“Sostenemos como evidente que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de derechos inalienables; como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Así reza el texto de la Declaración de Independencia de Estados Unidos. No obstante, los padres fundadores se referían a dichos hombres, como los de su misma raza, sin incluir a los esclavos de raza negra, que eran vistos como herramientas de trabajo, propiedad de esos hombres.
Los problemas de tensión racial en Estados Unidos datan desde su misma fundación en 1776. De ahí hasta la fecha sólo ha habido dos grandes avances en pro de la igualdad: la abolición de la esclavitud que firmó Abraham Lincoln en 1863 en plena Guerra de Secesión, y 101 años después, la Ley de Derechos Civiles que prohibió la discriminación por raza, origen, religión u orientación sexual.
Pero una cosa es lo que dice la ley y otra cosa es el sentimiento de incomodidad racial que vive en un sector de la sociedad estadounidense, el cual se va transmitiendo de generación en generación. Porque aun cuando el derecho prohíbe la discriminación, no quiere decir que no haya gente que aun crea en la supremacía blanca, porque sus padres se los inculcaron, y seguramente, ellos les pasarán esas mismas ideas a sus hijos.
Hoy Estados Unidos está bajo fuego en protesta por la muerte de George Floyd, un afroamericano que fue detenido por supuestamente pagar con un billete falso de 20 dólares. “No puedo respirar” fueron sus últimas palabras mientras un oficial de policía blanco le sometía asfixiándole con su rodilla en el cuello.
Pero este caso no es aislado. Rodney King, Eric Garner y Trayvon Martin son algunos hombres negros que padecieron el uso excesivo de la fuerza a manos de policías blancos. Y peor tantito, en dichos casos, los oficiales agresores fueron exonerados, en un claro sesgo racial en la impartición de justicia, lo cual aviva la tensión social desatando movimientos como Black Lives Matter, es decir, las Vidas Negras Importan.
Y si a eso agregamos un liderazgo polarizador, como el de Donald Trump, que incita a la división social, se burla del origen étnico de las minorías, que solapa a los movimientos neo-nazis, y además jala el caso Floyd hacia su interés electoral, tenemos la combinación perfecta para un estallido social que ha derivado en el toque de queda en 40 ciudades, incluyendo Washington, D.C.
Lo curioso es que hay de todo en las protestas: hombres, mujeres, blancos, negros, supremacistas, instigadores a la violencia, activistas sociales, ciudadanos pacifistas, policías violentos y policías que se han sumado a la manifestación. Todos tienen una causa que defender y están dispuestos a movilizarse, lo cual es válido, pero no cuando hay violencia. Eso radicaliza más a la sociedad, de por sí ya en los extremos.
Este conflicto no tiene una salida fácil porque es transgeneracional. Pueden pasar varias generaciones antes de que haya una verdadera sutura social. Lo único que queda por ahora es que impere la ceguera de la justicia y el respeto a la coexistencia, establecidos por ley.
Si no han visto Green Book, película ganadora del Óscar, véanla. Tiene un gran enfoque sobre la discriminación racial, englobado en una cita: “No puedes ganar con violencia. Solamente vences cuando mantienes la dignidad. La dignidad siempre prevalece.”
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael.
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