El talón de Aquiles de AMLO
El presidente López Obrador ha sabido consolidar una imagen positiva, a través de una narrativa basada en la justicia social, que muchos mandatarios quisieran tener. ¿Quién podría oponerse a favorecer a los pobres, a acabar con los privilegios de la élite política o a tener un gobierno austero? Por ello, a pesar de los magros resultados de gobierno, su aprobación se mantiene estable por encima del 60%.
Vaya, seis de cada diez mexicanos está conforme con tener un presidente que todos los días vende la idea de cambio con relación al pasado, pero que no ofrece futuro porque la realidad arroja otros datos, los reales, que no son satisfactorios. Y la oposición sigue sin entender que el presidente cambió las reglas del juego. Mientras AMLO juega béisbol, ellos están tratando de meter gol.
En este escenario el presidente ha logrado subirse al pedestal del Huey Tlatoani del que es poco probable que descienda. Tiene el camino pavimentado para consolidar su legado como el gobernante que rompió con los vicios y excesos de la élite política del pasado, salvo por un pequeño lastre: su círculo cercano, tanto de sus colaboradores, como de sus familiares.
Una de las grandes máximas de la narrativa lopezobradorista es el combate a la corrupción. Según el presidente, esa es la solución a todos los males del país. El problema es que aun cuando él no ha estado involucrado directamente en ningún escándalo, la gente lo rodea sí. Bartlett, Ana Gabriela, Guadiana, Irma Eréndira, Felipa, Pío, Martín, y sus chocoempresarios hijos son blanco del escrutinio público que acusa que AMLO no está barriendo las escaleras de arriba a abajo, como prometió.
Y además, esto genera un pecado adicional: la impunidad que es hermana de la corrupción. No habrá castigos para ninguno porque el presidente solo toma medidas contra quien cometa una deslealtad o algún acto de ostentosidad. Es decir, se tolera la corrupción, mientras no se viaje en avión privado o se contradiga la voluntad del presidente.
Y se actúa de esta manera porque no hay costo político para la imagen de AMLO, pero sí para su administración. López Obrador, ya trascendió. Sin embargo, falta un salto final: su sucesión. Un mandatario bien evaluado no siempre puede transferir esos positivos a sus candidatos. Mientras que a un mal gobierno, casi en automático se le da voto de castigo. Por ello, finalmente el costo de la corrupción periférica al presidente lo pagaran los candidatos de MORENA en las próximas elecciones, porque AMLO solo hay uno, y ellos no son AMLO. Al tiempo.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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