El capricho político del AIFA
“No hay duda de que el pueblo es sabio y tiene un instinto certero” decía el entonces presidente electo López Obrador al hablar sobre los beneficios que traería el aeropuerto de Santa Lucía. Luego entendimos que la sabiduría popular en realidad es su voluntad.
Y así fue como, sin tomar en cuenta lo técnico, llevó a cabo una decisión política que fue inaugurada, con calzador, tres años después en el aniversario del natalicio de su Chanoc, Don Benito Juárez. Pero esto lejos de ser un motivo de festejo, trajo más problemas al sistema aeronáutico del país, por varias razones:
La primera es que según los pilotos y expertos en aeronáutica, por la relativa cercanía aérea entre el Aeropuerto de Ciudad de México y el Felipe Ángeles, no siempre se pueden tener operaciones simultáneas, so riesgo de colisionar. El problema es que el rediseño del espacio aéreo una vez más está siendo resulto con un enfoque político, que es hacer que despegue el AIFA como sea, más que por razones técnicas.
Por otro lado, le están haciendo alita de puerco a las aerolíneas, para obligarlas a usar el Felipe Ángeles, recortándoles espacios en el Aeropuerto de la Ciudad de México, y aunque los vuelos estén más baratos en el AIFA, mientras no haya conectividad terrestre eficiente y accesible, el pasajero no va a ir a Santa Lucía. Ergo, los vuelos irán vacíos y serán cancelados. Consumidor sabio mata necedad política.
Si a esto le sumamos que las aerolíneas internacionales de mayor peso no quieren volar a Santa Lucía, en el mejor de los casos será una terminal para vuelos nacionales, en tanto no se recupere la Categoría 1 en seguridad aérea.
La buena es que tenemos un flamante aeropuerto, la mala es que no resuelve las necesidades de conectividad aérea más que las de Pachuca, Ecatepec, Coacalco y anexas. Y la fea es que pagamos casi 500 mil millones de pesos, entre la cancelación de Texcoco y el sobrecosto del Felipe Ángeles, para tener un mamut blanco que al momento cuenta con 6 vuelos de pasajeros al día.
El presidente seguirá defendiendo su decisión de cancelar Texcoco y seguirá vendiendo al Felipe Ángeles como, no se rían, “uno de los mejores aeropuertos del mundo”, pero no hay discurso ni tlayuda que pueda tapar la realidad del caos aéreo que hoy tenemos.
Pudimos haber tenido un aeropuerto de primer mundo, a un costo menor, más céntrico, y en menos tiempo. Pero no. Había que seguir con la línea política de romper con el pasado neoliberal y empoderar a la Fuerzas Armadas. Que sea el pueblo bueno el que pague el pato, o más bien el capricho del ganso.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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