El hombre llega…
Cuando era niña, en casa de la abuela era constantemente repetido para las nietas el dicho que reza «el hombre llega, hasta dónde la mujer permite» como una manera de aleccionarnos para estar alertas y «darnos a respetar» o «darnos nuestro lugar», como si el lugar de nosotras como mujeres o el respeto que se nos debe como individuos, estuviera supeditado a cómo nos comportamos. Este discurso no es sólo un dicho de la abuela, encarna creencias que cómo sociedad tenemos muy arraigadas. Parte de lo que me impulsa a escribir estas letras, es entender que la cultura no es neutra, sino que se utiliza para educar y marcar las pautas sociales. Así, por una parte, se responsabiliza a la mujer de su sexualidad y por otra, que hasta ingenuamente pudiera parecer “empoderante”, afirma que somos las mujeres quienes decidimos de forma libre con quién relacionarnos. Y digo “ingenuamente” porque, en una sociedad machista como la nuestra normalmente no contamos con los elementos necesarios para realizar una libre elección.
Recientemente la actriz Danna Ponce, realizó una denuncia formal ante las autoridades correspondientes, y también una denuncia pública a través de sus redes sociales contra el productor de Videocine, Jorge “Coco” Levy, por acoso sexual. Entonces el mencionado productor publicó en respuesta un vídeo en el que expresa: «la mentira, no debe ocupar el tiempo de una persona honesta, y la calumnia tampoco debería ser un camino a la fama», y fue precisamente esa frase, la que motivó a que más actrices, escritoras y directoras, se unieran para alzar la voz y respaldar el dicho de Danna, mediante hilos de Twitter, publicaciones en otros medios y denuncias en contra del productor. Sin embargo, en medios de televisión abierta, como el programa Viva laVi, se señaló esta situación como una responsabilidad compartida por parte del abusador y de las víctimas, cuando el ex Garibaldi, y conductor del mencionado programa, Charly López, expresó «la mujer decide hasta dónde y cuándo» y siguió afirmando «si ellas se quedan, por un trabajo o por lo que sea, y lo permiten, también es parte culpa de ellas». Siguiendo la lógica de este discurso, se revictimiza no sólo a las víctimas de Coco Levy, sino al 54 % de las mujeres trabajadoras que han sufrido violencia sexual, según datos proporcionados por Nadine Gasman, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) en 2021.
En el mismo orden de eventos, a raíz del movimiento #metoo que inició a finales de 2017, cada vez son más las denuncias que se han realizado alrededor del mundo, en general, para visibilizar los abusos y el acoso sexual que ocurre de manera sistemática en la industria del cine, teatro, televisión etc. Las víctimas, en su mayoría mujeres, relatan sus vivencias al acudir a entrevistas y audiciones. Una y otra vez, se repite el modus del acosador, cambia su rostro, cambia el lugar, cambia la víctima, pero el modus es el mismo. Comienza con una plática innecesariamente sexual, comentarios sobre el aspecto físico de la víctima, tocamientos, coacción para realizar algún acto sexual y/o violaciones.
Es necesario puntualizar que, cuando el poder lo ostenta un hombre, como el caso de Coco Levy, debemos cuestionarnos ¿Quién diría que las actrices que pasaron por su oficina eran realmente «libres» de marcharse? O en cualquier situación donde una mujer acude a solicitar un trabajo, ¿Cuenta con garantías de que, si se le acosa, puede denunciar y aún conservar el empleo? Cuando la necesidad o el anhelo de cumplir un sueño, choca con la realidad del acoso sexual, ¿Es verdad que «el hombre llega, hasta donde la mujer permite»? ¿O es acaso una forma más de revictimizar a las mujeres? Cargándoles además del abuso, la responsabilidad por el mismo, argumentando que ellas, según esta creencia, “lo permitieron”.
Perpetuar este tipo de creencias, es proporcionar herramientas para que los abusadores y acosadores, persistan en sus prácticas y alimentar el sistema de violencia sexual que vivimos las mujeres en el ámbito laboral. Coco Levy y Charly López son el reflejo de todo un segmento social de hombres machistas que saben, al menos en cierta medida, de su propio machismo, pero que antes que cuestionarse sobre el daño que causan en las mujeres, eligen engañarse y tratar de engañar a los demás mediante falacias pobres, con la intención de librarse de la culpa por sus abusos, para lo que concentran sus esfuerzos en validarse unos a otros, mientras deciden deliberadamente, por un lado, ignorar las dificultades a las que se enfrentan las mujeres al buscar un empleo, tales como la brecha salarial o el hecho de que que se les exija un cierto modo de vestir, o que sean contratadas sin prestaciones y que no puedan acceder a un ascenso dentro de su fuente de trabajo alegando «te vas a embarazar» o «tienes hijos», “te vas a casar” o «quién atiende a tu marido si te quedas tiempo extra», y por el otro, valerse de éstas mismas dificultades para ejercer poder y dominio sobre las mujeres.
El dicho que reza «El hombre llega, hasta donde la mujer permite» es, a todas luces, una falacia retrograda que les concede a los hombres la oportunidad de abusar y aun negarlo, toda vez que concluye que estos abusos no ocurrirían si las mujeres no lo “permitieran”, generando escarnio social y sentimientos de culpa en la víctima que, frecuentemente, la llevan a desistir de denunciar y que, además, cómo expuso Danna en su vídeo, les acarrean muchísimas consecuencias psicosomáticas. Es momento de cuestionarnos ¿Qué les estamos enseñando a las generaciones futuras? ¿Todos los dichos, realmente, aportan sabiduría popular? ¿O más bien, muchos de ellos fueron diseñados para perpetuar las creencias machistas sobre las que se sustenta el sistema patriarcal?
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