El resultado electoral del domingo lo explican muchos, tanto actores políticos como analistas, principalmente en la estructura que tiene el PRI y que le permitió regresar al carro completo. Los afines lo plantean como una fortaleza, y con su optimismo van más allá y lo proyectan hacia la contienda de 2021; los contrarios cuestionan y descalifican, sugieren prácticas reprobables.
Hay sin embargo quienes explican el resultado en otra lógica, y es en la que ellos siguieron al decidir su voto. Se enfocaron en la prioridad de frenar el avance de Morena y entonces votaron por la única posibilidad que veían viable.
Militantes panistas, que incluso tienen cargos de elección popular, han manifestado que decidieron en esta ocasión no votar por los candidatos de su partido pues no les veían posibilidades, y prefirieron asegurar el triunfo del PRI antes que dar un espacio a Morena. En el mismo sentido lo hicieron ciudadanos que no tienen preferencia de siglas o color, pero que están informados y analizaron cómo darle valor a su voto.
Es la expresión plena del voto útil. Es lo que se promovió –sin éxito– en la elección federal de 2018 por quienes estaban conscientes del riesgo que representaba López Obrador y pugnaban por no diluir el voto que lo pudiera frenar.
No es eso desde luego lo que está atrás de todos los más de 436 mil votos que tuvieron los candidatos del PRI, pero sí de muchos y eso es importante porque nos habla que los ciudadanos están tomando la iniciativa y actuando, se ponen un paso por delante de los partidos que muestran necedad y renuencia a unir fuerzas.
Esa es la actitud que el país necesita para lograr impulsar los contrapesos en la elección federal de 2021, que es la única posibilidad de construir un dique que contenga la vorágine perniciosa de la cuarta transformación.
Si los partidos opositores a Morena no construyen acuerdos, toca entonces a los ciudadanos analizar cuáles son las opciones viables y a esas respaldar.
Hemos visto en las últimas semanas las consecuencias de la concentración de poder que consiguió Morena en la elección de 2018. La irracional y prepotente extinción de los fideicomisos es un caso emblemático, pero no el único.
Tenemos también las nuevas disposiciones que en materia fiscal le ha aprobado el Legislativo a Hacienda, medidas lesivas hacia los contribuyentes.
Para 2021 se van a encarecer los servicios de internet y telefonía porque el gobierno cobrará más derechos a las empresas que los proveen; también se tendrá que pagar IVA por las compras de bienes usados, y por el uso de plataformas tecnológicas.
Y eso no es lo más grave.
A partir del 2021, inspectores del SAT podrán ingresar a los domicilios de los contribuyentes y utilizar cámaras fotográficas o videograbadoras para tomar constancia de los activos que se tienen.
Los legisladores afines a Morena le han dado atribuciones al SAT para que embargue bienes a terceros que sean proveedores, clientes o incluso empleados de contribuyentes que incurran en alguna irregularidad fiscal.
Estamos ante un escenario de terrorismo fiscal, y esto solo se suma a los muchos y diarios desatinos de la cuarta transformación, por eso se vuelven valiosas las lecciones que nos dejan los comicios del domingo anterior, la urgencia del voto inteligente, del voto útil.
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