UNA TAZA Y DOS DE CULTURA

Una conversación abierta

Dicen que el cierre de año sirve para acomodar ideas, retomar hábitos positivos, plantear proyectos para lo que sigue y prometerse que ahora sí empezamos la dieta. Es ahora que pregunto ¿Cómo nos fue con aquel propósito de leer más? ¿Se logró? ¿más o menos? Nunca es tarde para iniciar a leer y es posible que el nuevo libro de Salvador Hernández Vélez sea una buena opción.

Seamos claros, el que firma esta columna entro a comunicación por tres razones. La primera, porque soñaba con tener una revista que se leyera en todo el mundo. La segunda, le encantaba el cine y creía que la carrera de comunicación era la indicada para ello. Y la tercera, es que, según esto, no tenía (tantas) matemáticas (luego me topé con pared con investigación y estadística). Nunca me gustó, tenía la noción que eran importantes, pero jamás creo, acepté involucrarme más que “panzar” las materias relacionadas como física, química y claro las matemáticas mismas.

Pero es Hernández Vélez, quien en su nuevo libro “El proceso de construcción social del conocimiento científico” nos deja aún más claro, la importancia que éstas tienen. Y es que desde niños se nos dice que son importantísimas para la vida, pero realmente ni en casa ni en el aula, se nos explica la gran relevancia social y vital que tiene el saber de ellas, su evolución y claro, la gran responsabilidad de quienes las enseñan.

El libro se divide en cuatro partes, en el Capítulo uno: Una estrategia epistemológica donde inicia con la reflexión de que, a pesar de tantas teorías educativas, seguimos privilegiando la enseñanza sobre el aprendizaje. Con cuestiones como ¿Dónde queda el paradigma de la ciencia con el conocimiento cotidiano?

En el Capítulo dos: La evolución del conocimiento científico, donde deja claro que la evolución del conocimiento pasa por un sinnúmero de obstáculos que, influido, hace a un lado situaciones tanto ideológicas, como políticas y sociales del momento. Haciendo un recorrido breve sobre la historia de lugares emblemáticos e intelectuales como lo fue Alejandría. Además de señalar el legado de grandes científicos como Copérnico, Kepler, Galileo, Newton entre otros. Es importante reforzar que Salvador, no se queda solo con información que podríamos encontrar en una estampita biográfica o en Wikipedia. Haciéndolo más puntual y digerible para nuestro conocimiento. Presentando los acontecimientos científicos fundamentales que provocaron las grandes crisis de la ciencia.

Por parte del Capítulo 3: Conocimiento y saberes, inicia con una reflexión de cómo el profesor debe simular una micro sociedad científica para zanjar debates con base en el conocimiento. Invitando a romper las barreras del pensamiento previo que impiden en diferentes momentos el abencerraje del conocimiento nuevo. Una línea que me gustó para un tweet: No hay conocimiento sin preguntas, no hay aprendizaje sin una duda sembrada que exija ser satisfecha.

Cerrando con el Capítulo 4: Contribución de la epistemológica al problema del aprendizaje. Donde nos incita a que no le temamos al título del capítulo, allí se reflexiona sobre que sólo se puede enseñar y aprender ciencia, reconstruyendo el proceso de elaboración de la ciencia misma. Nos olvidamos que todo proceso educativo conlleva problemas políticos, sociales y culturales. Tener el conocimiento y compartirlo dentro del aula no es solo cuestión de repetición de un tema, es retarnos como profesores y retar a nuestros estudiantes. Para tener una repetidora, ya Google creó a Alexa.

El chiste no es spoilear el libro, ni mucho menos que leyendo esto, crean que ya fue todo, va más allá y creo que para los gustosos de enseñar en el aula, es un documento que disfrutarán, subrayarán y servirá para retomar los buenos hábitos en su salón. Quien nos dice que dentro de las clases ya sean presenciales o virtuales, podemos tener un próximo Newton o Freud.

La levantada temprano, las clases de computación, l Física, la química, las matemáticas…¡Qué güeva! – Alex Lora (El Tri)

Autor

El Heraldo de Saltillo
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