En tanto resuelvo el dilema sobre si el gobierno de López Obrador, está integrado por una pandilla de chiflados o son en realidad un grupo de vividores que se hacen los locos por conveniencia, escribiré sobre la colaboración que muchos animales están dando en la lucha contra el coronavirus.
Y no es que en cada artículo quiera buscarle cosas negativas al presidente, al contrario; me choca escribir sobre él, pero no quiero dejar pasar como si nada, los numeritos de la semana.
El miércoles 21, aseguró en su mañanera que antes de tomar posesión mandó “limpiar” la silla presidencial “porque oí que en una visita que hizo a Palacio, (Emiliano) Zapata no quiso sentarse en ella, por embrujada.”
Triste tener un Presidente que en pleno año 2020, cree en brujerías y peor si, además, deforma la Historia.
Lo que dijo Zapata cuando en diciembre de 1914 llegó con Pancho Villa a Palacio Nacional, y éste se sentó para la foto en el sitial presidencial, fue que él no lo haría porque el poder volvía locos a quienes ahí se sentaban.
Pero está visto que cuando se es ese tipo de presidente, puede decirse en cadena nacional lo que se le ocurra.
Y véase la necedad, teniendo México cerca de 75 mil infectados y más de ocho mil cien muertos, repite diariamente frases de hace más de mes y medio: “ya domamos la pandemia” “aplanamos la curva”; y con incongruencia, insta a la gente a quedarse en sus casas al mismo tiempo que se niega a modificar los fines de semana largos, “porque urge promover el turismo.”
Bueno, regreso a mi tema.
Durante siglos y en todo el mundo, se han utilizado animales para experimentos de laboratorio.
Recuerdo ahora, a un pobre chango que en 1976 o 77 se retorcía desesperado en una jaula del laboratorio del Instituto Nacional de Neurología mirándome con ojos angustiados, como pidiéndome ayuda.
Su estado se debía, a que le hicieron fumar mariguana y le inyectaron otras drogas, buscando entender el comportamiento de personas violentas y adictas; que, por cierto, mejoran sensiblemente cuando tienen una mascota.
Conocemos el beneficio y poder terapéutico que, sobre niños afectados por discapacidades motrices y mentales, tiene el contacto con caballos, delfines y casi cualquier animal; y lo mismo ocurre con adultos que padecen cáncer, Alzheimer y otras enfermedades seniles.
Y en estos momentos, no es poca la ayuda que han prestado para reducir el estrés causado por la pandemia y el confinamiento, 500 millones de mascotas que viven en hogares de todo el mundo.
Estrés que seguramente se incrementará en México, por las consecuencias económicas y sociales de más de dos millones de empleos perdidos y la incorporación de 12 y cuarto millones de mexicanos, a la indignante y afrentosa suma de 53 millones que sobreviven en la pobreza.
Pero a López Obrador, cabeza de un gobierno que se ufana en presumir que primero son los pobres, no parece preocuparle.
Porque acaba de anunciar que, en lugar del económico «que no es tan importante», se empezará a medir en México “el bienestar del alma»; concepto inventado por él y que “querrán copiar muchos países.”
Ay Dios mío, apuesto que rebosan bienestar las almas de familiares y amigos de enfermos y fallecidos.
Y de desempleados y emigrados, que buscaron mejor porvenir en Estados Unidos, dónde la enfermedad y Trump han pegado duro; y en cuyos hospitales se están empleando perros, para auxiliar al personal de salud a relajarse tras extenuantes jornadas.
Por su capacidad para detectar olores y dado que cada enfermedad desprende uno diferente, en Francia entrenan perros para identificar contagiados de Covid-19.
Y en otros lugares, científicos están recurriendo a distintas especies animales para buscar vacunas o encontrar cura.
Además de los conocidos conejillos de indias de siempre: conejos, ratones, hamsters y hurones, se están usando visones.
Y se estudian monos, en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Tulane.
En Chubut, Argentina, investigadores revisan una molécula presente en el pigmento y los huevos de los erizos de mar; que, por sus propiedades nutricionales, antioxidantes, antivirales y antimicrobianas, podría inhibir el virus.
Y científicos que en Bélgica venían trabajando en el combate de otros coronavirus, están analizando ahora la respuesta inmunitaria de las llamas sudamericanas.
Algunos de esos trabajos, se mencionan en notas periodísticas sobre las reuniones a las que cada jueves, convoca la Organización Mundial de la Salud; para que los expertos compartan los avances en el desarrollo de vacunas contra este virus, que poco conocemos y tantas y desagradables sorpresas nos ha dado.
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