A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares
JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA
Las haciendas en la historia de Saltillo
La ciudad de Saltillo fue fundada como un enclave que sirviese de conexión con las minas de Zacatecas, como puesto de avanzada hacia el norte y como centro de abastecimiento de mano de obra esclava y de alimento. Por lo que, desde su nacimiento, el puesto se caracterizaría por una intensa actividad esclavista y por la fundación de haciendas para satisfacer el objetivo minero. Ahora bien, las tierras que fueron repartidas entre los conquistadores se dividieron entre la parte norte y sur, donde se comenzaron a construir las incipientes haciendas. Debido a la geografía de Saltillo, la parte del norte fue comúnmente llamada “la de abajo”, mientras que la del sur, por sus lomas, “la de arriba”. Las tierras del norte fueron entregadas, entre otros conquistadores, a Santos Rojo -quien traería la imagen del Santo Cristo a la villa- y a Juan Navarro -constructor del primer molino de Saltillo- y las tierras del sur serían otorgadas a Alberto del Canto.
Los fundadores de Saltillo y sus descendientes abrieron el camino para una posterior expansión hacia el norte: Alberto del Canto, Santos Rojo, Ginés Hernández, Cristóbal Pérez, Ubaldo Cortés, Juan Alonso, Francisco de Urdiñola y Diego de Montemayor expandieron su influencia hacia otras regiones, creando caminos y haciendas. Se crearon así las haciendas de San Juan Bautista y de Bonanza en el sur de la villa por Alberto del Canto, aunque sus tierras pasarían posteriormente a Francisco de Urdiñola alrededor de 1600, creando así el primer latifundio de la región juntando estas haciendas con las de Santa Elena, San Francisco de Patos y Parras, por nombrar algunas. Santos Rojo y Juan Navarro fundarían haciendas como San Diego, Santa Ana, Labores, mientras que Ginés Hernández construiría la primera capellanía de Saltillo en su hacienda, que se llamaría posteriormente san Nicolás de la Capellanía.
Ahora bien, al expandirse los fundadores y sus descendientes se crearían nuevas haciendas en los caminos a Mazapil y Bonanza, como las haciendas de Agua Nueva o San Juan de la Vaquería, llamada así por su producción de ganado. Las haciendas pues, siguieron fungiendo en su actividad comercial, que giraba principalmente en la plantación de trigo y ganado mular, aunque también las hubieron dedicadas al ganado caprino y lanar. En el siglo XVII llegaron nuevos personajes a la villa que contribuyeron igualmente al crecimiento con la construcción hacendaria, así encontramos a los hermanos Aguirre y a Fernando del Bosque quien fundaría San José de los Bosques al norte de la villa. Del Bosque sería incluso alférez del capitán Antonio Barcárcel en la fundación de lo que sería la provincia de Nueva Extremadura o Coahuila. La familia Aguirre, por su parte, acumuló un poder político y económico muy importante en la villa, aunque por poco tiempo, fundando así la hacienda de Santa María del Rosario. Sus propiedades pasarían a los Goríbar y finalmente a Antonio Gómez de la Rada y Antonio Alcocer, quien recibiría a los insurgentes de la Independencia en 1811.
Las haciendas se caracterizaron entonces por ser frontera en el crecimiento de la ciudad y encontrarse en los caminos como punto fundamental de los viajeros. Mesillas y Anhelo fungieron durante algún tiempo como frontera de Saltillo camino a Monclova, capital de la provincia de Coahuila, o la Encarnación al sur de la ciudad. Esta expansión permitió que otras familias saltillenses captaran nuevos espacios en el norte. Los casos más importantes que construyeron incluso latifundios enteros fueron los Urdiñola y los Sánchez Navarro, que conjuntamente abarcaron un territorio que ocupaba buena parte de la provincia de Coahuila, y algunas porciones de Nueva Vizcaya y del Nuevo Reino de León. Sin embargo, también existieron otras familias saltillenses importantes durante el siglo XVIII como los Garza Falcón quienes fundaron haciendas alrededor del río Sabinas dedicadas a la caña de azúcar como Nuestra Señora de los Dolores o Palau; y los Vásquez Borrego quienes fundaron las Encinas y el Álamo, dedicadas al algodón. Originalmente, estas tierras les pertenecían a los franciscanos de la zona, pero al no prosperar sus misiones serían tomadas por terceros.
Por otro lado, una de las haciendas más prósperas de la villa era precisamente Santa María del Rosario, que para el siglo XIX pertenecería a una de las familias más influyentes de Saltillo, los Ramos Arizpe. Sus integrantes fundarían la parroquia de san Juan Nepomuceno y Miguel Ramos Arizpe sería uno de los héroes de la independencia y del federalismo mexicano.
En este sentido, el siglo XIX conoció un crecimiento demográfico, por lo que el proyecto nacional fue el de construir municipios agrupando cierto número de haciendas. Así se constituirían los municipios de Ramos Arizpe en 1850 con jurisdicción en diversas haciendas como Santa María, Bosques y Anhelo, por ejemplo. Progreso, Hidalgo, Abasolo, General Cepeda y Piedras Negras serían igualmente convertidos en municipio bajo este principio.
No obstante, el viaje de las haciendas no fue siempre un camino de bonanza económica, al contrario, conocería fuertes crisis sobre todo en el siglo XVII. La crisis comenzó con la actividad minera en Zacatecas, por lo que afectó directamente la economía y la demografía de Saltillo. Es decir, el mito de una hacienda próspera, grande, de tipo neofeudal, monopólica y monolítica, fue creada para el centro de México. Algunos investigadores colocaron al norte de Nueva España y México en este mito fabricado, aunque con error. El historiador José Cuello puntualiza que, en general, el norte no gozó de este tipo de haciendas clásicas, sino que más bien se trató de una economía local basada en ranchos o granjas, además que las propiedades se vieron fracturadas debido a los testamentos, es decir, se dividieron las tierras entre los familiares, lo que provocaría igualmente un declive económico. En este contexto, no sorprende entonces que las haciendas y sus tierras cambiaran constantemente de propietarios. Sólo los grandes latifundios de Urdiñola pudiesen basarse en el mito de la hacienda clásica, aunque con muchos problemas según las consideraciones de Cuello, debido a la falta de agua de la región y los constantes ataques de nómadas que se encontraban en el Bolsón de Mapimí.
Con esto, podemos decir que el estudio de la hacienda en Saltillo y en el norte en general, aún se encuentra en ciernes, esperando a ser estudiado sistemáticamente. Los esfuerzos ya se han fundando, entre otros, en los diversos trabajos de José Cuello, pero también en los de la historiadora Juana Gabriela Román, miembro del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y del arquitecto Arturo Villareal, subdirector de Patrimonio cultural de la Secretaría de Cultura del estado, ambos profesores de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila. Estas investigaciones se han cristalizado en diversos artículos publicados en la Revista Coahuilense de Historia o en ediciones enteras en forma de libros. Por lo que estos espacios pueden constituir un excelente lugar para investigar la historia de las haciendas que incluyen bellas imágenes y fuentes históricas precisas.
En suma, tanto los papeles como la arquitectura de las haciendas, es decir, el patrimonio de nuestra ciudad y de nuestro estado, espera aún con ansias los esfuerzos de nuevos investigadores y de nuevas generaciones interesados en conocer el sistema hacendario que ha dado fruto a muchas villas del estado de Coahuila y de Saltillo misma. Como lo comenta la historiadora Juana Gabriela Román “esta lejanía respecto al centro de Nueva España dio a los habitantes de estas vastas soledades el carácter, fuerte y perseverante, que hasta hoy conservan las nuevas generaciones”.
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