CRÓNICAS TURÍSTICAS

 Huatulco exprés y sin distracción (la costa oaxaqueña)

En ocasiones, el cuerpo humano se manifiesta cansado, saturado de actividades, personas o de los mismos espacios, lleno de aburrimiento o simplemente de hastío por lo que vive de manera cotidiana. Es en esos casos cuando un viaje exprés suele funcionar, para reanimar el espíritu de quien decide emprenderlo, Kary y yo tomamos la decisión de salir del Valle de México, con destino a la costa de Oaxaca, por tan solo un fin de semana y la experiencia resultó recomendable y en todos sentidos regeneradora.

Es cierto que para visitar Huatulco y la cercana ciudad costera de Puerto Escondido se requiere de mucho más tiempo que un simple fin de semana, sin embargo, la intención absoluta de este viaje era el descanso, el reposo total, olvidarnos del mundo por 48 horas o un poquito más y retomar el ánimo de trabajar, que la carga laboral había lesionado seriamente.

La salida del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México fue tempranera como en prácticamente todos los viajes, habíamos decidido aprovechar el día en al playa, pues partimos en viernes, en uno de esos paquetes que una aerolínea norteña ofrece para los viajeros, que como nosotros, no cuentan con el tiempo necesario para estar más días a la orilla del mar, pero que están deseosos y necesitados de pisar la arena costera y darse un chapuzón en el agua salda del océano.

Siempre he sido el gran amante del mar, quizá no me pude adaptar a vivir en la costa, las 3 veces que lo he intentado, pero mi espíritu pisciano arrastra, cuál imán hacia el metal, directito a la playa, incluso soy de las personas que piensan que si estoy mucho tiempo sin ir al mar, por alguna extraña razón, podría morir. Afortunadamente no ha sucedido eso y periódicamente regreso al mar, a ofrecer mis respetos a Poseidón.

En el viaje, todo fue controlado por la aerolínea, como si se tratara de una marcha de pequeños Boy Scout, al mando de algún experto, que los guía para que todo salga como se espera. Desde que llegamos al aeropuerto y nos acercamos al área de atención de la compañía área, nos preguntaron el número de reserva y con eso nos instruyeron para documentar el equipaje y nos citaron una hora más tarde en la sala correspondiente para viajar, sin hacer largas filas, nos subimos al avión en el tiempo acordado.

El trato en la aeronave fue muy bueno, rápidamente nos asignaron nuestro lugar, que ya habíamos elegido previamente de manera online y en 40 minutos, quizá un poco más, nos dieron un tentempié para hacernos más ameno el vuelo y ayudar a nuestros estómagos a mantenerse tranquilos hasta la hora de la comida, que sería ya en el hotel en Huatulco, lo cual fue a las 15:40 horas, cuando llegamos a registrar nuestro hospedaje, en una fila con el resto del grupo que había comprado el paquete. Subimos a la habitación a dejar el equipaje y volvimos al comedor, para probar unos deliciosos camarones frescos y algunos otros manjares, como una papa rellena, que estaba cocinada a las brasas. Una cerveza y un postrecito fueron el colofón de esa primera comida en Las Brisas y a darnos un baño para salir a pisar la arena de la costa oaxaqueña, aunque sea un ratito, pues solo nos quedan un par de horas de luz de día y habrá que buscar algún evento en nocturno en las instalaciones del hotel, que por cierto, son especialistas en el entretenimiento familiar.

La noche llega de prisa y debemos volver a la habitación para darnos un baño y salir a cenar y tomar algunos tragos para sobrellevar el delicioso clima caluroso que nos ha tocado disfrutar en estas minivacaciones exprés, porque después buscaremos un lugar para bailar, antes de ir a dormir. Cada minuto es importante, cuando se trata de tan escasas horas.

La noche se va rápido, entre bailes al interior de hotel, con grupo en vivo y unos tragos llenos de plática divertida, plagada de recuerdos bellos y de expectativas a corto y mediano plazo, aderezadas con un hermoso cielo negro azabache salpicado de estrellas y una deliciosa brisa marina que contrasta con la intensa humedad que se percibe.

La mañana del sábado es deliciosa, el sueño reparador surte su efecto positivo y los primeros rayos del Güero nos llaman a salir de la habitación para caminar por la orilla de la playa, sentir las olas romper y remojar nuestros pies, para después ir a desayunar, considerando que todo está incluido. El desayuno, muy bueno, un poquito de todo, cuyo resultado es una felicitación al chef por tan sabroso manjar.

El día completo es de reposo, con unos mojitos y unas cuantas cervezas recostados en la playa, cubriéndonos del intenso sol con unas sombrillas fantásticas. De vez en cuando, nos lanzamos al mar para refrescarnos, nadamos un poco y volvemos al reposo total. Hace mucho tiempo que no experimentaba un descanso tan profundo como en esta ocasión. Solo nos levanta el hambre, porque ya es hora de comer. Vamos a darnos un segundo festín del día.

La segunda y última noche nos llama y nos alistamos para ello. Volvemos a bailar, cantamos un poco con un rato de mariachis que llegaron al hotel. Para cerrar, una muestra de bailables oaxaqueños que se presentan en el auditorio del hotel entre muchísimos huéspedes, sin duda, una actividad que llama la atención de una forma destacada.

Volvemos a dormir, no sin antes, dar una caminadita final por el hotel, la siguiente mañana será muy corta, pues debemos desayunar bien, empacar y hacer check out, despedirnos del mar, será un momento muy breve, pero necesario. La conclusión que me queda de este viaje exprés es favorable, en poco tiempo se puede descansar y recargar energías.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero

en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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