Pues se llevó a cabo la sexta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la llamada CELAC. Este mecanismo de diálogo entre mandatarios, nació en el 2011 para buscar la integración de los 33 países latinoamericanos y caribeños. Básicamente, su pichada es que Latinoamérica se convierta en un tipo de Unión Europea, y de paso rebasar a la OEA.
Pero, la triste realidad es que estamos a años luz de eso, porque Europa dio varios pasos de integración comenzando por un simple acuerdo de producción de carbón y acero, hasta llegar a lo que conocemos hoy en libre paso transfronterizo, moneda común, y derechos laborales y migratorios. En Latinoamérica con suerte nos ponernos de acuerdo para bailar el Payaso de Rodeo en una boda.
Por eso, la CELAC ha sido más bien un foro de buenas intenciones, que para esta cumbre le hubiera permitido a México, país anfitrión, y a López Obrador brillar entre la comunidad latinoamericana. Pero, nunca falta el jabón en el sancocho. Nicolás Maduro sorpresivamente anunció que sí participaría. A la lista de figuras polémicas se sumó Miguel Díaz-Canel, invitado de honor de AMLO al desfile del Día de la Independencia.
¿Por qué son polémicos? Pues porque hay que tener un poco de vergüenza para sentarse al lado de otros jefes de Estado que hablan de democracia y derechos humanos, mientras que en Cuba y en Venezuela, esos temas no son prioritarios. Por decir lo menos.
Los presidentes de Uruguay y Paraguay no se quedaron callados y expresaron su preocupación por la situación que se vive en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Maduro respondió pidiéndoles un debate sobre democracia; y Díaz-Canel le recordó al presidente de Uruguay, Luis Lacalle, que 700,000 ciudadanos uruguayos firmaron una carta de protesta por las restricciones administrativas que impuso en su país. Lacalle le reviró diciendo que, al menos en Uruguay, la oposición se puede expresar libremente.
Y por si fuera poco, también hubo intercambio de declaraciones entre los representantes de Nicaragua y Argentina, cuyos presidentes estuvieron ausentes, pero seguramente les zumbaron los oídos. Al primero por los presos políticos de Ortega, y al segundo lo acusan de servilismo hacia Estados Unidos. Francamente el presidente argentino, Alberto Fernández, hoy tiene otros problemas más peludos que resolver.
En síntesis, una cumbre que pudo haber acercado a las Naciones, sólo sirvió para darse un pleito de lavadero sabroso entre mandatarios. Además de hacer evidente que hay bandos: los dictadores y sus defensas, los que tienen los pantalones para fijar postura, y los que ven los toros desde la barrera. Bendita integración Latinoamericana.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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