HISTORIAS DE SALTILLO

A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares

JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA

Juan Landín

Don Juan Landín Gómez de Zavala fue un comerciante gallego que se avecindó junto con su hermano en la villa del Saltillo en 1739. Juan y Domingo Landín llegaron a la Nueva España en un primer momento a Guadalajara en el reino de la Nueva Galicia y posteriormente a Zacatecas antes de establecerse definitivamente en la villa de Santiago del Saltillo. Los hermanos Landín se abrieron paso en la villa dedicándose al comercio y contaban con una tienda en lo que es actualmente la calle de Allende. Incluso, se pudiera decir que Juan Landín era un rico comerciante de la villa, antes de caer en desgracia en los últimos años de su vida.

Para 1762, Landín obtendría el puesto de Comisario del Estanco de Pólvora de la villa de Parras, por lo que comenzaba a crearse una vida y un nombre en la región. A los 14 años de vivir en Saltillo, se casaría con doña María Josefa de la Zendeja y Llanas. Dos años más tarde, en 1764, y con la ayuda de la familia de su esposa, Juan Landín adquiriría el cargo de Regidor Ejecutor del Cabildo en Saltillo, puesto que había sido conservado por la familia de su mujer desde 1735 y que Landín seguiría ocupando durante más de 30 años. De modo que, para 1780, su influencia e importancia en la región ya tenían un nombre consagrado, llegando a ser incluso Alcalde Ordinario de la villa de Saltillo y elector de cabildo. Su reputación fue tan importante que incluso ofreció 16 mil pesos para obtener el cargo de gobernador de la provincia (en la época colonial los puestos políticos se compraban), aunque no obtendría el cargo.

En 1766 Landín quedaría viudo con dos hijos, muriendo su primogénito apenas poco tiempo después que su esposa. No obstante, el comerciante gallego volvería a casarse a sus 53 años con doña Catalina Sánchez Quintanilla con quien tendría seis hijos, aunque, desgraciadamente, sólo le sobrevivirían tres.

De sus posesiones destacan dos inmuebles que han marcado la vida del Saltillo tanto en la época colonial como en la actualidad: la capilla construida en su hacienda de la Concepción y el cuadro de ánimas que se encuentra en la iglesia de san Francisco en el Centro Histórico de Saltillo. Juan Landín compraría el predio de san Francisco ubicado al sur de la ciudad alrededor de 1770 construido al lado de la hacienda de los Berros, actualmente conocida como “El Morillo”, espacio donde edificaría su hacienda de la Inmaculada Concepción y su mítica capilla barroca color almagre, es decir, de óxido rojo.

Con el paso del tiempo, la capilla sería lo único que sobreviviría. Construida de adobe y con un frente de cantera con arte barroco, la capilla sería uno de los símbolos de la villa, descrita así por el franciscano Juan Agustín de Morfi en su paso por Saltillo. Con los cambios de propietario y por el discurrir histórico, la capilla caería en desuso y se vería deteriorada por los años para caer casi en ruinas para el año de 1910. Incluso, por su deteriorado aspecto y su imagen de antigüedad, el imaginario popular la catalogaba como la primera capilla de la ciudad, aunque dicha afirmación no esté en lo cierto. Para rescatarla, se trataron de hacer varias intervenciones, pero sin el debido cuidado ya que estaban mal preparadas, perdiendo así la fachada original. De esta manera, podría decirse que, en 200 años, la capilla se conservó mejor sola que con las intervenciones que pretendían rescatarla. No es sino hasta fechas más tempranas que se ha rescatado el edificio de la capilla, luciendo el aspecto que tendría en la época colonial. La capilla de Landín, como actualmente se le conoce, sería convertida en museo durante los años 2009 y 2018, albergando una colección de 20 pinturas de arte sacro de los siglos XVII y XVIII. Para el año 2018 sería convertida en biblioteca pública. Cabe destacar igualmente que, en los terrenos de sus alrededores, prosperó una colonia que ahora lleva su nombre, la colonia Landín.

Otro gran aporte que Juan Landín haría a la sociedad saltillense colonial sería un cuadro de ánimas que otorgó a la cofradía de las Ánimas del Purgatorio del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, de donde era miembro. La cofradía era una asociación de fieles que tenían por objeto el culto religioso hacia una imagen en particular, creando de este modo lazos de hermandad entre los miembros llamados cofrades. Dos de sus objetivos principales eran la creación de préstamos económicos a los miembros, así como el hecho de crear una espiritualidad que ayudase al cofrade a salir más rápidamente del purgatorio y de este modo entrar al paraíso después de la muerte. La cofradía de las Ánimas tenía muy presente este detalle, y es de este modo que Landín regaló un cuadro representando la escena de las almas luchando en las llamas del purgatorio para ser salvadas por el arcángel Miguel y san Francisco de Asís con Cristo y sus padres María y José coronando la imagen. En su parte inferior se encontraban las almas en pena, que cabe resaltar, se encontraban sin distinción de sexo, edad o posición social, dotando así el imaginario de que todos pasarían por tales castigos de purgación antes de alcanzar el paraíso, y que se debía comportar en la vida conforme a los preceptos de la Iglesia. De esta manera, la sociedad colonial se encontraba en una constante reflexión ante la muerte. Actualmente, algunos historiadores del arte afirman que una de esas almas pintadas sería el mismo Juan Landín que pediría ser retratado en el cuadro que él mismo mando realizar.

Sin embargo, no todo fue prestigio y riquezas para el comerciante gallego, ya que sus últimos años entraría en bancarrota, llevando a la ruina a toda su familia. Juan Landín no solamente trabajaba para sus propios intereses, sino también para los de sus coterráneos, pues gracias a su ayuda, tres gallegos más llegarían a la villa del Saltillo: don Rafael Martínez de Abal, don José Pereyra de Castro y el sobrino de este último, Francisco José Pereyra. Con ellos crearía una sociedad que finalmente lo llevaría a la ruina. Entregó su capital a Martínez de Abal en préstamo, pero nunca le pagaría, lo que llevó a Landín a fomentar una demanda en su contra, que no tendría frutos. Landín no se dio por vencido, por lo que trabajaría de nueva cuenta para acrecentar sus negocios en el comercio a la par que instalaba la demanda, empero Landín ya se encontraba viejo, enfermo y cansado pues el fraude en su contra sería a finales del siglo XVIII. Además de ello, sus hijos se encontraban fuera de la villa, ya que uno de ellos estaba casado en San Luis Potosí y el otro realizaba estudios en el seminario. De este modo, Landín tuvo que recurrir a un préstamo en 1790 con otro de sus paisanos, Pedro González de Noriega. Al no poder pagar lo que le debía a Noriega y que su demanda contra Martínez de Abal no avanzaba, Landín perdería poco a poco sus propiedades, rematando así su hacienda de la Concepción en 1794. Para estos años finales del siglo XVIII, Juan Landín había perdido prácticamente su patrimonio, muriendo en la ruina y sin pagar su deuda el 9 de abril de 1796. Ya que su familia estaba también empobrecida, los funerales que Landín había deseado en su testamento no serían llevados a cabo por el gasto de dinero que ello supondría. Su cuerpo sería velado en el nuevo templo de Santiago que se estaba construyendo en la época, hoy catedral de la ciudad.

Su error fue poner su riqueza en manos de gente que lo traicionaría. Sin embargo, la historia lo ha colocado como uno de los personajes más emblemáticos del Saltillo colonial. La capilla, la colonia y el cuadro cargan aún con su inmortalidad.

 

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El Heraldo de Saltillo
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