El futuro de la energía en el entorno de la guerra
La crisis en Ucrania, con las fuerzas rusas amenazando las plantas nucleares ucranianas y el cambio drástico en los precios del petróleo y el gas, hace que la gente se pregunte qué efecto podría tener esto en la transición energética. Previo a este conflicto, hubo un impulso creciente sobre la transición energética, tal y como sucede en Alemania y Austria, donde los gobiernos actuales quieren acelerar significativamente la expansión de las energías renovables frente al cambio climático. En otros países como Suiza, por ejemplo, se experimentó un crecimiento dinámico en la energía solar y la movilidad eléctrica y, sin embargo, en algunos países surgió el cuestionamiento sobre la estrategia energética 2050 aprobada anteriormente.
Actualmente, los precios del petróleo y gas se han incrementado considerablemente, y la volatilidad actual de los precios está dando lugar a acontecimientos muy diferentes. Por un lado, los altos precios del petróleo y el gas son un incentivo para ahorrar energía e invertir en energías renovables; por otro lado, a primera vista, también parecen hacer que las inversiones en fuentes de energía fósil sean más atractivas. En algunas regiones ricas en recursos naturales, se tiene la esperanza de que los cambios anteriores de la industria del petróleo y el gas iniciados por la política climática ahora puedan revertirse. Pero esta es una perspectiva muy pobre: el cambio climático es una tendencia a largo plazo, y si causamos aún más emisiones ahora, costará caro.
Por lo anterior, tales señales se pueden ver sobre todo en países donde ya se habían logrado buenos avances en la transición energética. Dinamarca ya obtiene más del 40 por ciento de su electricidad de la energía eólica y ha transformado su antigua compañía nacional de petróleo y gas en un desarrollador de parques eólicos marinos. Para estos países, la crisis es una confirmación para avanzar en el camino que han elegido. En otras partes de Europa, se habla de energía renovable como la “energía de la libertad». En este sentido, se ha reconocido que no es sostenible depender en gran medida de un proveedor extranjero de energía fósil, ni ambientalmente, ni financieramente, ni en términos de seguridad.
Pero ¿que es necesario hacer para leu los países no se sientan tentados a cubrir sus necesidades energéticas basadas en combustibles fósiles y provenientes de otro país que no sea Rusia? Para que esto no suceda es necesario que cada País examine de cerca su política energética, enmendarla y abordar los objetivos a corto y largo plazo. Es comprensible que parte de la atención política en este momento se centre en cómo resolver los cuellos de botella de suministro a corto plazo provocados por una fuerte dependencia de Rusia. Sin embargo, esta iniciativa “apaga-fuegos” tendría que combinarse de manera coherente con una iniciativa de inversión en los ámbitos de la eficiencia energética y las energías renovables para llegar a la raíz del problema.
Un cuestionamiento importante es que, si la guerra será un punto de inflexión para impulsar de manera definitiva la transición energética, similar a lo que sucedió en Japón en 2011 con el accidente de Fukushima. Aunque existen ciertos paralelismos, son entornos completamente Antes de lo acontecido en la planta nuclear de Fukushima, no había habido ningún accidente importante en una planta de energía nuclear en los últimos 25 años ( Chernobyl en 1986), y los esfuerzos para promover una transición energética perdieron impulso gradualmente. Luego, de un día para otro, de repente hubo una conciencia completamente diferente sobre los problemas energéticos, y se tomaron decisiones políticas históricas.
Hoy por hoy, la gran dependencia del petróleo y el gas extranjeros en Europa está bajo la pantalla del radar de la atención pública. Casi nadie sabía que el suministro de energía de Suiza depende en un 72 por ciento de países extranjeros. El conductor promedio de un automóvil no pensó mucho de dónde provenía la gasolina en la estación de servicio, y quienes calentaron sus hogares con gas natural no habrían imaginado que podrían estar ayudando a financiar una guerra en el otro extremo del oleoducto
Twitter: @pacotrevinoa
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