El entuerto de la Conquista
Dimos un giro a la rueda del tiempo, estamos en pleno 2021, un año en donde se conmemora una de las gestas más trascendentes en el territorio nacional: la llamada conquista de la gran Tenochtitlán.
Aquí es oportuno recomendar el libro de Luis González y González, titulado “El entuerto de la historia; sesenta testimonios”, México, SEP- CULTURA, 1984. La conquista de México llega a estas fechas del 2021 con nuevos jaloneos, pues desde hace dos años que se avizoraba, el actual gobierno ha solicitado disculpas a la corona española y reclamado algunos de los tesoros que se encuentran en otras partes del mundo, con una visión actual y con cierto sesgo de esos eventos que en conjunto llamamos la Conquista de México.
En fin, los hechos históricos son unos y la interpretación de los mismos son otra cosa. Hay narradores, casi todos vencedores, que nos describen maravillados y aún alterados el olor a pólvora y a sangre mezclados con violencia.
La toma de Tenochtitlán es el evento más significativo por su dimensión y su sanguinaria realización. Desde que aparecieron en las costas de Cozumel, Yucatán, Tabasco, Tlaxcala, Cholula y la capital azteca se venía dando, sin saberlo los indígenas, el despojo en formas de botín y de tributo. Esa es la costumbre de los europeos: premiar sus victorias con el robo de bienes, tierras, personas y el espíritu mismo de los vencidos.
A la hora del reparto del botín lo de menos fue dividir, todos querían y lograban obtener un poco. Hubo tres clases de esclavos indos: de guerra, de rescate y de tributo, sobrevino entonces una esclavitud flagrante. Imagine la angustia de los pobres indígenas que no entendían y sólo se agrupaban o corrían a empellones y espadazos, a gritos y sombrerazos.
Los conquistadores querían un mundo nuevo en estas tierras, pero construido con elementos extraños en estos dominios: trigo, arroz, caña de azúcar, olivo, parras, naranja, durazno; de animales domésticos como el caballo, el burro, las mulas, los puercos, las vacas, los carneros, las gallinas; y fueron eliminando los cultivos aborígenes y los frutos de estas tierras, por lo que la flora y la fauna también cambió.
Además, los invasores se empeñaron en buscar minas de oro y plata. Llegaron como perros de presa, husmeando, moviendo todo, ladrando e invadiendo, dando surgimiento a poblaciones hostiles que se ubicaron en sitios inaccesibles, ¿quién en su sano juicio fundó Zacatecas, Taxco o Guanajuato? En cerros escarpados y peligrosos, sólo buenos para el turismo casi 500 años después.
La conquista religiosa no fue menos vertiginosa, el propio Hernán Cortes despedazó ídolos, persiguió sacerdotes aztecas, les lanzó correcciones a diestra y siniestra con el ánimo prendido de encumbrar la doctrina de Cristo.
Se sintió el sable, la espada, el fuerte y el ocultamiento de información en esta empresa espiritual. Extirpar la idolatría era la preocupación, ya que en ella veían a los demonios y buena parte veía el infierno mismo cuando andaba en tierras indígenas.
Por ello los frailes no se cansaban de predicar, rezar, decir misa, y bautizar por tandas, construir iglesias, confesar, atender enfermos, es decir cubrían todo el ciclo de los mortales indígenas y españoles que aquí desarrollaban su vida.
Las niñas fueron “comisionadas” a bordar y coser, además de hacer comida y aseo, pero, sobre todo, ser mujer era sinónimo de tener hijos, muchos hijos, tantos como Dios mandara; muchas murieron en este afán y muchos hijos nacían para luego morir inmediatamente.
A todos se les impuso el idioma español y de pronto se quedaron mudos, no sabían lo que decían y nadie tuvo la precaución de poner nombre de identificación a las cosas perdidas.
De aquellos lugares (como los mercados y los templos) que operaban con armonía y equilibrio vinieron tiempos de rapiña, envidia y mentira. Con el tiempo los conquistadores descubrieron que los indios no eran tontos, sino ladinos.
Para iniciar este año de celebraciones, comencemos por saber que el 9 de enero de 1521 inició el gobierno de Cuauhtémoc, último Emperador azteca.
Espacio último
El 1 de enero del 2021 a las 17:55 horas de California, falleció mi hermana Victoria Vázquez Sotelo. Larga vida a su memoria.
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