Cartas que cambiaron al mundo
«Nada supera la inmediatez y autenticidad de una carta» Simon Sebag.
Hoy experimentamos una época en la que la comunicación epistolar se ha transformado. Y digo transformado, porque su dinámica ha cambiado radicalmente. Sería difícil pensar que un mensaje de texto, un wassap, incluso un correo electrónico, pudiera tener la efectividad de contar una historia como lo hizo en su momento la caligrafía escrita en el papel. El dinamismo de envío y su respuesta, la cantidad de información abreviada que se emplea, distan mucho del contenido ritual que implicó concentrarse en escribir una misiva reflexionada, incluso, con características literarias propias de la crónica.
Tuve oportunidad en algún momento durante la época de los noventa (precisamente antes de la entrada en boga del correo electrónico), de experimentar el proceso epistolar tradicional: Escribir el documento, acudir al correo, comprar estampillas y pegarlas en el sobre, enviarla y posteriormente esperar durante semanas la respuesta. Actualmente, ese tipo de comunicación se encuentra al alcance de un simple «clic».
De ahí, que el interesante recorrido que nos ofrece el libro: «Escrito en la Historia. Cartas que cambiaron el mundo» del escritor e historiador británico Simon Sebag Montefiore, publicado para México por primera vez en abril de este año por la editorial «Crítica», más que una simple recopilación de documentos, constituya fieles testimonios de vida. Como el propio autor bien dice, «Las cartas son un antídoto literario contra el carácter efímero de la vida. Goethe, reflexionó que las cartas constituyen el recuerdo más relevante que una persona puede legar, y su intuición es acertada, porque mucho después de que los protagonistas han muerto, sus cartas siguen viviendo».
Así, encontraremos en este excelente y recomendable libro, las voces de Stalin, Gandhi, Frida Kahlo, Colón, Picasso, Napoleón, Hitler, Bolívar, Kafka, hasta contar 100 misivas que revelan una conversación íntima de quienes las escribieron, que como ninguna otra, representa una fiel experiencia de cercanía a su sentir y pensar. Sin duda, algo que vale la pena leerse.
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
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