¿Cómo debemos interpretarlo?
La detención del ex gobernador priista de Chihuahua César Duarte Jáquez en Estados Unidos con fines de extradición hacia nuestro país, es una hoja más de la ‘margarita’ que en su momento presumió Enrique Peña Nieto como el puñado de gobernadores de la nueva generación que vendría a cambiar al país: Beto Borges (así le decía él), de Quintana Roo; Rodrigo Medina, de Nuevo León; César Duarte Jáquez, de Chihuahua; Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz, entre otros.
De este ramillete de los gobernadores de la ‘nueva generación’, todos han sido o son investigados, algunos detenidos, procesados o sentenciados. Al final, todos se convirtieron en íconos del sexenio señalado como el que alcanzó el más alto nivel de corrupción, pero también de impunidad.
Desde siempre –no de ahora, para que luego no salgan con la cantaleta de ‘y por qué no criticaban a los de antes’-, desde que Peña Nieto era el Presidente de México, consideré y lo expresé recio y quedito, que el principal problema del mandatario mexicano, es que siempre le fue más leal a sus amigos que al país. Los toleró, les permitió a pesar de todos los señalamientos que un día sí y otro también se hacía en los medios de comunicación, que hicieran y deshicieran a su antojo en sus respectivos estados, la mayoría de los mencionados, que terminaron con deudas públicas descomunales.
Duarte Jáquez, me parece que había hecho un papel decoroso como legislador federal, mientras alternaba su papel como político con su actividad empresarial de compra-venta de autos usados en su natal Chihuahua.
En seis años como gobernador de su entidad, el priista fue acusado de cualquier cantidad de operaciones con recursos de procedencia ilícita, se hizo de varios, enormes y productivos ranchos ganaderos principalmente, pero también agrícolas, e incluso una de las acusaciones que pesan sobre él es por el desvío de recursos públicos para la compra de un banco, así como desvío de recursos para campañas de políticas de su partido.
Pero ¿cómo debemos interpretar la detención de César Duarte? ¿qué lectura debemos darle? ¿Qué ha pasado con cada uno de los ex gobernadores mencionados al principio de estas líneas? ¿Lo traerán como al otro Duarte, le quitarán propiedades, luego le irán quitando delitos para acortarle su estancia en prisión y se le devolverán también las propiedades incautadas como al otro Duarte, al veracruzano?
El principal cáncer de este país –y esa no es una frase nueva acuñada recientemente, desde hace muchos años se considera así-, es la corrupción, pero también muchas veces he insistido que todavía peor es la impunidad, porque si ésta no existiera de manera tan descomunal, aquella no digo que desaparecería, pero al menos se controlaría de manera importante. En ese país se delinquía – y se sigue delinquiendo-, porque se sabe que no hay castigo para los criminales, para los corruptos, para los defraudadores, la corrupción existe porque la impunidad es la que la alienta, y la mayor parte de las veces al cobijo del poder.
Nada más por metiche y preguntón, por qué si el caso de los Duarte, de Borges, de Medina y tantos muchos otros gobernadores señalados y acusados de malos manejos, de desvíos, de corrupción; de ex funcionarios como Emilio Lozoya, o empresarios como Alonso Ancira, de realizar transacciones fraudulentas en contra del gobierno no son castigados ejemplarmente para que sirvan como referencia para todos los demás.
El mayor castigo que reciben aún antes de ser detenidos, es el juicio mediático en su contra, como si tuvieran mucha pena y les doliera en el bolsillo las exhibiciones públicas que se hacen de sus conductas, como si conocieran la vergüenza, total se la aguantan tantito, a lo mejor pisan la cárcel un rato, y luego por generaciones a disfrutar del dinero mal habido.
Pero igual la corrupción alcanza a todos los partidos. Obvio que los que mayor tiempo estuvieron en el poder, son los más cuestionados porque además hay más ejemplos y más tela de dónde cortar; se suma en niveles de cuestionamientos y juicios a quienes enseguida alcanzaron también el poder; es decir se va sometiendo al escrutinio y al juicio popular a los que ostentan el poder, a los que llegan a éste. No se puede tener una opinión de lo que no se conoce, de lo que no se ha probado, pero una vez probado, ya se puede tener una opinión, y ya no son dos los únicos partidos que han gobernado este país, ya son tres los que tendrán que enfrentar el juicio de la historia, favorable o desfavorable. Ya veremos.
Por lo pronto, la detención de Duarte Jáquez cómo debemos interpretarla, como que ahora sí se dejará caer con todo su peso la mano de la ley y habrá castigos ejemplares para él, para Lozoya, para Ancira, ¿o es solamente una acción política y mediática del momento, que todavía sigue siendo la constante? Ya veremos.
@JulianParraIba
Autor
- Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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