Este 14 de julio fue el Día Mundial del Chimpancé, que se celebra desde 2018 para generar conciencia sobre la necesidad de proteger a estos primates que tienen habilidades sociales, capacidad de comunicación y altruismo y enormes similitudes con lo bueno de nosotros.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), indica que los humanos constituimos una de las 500 especies de primates.
Pertenecemos a la familia Hominidae, que incluye a bonobos y chimpancés, nuestros parientes más cercanos, y a orangutanes y gorilas.
Pero mientras nuestra especie supera los 7 mil 800 millones de individuos, ellos están en peligro de extinción.
Su hábitat en las selvas tropicales está desapareciendo a ritmo alarmante la deforestación para obtener madera que se exporta a países europeos.
La creciente demanda de alimentos y materias primas que lleva a talar bosques para dedicar ese territorio, a pastoreo y agricultura y en Borneo y Sumatra, a extensos cultivos de palmera aceitera.
La inundación de grandes extensiones por la construcción de presas, la instalación de electricidad, rutas y vías ferroviarias para la industria minera y el cambio climático, con su incremento de temperaturas y disminución de lluvias.
Además, en muchos países africanos que ya comían animales salvajes ha crecido la demanda de “carne de selva”, por la facilidad para los cazadores de llegar por carretera, a zonas anteriormente impenetrables.
Problema no menor, es la captura y tráfico de crías; objetivo fácil para esos criminales, son las madres que por ir cargando a sus bebés tienen mayores dificultades para huir.
Es común que cuando una madre es balaceada, los adultos se acerquen para ayudar a la aterrada cría, lo que facilita matarlos; por cada cría robada, mueren 10 chimpancés.
Y el bebé, generalmente herido, será vendido como mascota o a coleccionistas de animales exóticos, circos y zoológicos.
La subespecie de chimpancés en mayor peligro de desaparecer es la Pan troglodytes verus; a cuya protección se dedica el Instituto Jane Goodall, (IJG), en Senegal y Guinea.
Este instituto maneja en la República del Congo, el Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga, inaugurado en 1992; es el santuario más grande de África y ha logrado salvar del tráfico 200 chimpancés.
Como seguramente saben, Jane Goodall es una famosa primatóloga que al visitar por primera vez en 1960 la reserva de Tanzania que hoy se llama Parque Nacional Gombe Stream, quedó fascinada con el comportamiento de los chimpancés y ha dedicado su vida a protegerlos.
Según sus cálculos, hace cien años había cerca de 2 millones viviendo en 25 países de África.
Hoy solo quedan 350 mil en vida silvestre, algunos cientos en refugios y decenas utilizados en investigación médica y cosmética o cautivos sin las condiciones mínimas de vivienda, higiene y alimentación y expuestos a enfermedades humanas.
Los datos anteriores los obtuve en la red del IJG y los complemento con las conclusiones de una serie de estudios sobre chimpancés realizados por diversas instituciones mundiales entre 2014 y 2022 y publicadas por el diario chileno El Mercurio este domingo 17.
Las investigaciones destacan que son más propensos a colaborar entre ellos, que a competir.
Trasmiten de padres a hijos, habilidades y conocimientos y cuidan especialmente a los discapacitados.
Atrapan insectos para medicarse y los colocan sobre heridas.
Los miembros de una misma familia generan relaciones duraderas, cariñosas y compasivas.
Se dan apretones de manos como muestra de confianza y prefieren la compañía de viejos amigos, con los que se sientan “a platicar”.
Captan la diferencia entre comida cruda y cocida y prefieren la segunda; no son totalmente vegetarianos, además de frutas, hojas y raíces, comen lo que pescan y animales vertebrados pequeños que cazan.
Organizan para cazar, estrategias grupales en las que usan herramientas rudimentarias como varas para atraer insectos, ramas de árboles que utilizan como lanzas y piedras que avientan.
Entienden frases del lenguaje humano y conceptos de números y les gustan las bebidas alcohólicas.
Y asómbrense, porque compartimos con ellos el 99 punto 99 por ciento de nuestro genoma.
Sin nada que ver con chimpancés, antes de terminar les cuento que estoy sorprendida por esos matorrales de la comunidad sinaloense de San Simón, donde el gobierno mexicano dice se escondía el narcotraficante Rafael Caro Quintero, apresado este 15 de julio tras ser detectado por una perrita de la Marina.
Deben ser matorrales especiales que sueltan tinte para cabello, porque en el suyo teñido de color negro piano no había un milímetro de raíz canosa; parecía recién salido de la peluquería.
Ya veremos si la DEA gringa entrega a la perrita Max, los 20 millones de dólares ofrecidos por su captura.
Autor
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN20 noviembre, 2024IGLESIAS ABANDONADAS
- OPINIÓN13 noviembre, 2024CON CARA DE PALO
- OPINIÓN6 noviembre, 2024SOLUCIONES FÁCILES
- OPINIÓN30 octubre, 2024PODEROSOS CASTIGADOS