Oro, petróleo y aguacates
Reproduciendo las palabras de Eduardo Galeano, mismas que a partir de la publicación de “Las venas abiertas de América Latina”, a principios de los setentas, inspiraron (o inspiran) a algunos movimientos de izquierda latinoamericanos a establecer una división del mundo entre buenos y malos, indignos e indignados, liberales y conservadores, podría decirse que a lo largo de los siglos que siguieron a la conquista, las naciones latinoamericanas se “especializaron en perder”.
En efecto, para el escritor uruguayo, el modelo económico impuesto desde las grandes potencias obligaba (¿obliga?) a entregar a las empresas transnacionales, prácticamente en costales, huacales, barriles y contenedores (sin un centavo de valor agregado), las riquezas que la naturaleza otorgó a los países de América Latina.
“Las materias primas y los alimentos con destinos a los países ricos que ganan, consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos”, afirmaba tajante Galeano. El régimen de explotación no sólo saqueaba los minerales, el petróleo y los alimentos, también depredaba el medio ambiente y, de paso, vulneraba las débiles democracias latinoamericanas.
Cinco décadas después de la publicación de lo que para algunos fue considerado como un catecismo antiyanqui, y a la luz de las oportunidades que los electores han ofrecido a los movimientos de izquierda cuyos discursos se nutrieron de la pluma sabia y seductora de Eduardo Galeano, ¿qué ha sucedido con las materias primas y los commodities que se extraen de las venas abiertas de los países latinoamericanos?
¿Acaso los nuevos Gobiernos de izquierda, como los de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Cristina Fernández y Alberto Fernández en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Michelle Bachelet y Ricardo Lagos en Chile, Andrés López en México, entre otros destacados representantes del progresismo latinoamericano, han logrado forjar una América Latina ganadora: industrializar sus respectivas economías, impulsar el crecimiento, redistribuir el ingreso y reducir la pobreza, sin la necesidad de depredar los bosques y las selvas, sobreexplotar los yacimientos mineros, desplazar a las comunidades indígenas de sus territorios o entregar la soberanía a las potencias extranjeras?
O, por el contrario, ¿la tentación de activar la maquinaria extractiva se volvió irresistible y, a su vez, no se encontró una ruta alternativa para alcanzar el sueño del galeanismo económico, consistente en romper los lazos de dependencia con las potencias y sus multinacionales?
En otra grata sorpresa de 2020, la editorial Arpa publica del periodista y escritor inglés, Andy Robinson, “Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina”. Texto fascinante en el cual, el también economista, sin imponer una respuesta a las preguntas referidas, pero siempre abriendo hilos de conversación a partir de los planteamientos de su admirado Eduardo Galeano, narra en forma amena e informada la situación en la que se ha convertido la extracción y el beneficio de las materias primas y commodities en Latinoamérica.
Mochila en mano, el autor recorre los lugares en donde se extrae el oro de Bolivia; el hierro, los diamantes y la carne en Brasil; la quínoa en Bolivia; el cobre en el Perú y Chile; el aguacate y la plata en México; las patatas en Perú; y el petróleo en Venezuela. Entre otras materias primas que se exhiben en las tiendas de Dubái; se sirven en las mesas del McDonald’s; se refinan en Suiza; construyen ciudades enteras en China; o se consumen como botana en el Super Bowl de los Estados Unidos.
El libro carece de conclusiones. Sin embargo, esa ausencia se convierte en una ventaja didáctica, invitando a cada lector para que, a partir de su experiencia y referentes teóricos e ideológicos, respondan a las preguntas que los detractores de Eduardo Galeano lanzan constantemente: ¿acaso con el triunfo de los movimientos de izquierda, terminó la hemorragia de materias primas en América Latina? ¿El desarrollismo progresista logró rescatar al medio ambiente y a las comunidades indígenas del expansionismo depredador de las grandes transnacionales? O, como sugiere Andy Robinson, ¿han sido capaces los nuevos Gobiernos de izquierda, de “ahuyentar a los buitres sin destruir la selva”?
El libro no tiene desperdicio. Cada capítulo resulta en una experiencia reveladora del extractivismo y sus efectos sociales y medioambientales.
Para mi gusto, el capítulo más significativo es el que se refiere a la explotación de hierro en Brasil en los tiempos de los izquierdistas Lula da Silva y Dilma Rousseff.
En este capítulo, el autor nos revela algo sorprendente y a la vez decepcionante. Fascinados por un ciclo largo en los precios de las materias primas, estos gobiernos de izquierda cayeron en la “tentación de activar la máquina de extracción”, lo cual, una vez que los precios del hierro se desplomaron, trajo consecuencias adversas, tanto para el medio ambiente como para el Partido de los Trabajadores: a la Presidencia de Brasil arribó la extrema derecha, Lula da Silva terminó en la cárcel y el Río Doce casi muere por la contaminación de los desechos emanados de la sobreexplotación del hierro.
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