Hay eventos que son hitos en la historia de la humanidad. El descubrimiento de América, la toma de la Bastilla, el asesinato de Francisco Fernando de Austria, los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, la caída del muro de Berlín, o por supuesto, los ataques terroristas del 11 de septiembre.
¿Qué ha cambiado en estas dos décadas desde este parteaguas histórico? Básicamente que, a partir del ataque a las Torres Gemelas, comenzó el declive de Estados Unidos como súper potencia. Si en 1991 con la disolución de la Unión Soviética, habían salido victoriosos de la Guerra Fría, 10 años después verían una historia diferente, en parte por el crecimiento económico exponencial de China y la recomposición de la esfera de influencia rusa, pero también porque se vieron obligados a involucrarse en una batalla perpetua contra el terrorismo con resultados mixtos.
Sí, eliminaron a Osama Bin-Laden y desmantelaron a Al-Qaeda, pero el Estado Islámico sigue siendo una amenaza latente. Derrocaron al Talibán, pero dos décadas después asimilaron el pozo sin fondo que era Afganistán y ahora vuelve el mismo grupo extremista al poder. Y ni hablar de los lugares como Siria, Palestina e Israel donde Estados Unidos sigue siendo una ficha más del eterno conflicto, además de que, gracias a Tío Trump, se deterioró la relación con aliados estratégicos para la seguridad internacional.
Al menos 70 millones de estadounidenses nacieron después del atentado al World Trade Center, y otros tantos más eran muy pequeños para entender lo que pasó ese día. Esta generación creció asimilando el riesgo a un ataque terrorista como parte de la cotidianidad. Y entre las generaciones más grandes se ha creado desconfianza hacia la comunidad musulmana y los ciudadanos de Medio Oriente, aunque estadísticamente en Estados Unidos haya mayores posibilidades de morir en un tiroteo que por terrorismo.
En términos de capacidad militar, Estados Unidos sigue siendo una potencia, pero si algo demostró el 9/11 y los veinte años subsecuentes es que el poder de una nación no puede ser medido solamente por el tamaño de sus fuerzas armadas. Las economías pesan, los aliados estratégicos pesan, el desarrollo tecnológico pesa, la imagen internacional pesa, la estabilidad política interna pesa, y ahora ante una pandemia, hasta la solidez del sistema de salud pesa.
Nombren la potencia histórica que quieran: los griegos, el Imperio Romano, Otomano, o Británico, todos han tenido un momento de esplendor y un punto de declive. A veinte años del 11 de septiembre, vemos un nuevo orden mundial. Uno donde el poder de los Estados definitivamente ha tomado otro significado.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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