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El Estado primitivo
El Estado está de regreso. Si desde el fin de la Guerra Fría imperó la idea del Estado como problema, hoy ante el coronavirus reina la concepción del Estado como solución. Inclusive famosos diarios libertarios como The Economist y Financial Times han apoyado el papel del Estado para salir de la presente crisis sanitaria y económica: “El Estado debe actuar decisivamente” dijo el primero; “Los gobiernos deben aceptar un rol más activo en la economía” declaró el segundo. Sin embargo, mientras que gobiernos de derecha e izquierda encauzan sus políticas en ese sentido, en México se encaminan en dirección contraria: en el empequeñecimiento y simpleza de nuestro Estado.
Si el Estado moderno se caracteriza por su secularización, entonces se prevé un retroceso en el Estado mexicano. Nuestro actual jefe de Estado es un hombre profundamente religioso, aunque incapaz de separar su moralidad religiosa de la vida pública del país. Se dice admirador de la Reforma y los liberales, pero con sus palabras y hechos da revés a las ideas de aquella generación de mexicanos. El extinto Partido Encuentro Social (PES) fue un aliado electoral de AMLO y obtuvo una bancada de alrededor de 40 legisladores; las primeras concesiones de radio han sido entregadas a diversos grupos religiosos con nombres como “Visión de Dios” con el respaldo expreso del presidente de la República; el reparto de la “Cartilla Moral” se le encargó a la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas, lo cual es violatorio del artículo 130 constitucional; y dichas organizaciones participan activamente en algunos programas sociales, como Jóvenes Construyendo el Futuro.
Si el Estado moderno se caracteriza por la diferenciación y especialización de funciones, entonces se prevé un retroceso en el Estado mexicano. El presidente de la República tiene un profundo gusto por las Fuerzas Armadas, y ha empoderado su papel en detrimento del resto del aparato burocrático mexicano. Peor aún, las Fuerzas Armadas han absorbido nuevas funciones ajenas a su naturaleza, comienzan a convertirse en empresarios y han recibido fuentes de financiamiento propias. A menos de dos años de gobierno lopezobradorista las Fuerzas Armadas han asumido la responsabilidad de la seguridad pública federal a través de la Guardia Nacional; tienen el encargo de contener la inmigración y combatir al huachicol; construyen los Bancos del Bienestar y protegen el traslado de recursos públicos; construirán, administrarán y se beneficiarán del aeropuerto de Santa Lucía a través de la empresa AIFA SA de CV, compañía creada por la SEDENA; y han arbitrariamente estrechado el concepto de “seguridad nacional” al haber catalogado así dicho proyecto aeroportuario para poner fin a las impugnaciones judiciales.
Si el Estado moderno se caracteriza por la existencia de amplios y profesionales cuadros burocráticos, entonces se prevé un retroceso en el Estado mexicano. Existe la leyenda negra en México de exceso burocrático y sobrepeso estatal. Nada mas alejado de la realidad: el empleo en el gobierno mexicano (tanto federal como local) como porcentaje del empleo total en el país es de 14%, mientras que el promedio en los países de la OCDE es de 17.7% (“Government at a Glance 2019”, OCDE). Este número inclusive incrementa en países escandinavos: por ejemplo, en Noruega el 30% de la fuerza laboral trabaja en el gobierno.
Sin embargo, el presidente ha insistido en adelgazar al Estado y, ante el coronavirus, ha doblado la apuesta. Por ejemplo, se ha hablado mucho del uso que tendrá la banca de desarrollo para promover el crecimiento económico, pero en una medida importante ha sido desarticulada. Para febrero de 2019 ya habían salido alrededor de 300 directores de área ante los ajustes salariales (“Banca de desarrollo se paraliza en el gobierno de AMLO”, El Universal, 25/02/19), y previsiblemente para este año habrá una disminución de 22% en sus préstamos. Asimismo, el nuevo recorte arbitrario de 50% en el gasto operativo del gobierno federal mermará aún más las capacidades institucionales del Estado mexicano.
La usurpación religiosa, el superávit marcial, la inanición presupuestal: es el descenso hacia el Estado primitivo, ese Estado que imperaba en el México del S. XIX y que tanto trabajo nos costó superar.
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