situación de violencia sigue igual, los carteles aun dominan partes del territorio nacional y las policías se siguen debilitando. Si la militarización fuera el producto de una estrategia necesaria contra el narcotráfico, no se entendería por qué, si la estrategia ha fracasado esta se mantiene, pero sobre todo cual es la necesidad de empoderar al Ejército más allá de sus atribuciones.
La estrategia de seguridad pública militarizada ha sido fallida. México es hoy un país mucho más inseguro que hace 16 años. Los homicidios se han incrementado 218%, entre 2006 y 2022; en 16 años han sido asesinadas más de 250 personas que ejercían el periodismo (15 de ellas en los primeros ocho meses de este año) y más del 97% de las más de 105.000 personas desaparecidas ocurrieron a partir de diciembre de 2006.
La evidencia es contundente, las corporaciones militares mexicanas han incurrido en graves violaciones a los derechos humanos mientras realizan funciones de seguridad pública, la Sedena se ubica entre las 10 instituciones con más quejas, y ese listado incluye a la Guardia Nacional. Desde su creación la Guardia Nacional, tenía como objetivo ser una fuerza de seguridad pública que se concibió para estar bajo control civil.
Es irónico que López Obrador declaró en más de una ocasión “que de ser presidente iba regresar a los militares a los cuarteles” y ahora a amplificado sus atribuciones hasta niveles que ni el propio Calderón se hubiera atrevido.
Detrás de la militarización del Presidente no hay una estrategia de seguridad, sino una manera de entender cómo se ejecuta el poder político. Uno de los principales enemigos de la lucha de izquierda en Latinoamérica ha sido el ejército, quizás AMLO tenía esto en mente al principio de su sexenio y por eso buscó un acercamiento con las fuerzas armadas.
Por ello se dio a la tarea de garantizar la estabilidad política de su administración con gestos políticos que lo hicieran quedar bien con las elites militares.
Como ciudadanos solo esperamos que las decisiones tomadas por nuestros gobernantes, a los cuales les dimos la confianza de representarnos a través de nuestro voto, sean las más benéficas para mantener el bienestar de la sociedad. Al final del día son las acciones y no las palabras las que colocan a las personas en la historia.
Facebook: Jordi Alan Saucedo de la Peña
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