La inseguridad pone a prueba a Morena
En una sociedad consumida por el crimen y la violencia, el error que puede cometer un régimen es despreciar, o peor aún, impedir que la ciudadanía se alce para afrontar la crisis de seguridad en la que nos encontramos.
Al contrario, deberíamos estar plenamente convencidos de que cuando una sociedad se encuentra al borde del abismo y a punto de su disolución, la respuesta no está en la política de gobierno o en las creencias mesiánicas de los individuos.
Un pueblo que rompió sus propias reglas, infringiendo las más elementales normas de convivencia y respeto a la vida, no sanará a golpe de incrementar los presupuestos destinados a la seguridad, llenar las fronteras de guardias o entonar sermones de paz y fraternidad.
Las recetas son inútiles para curar a un paciente que se encuentra en estado de “anomia”, situación identificada por Émile Durkheim como el momento en el que una sociedad se desvía de su misión solidaria, dando paso al pillaje y a la violencia como las normas de conducta que implícitamente gobiernan y que terminan destruyendo la vida en comunidad. Probablemente ésta sea la explicación de los fracasos del gobierno para combatir la violencia y la inseguridad de los últimos sexenios.
Una sociedad deteriorada, requiere de un cambio brusco que le permita recobrar los vínculos de cohesión y detener la extinción masiva de las buenas conductas, positivas y solidarias.
Por lo que, utilizando el concepto de homeostasis, entendido como el mecanismo que permite a los organismos vivos restablecer su propio equilibrio, el pueblo, para adaptarse y sobrevivir, está llamado a manifestarse, emitir todos los gritos de “auxilio” que crea conveniente, cohesionarse y hacer la tarea.
Si el gobierno no respeta las movilizaciones, sería lo mismo que no ser o negarse a transformar las prácticas políticas del pasado. En otras épocas el gobierno reprimía con el uso de la violencia física y financiaba esquiroles para romper las movilizaciones. Sin embargo, debe quedar claro que también la violencia mediática e ideológica, ejercida desde el poder, es una forma de represión.
Estancar el deseo de manifestarse en contra de la violencia y específicamente en contra de los feminicidios, significa colocar una lápida sobre una sociedad famélica que busca justicia y que sueña con una visión distinta y promisoria.
A fin de cuentas, “si el pueblo es sabio, entonces el pueblo sabrá curarse”. Si los ciudadanos optan por tomar las calles, manifestarse en las redes, suspender labores o incluso tomar oficinas de gobierno, podría convertirse en una enseñanza incomoda para un régimen que pretende transformar al país y que, curiosamente, nace y se fortalece con la gracia de las movilizaciones. ¿Acaso Morena no es un movimiento que despliega cuadros y simpatizantes para intentar curar a una sociedad herida y regenerar a la nación?
Si bien la lucha en contra de la inseguridad y la violencia es un terreno en donde la sociedad está sorprendiendo, también es cierto que los grupos que organizan las movilizaciones y protestas, incluida la acción colectiva denominada el Nueve Nadie se Mueve, deberán ser cautelosos para no caer en la tentación de convertirse en extremistas que esgrimen el tema de inseguridad como pretexto para su subversión como opositores políticos al gobierno.
Esas “alianzas sospechosas”, mediante las que los movimientos sociales se mezclan con los partidos de oposición, terminarían convirtiendo lo que podría ser una “Primavera Mexicana” que clame un alto a la violencia en contra de las mujeres, en una gran degeneración demagógica que conduciría a los movimientos hacia su autodestrucción.
Es cierto que los feminicidios, el rapto y asesinato de menores o el crimen de estudiantes no surgieron en este sexenio. La realidad es que México entró en descomposición desde años atrás. Pero reconozcamos que tampoco habíamos oído que, de forma anticipada y arbitraria, a esos gritos de “auxilio” se les tratara de etiquetar como movimientos de carácter político e ideológico.
No entiendo sinceramente porqué algunos integrantes del régimen se alarmaron frente al movimiento el Nueve Nadie se Mueve. La sociedad está herida y exige políticos que se encuentren a la altura de las circunstancias. Parafraseando a Salvador Allende podríamos decir que “Ser de Morena y oponerse a las movilizaciones sociales es una contradicción política e incluso ideológica”.
olveraruben@hotmail.com
Autor
Otros artículos del mismo autor
- MEXICO23 noviembre, 2024Prevención y erradicación de la violencia, camino para una sociedad en paz y equilibrio
- EL MUNDO23 noviembre, 2024El 2024 ya es el año con más trabajadores humanitarios muertos
- COAHUILA22 noviembre, 2024Estamos sentando las bases de un gran proyecto para la Salud Mental: Manolo
- OPINIÓN22 noviembre, 2024ESTE ES EL CAMINO