Esa pobreza necia que siempre regresa
Enmascarar el aumento de la pobreza, ya sea producto de una crisis o de errores en las políticas gubernamentales, pareciera ser una práctica más cercana a los llamados regímenes neoliberales.
A los gobiernos de izquierda, en cambio, se les reconocía por su valor para dar a conocer las cifras de desarrollo social sin maquillaje.
En la historia reciente de México, por ejemplo, es fácil recordar los malabares que hicieron los gobiernos salinistas o zedillistas para tratar de ocultar bajo estadísticas engañosas y trucos discursivos los rezagos sociales que las políticas contraccionistas, globalizantes y privatizadoras no lograron combatir.
En el mejor de los casos, los gobiernos emanados del PRI y del PAN reconocían los problemas sociales, sin embargo, escudriñaban la historia para culpar de los rezagos a las insuficiencias de sus antecesores.
Por lo anterior, llama la atención que la presente administración pusiera en tela de duda el estudio presentado recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en donde quedó demostrado el crecimiento de la pobreza durante los últimos tres años.
En efecto, el organismo oficial que se encarga de evaluar los programas sociales reveló que el porcentaje de la población en situación de pobreza a nivel nacional saltó de 41.9% a 43.9%, cifra que representa un aumento de 3.8 millones de pobres.
Peor todavía, el número de personas en situación de pobreza extrema pasó de 8.7 a 10.8 millones durante el período de análisis.
En los próximos años, además, otros de los indicadores presentados por el CONEVAL podrían acelerar el empobrecimiento. Entre ellos, la carencia por el acceso a los servicios de salud, la cual presentó un incremento de 16.2% a 28.2%. 15.6 millones de personas que contaban con adscripción o derecho a recibir servicios médicos, ahora carecen de ello.
Las causas y las razones pueden ser diversas, pero lo cierto es que la pobreza y la mayoría de los factores que la determinan empeoraron durante los últimos años. Las matemáticas no conceden discusión. ¿Por qué entonces tratar de ocultar lo obvio? “Qué fácil era haber dicho lo siento”. Con un “ya nos estamos ocupando”, hubiese bastado.
Era innegable, lógico y absolutamente predecible que, debido a la crisis económica provocada por la pandemia, la pobreza se incrementaría en México. ¿Desde cuándo un gobierno progresista, cuya principal bandera es el lema “Por el bien de todos, primero los pobres”, intenta “desaparecer”, a golpe de discursos, el incremento de las carencias que son consustanciales a la falta de crecimiento y la pérdida de empleos?
Al contrario, las cifras expuestas por el CONEVAL deberían convertirse en la gran oportunidad para que la presente administración despliegue todo su potencial ideológico y organizativo que fortalezcan a los programas sociales. Sólo que, en esta ocasión, ha quedado claro que, en ausencia de una política económica que impulse la inversión y el empleo, no habrá presupuesto que alcance para rescatar de la pobreza a 55.7 millones de mexicanos.
Es interesante destacar que, algunos de los indicadores contemplados por el organismo evaluador, resultan ad hoc para reforzar la política social que implementa la presente administración. Por ejemplo, si bien la pobreza se incrementó a nivel nacional, hubo algunos estados en donde incluso se redujo.
Para sorpresa de analistas y estudiosos de la cuestión social, entidades del sur del país, entre las que destacan Chiapas, Guerrero, Tabasco, Veracruz y Oaxaca, registraron disminuciones considerables en el número de personas en situación de pobreza y pobreza extrema.
En cambio, estados más prósperos y desarrollados, tales como Baja California Sur, Querétaro, Nuevo León, Jalisco, Sonora, Ciudad de México, entre otros, sufrieron con mayor intensidad los embates de la crisis, con crecimientos de la pobreza por arriba del 2.5%.
Resulta, por lo tanto, más fructífero discutir si, en aquellos estados en donde, a pesar de los efectos económicos de la pandemia, disminuyó la pobreza, tuvo que ver al despliegue de los programas sociales impulsados por el presidente.
Lo cual contrastaría en forma palpable con lo que sucedía en el pasado cuando las evaluaciones mostraban cómo los estados del norte y del centro del país abandonaban gradualmente los rezagos sociales causantes de la pobreza. En cambio, las entidades sureñas se sumían cada vez más en la precariedad y las carencias sociales.
El crecimiento de la pobreza es quizá una de las peores noticias recibidas por el presidente Andrés López en la primera mitad de su Gobierno. Sin embargo, el enmascaramiento de los datos o, por el contrario, el reconocimiento y análisis sin apasionamientos de las cifras y los indicadores, podría significar la diferencia entre recordar su administración como un sexenio perdido o reconocer que se logró, sin maquillajes, reducir el número de personas con ingresos insuficientes para adquirir sus alimentos.
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