La política de ángeles y demonios
Con las elecciones de 2021 en el horizonte, la presentación del supuesto bloque opositor identificado por el Presidente y sus aliados como BOA, junto a los recientes escarceos partidistas que perfilan la conformación de una coalición opositora integrada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano y una oficialista compuesta por Morena, PT y Verde Ecologista, hicieron sonar los tambores que anuncian la batalla electoral más desenfrenada y campal que se recuerde.
Imaginemos el escenario: Morena contra sí mismo. Morena contra todos. El Presidente contra los gobernadores. Empresarios contra AMLO. La oposición intentando no caer víctima de su propia historia. Los progresistas teniendo en la mira a los conservadores. La izquierda sin rumbo, enfrentando a una derecha extraviada. El centro vacío. El PRI en el rincón, castigado.
Una auténtica locura. Desde las nobles aspiraciones hasta las maliciosas ambiciones encontrarán en la mesa un enorme pastel con más de 21 mil cargos en disputa. No obstante, a pesar de sus dimensiones, la tarta no será suficiente. Las pasiones se desatarán. Los aspirantes pelearán por la última regiduría de un pequeño ayuntamiento con menos de 5 mil habitantes, como si fuera una senaduría.
Incluso, hay quienes afirman que el rumbo del país entero estará en juego. Porque a los 300 distritos de mayoría, habrá que sumar 200 plurinominales y 15 gubernaturas. No se juega la Presidencia, pero, por su magnitud, será la elección que más se le aproxime.
Estoy seguro además, que los medios de comunicación no perderán la oportunidad de subir al ring. Siendo que algunos de ellos lo harán como luchadores, olvidándose de su papel como espectadores. Explicita o tácitamente, las televisoras y los periódicos tomarán partido, ya sea del lado de los técnicos o cobijando a los rudos.
No queda de otra: rudo o cursi. En esta próxima elección no habrá un espectro ideológico multicolor que vaya desde la izquierda, pase por el centro y se extiende hasta la derecha. Porque, como ya lo dijo y lo ha insistido el Presidente, o eres liberal o simpatizas con los conservadores. De esta manera, el arcoíris que ha caracterizado a la política mexicana en las últimas elecciones quedará empañado por un monocromo que brinca del blanco hasta el negro, sin grises intermedios.
A decir verdad, me niego a pensar que la próxima elección se convierta en un “Good versus Evil”. Las manifestaciones que tratan de dibujar el próximo proceso electoral a partir de ángeles que hacen el bien contra astutos demonios que los impugnan, no abona a la participación democrática de ciudadanos cansados de la política visceral y bélica.
Creo, más bien, que el 2021 debería convertirse en una contienda entre oficialistas y opositores. Reconociendo que, en cada uno de los bandos, podría concurrir un crisol de manifestaciones ideológicas y estilos de gobierno.
El estilo bélico que actualmente se vive en el país quizá debería hacernos repensar el daño que se causa a la concepción que los ciudadanos tienen de la política. Por lo que, exigir a los electores elijan entre el “bueno” y el “malo”, sería cerrar la posibilidad de contrastar proyectos, resultados y capacidades de gobierno.
Los ciudadanos no somos dioses que tengamos que juzgar la vida de los políticos, condenarlos al infierno o salvarlos en el cielo. El votante tiene una misión más terrenal: premiar o castigar al gobierno.
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