Colegio Cervantes, lección y prevención
Jamás imaginamos que el pasado 10 de enero se convertiría en un día triste para Coahuila y cansado para sus autoridades. De la sorpresa e incredulidad, pasamos a la conmoción en la medida que nos enterábamos de los detalles y la magnitud de lo sucedido en el Colegio Cervantes en Torreón.
Todo parecía normal. Un día más de clases. Pero la monotonía era sólo el embustero presagio de lo que vendría después. Un alumno de primaria dispara y hiere a otros niños, mata a su maestra y posteriormente termina con su propia vida. Un acto de violencia de lo más doloroso. Pérdida de vidas sin sentido, sin móvil, sin culpables.
No es la primera vez que sucede. Recordemos los hechos fatales de 2017 en un colegio de Santa Catarina, Nuevo León. Un joven de 15 años abre fuego en contra de sus compañeros y de su maestra antes de dispararse a sí mismo.
Lo ocurrido dejo dos preguntas que hasta el momento las autoridades no han logrado responder: ¿qué sucedió realmente en el Colegio Cervantes? Y ¿se pudo haber evitado? Las respuestas entrañan un estricto ejercicio de autocrítica, conocimiento y humanidad, al grado de que, en estos casos tan publicitados y delicados, lo mejor es quitarles el micrófono a los políticos y dejárselos a los especialistas.
Considero que en ninguna circunstancia fue correcto relacionar los hechos con un videojuego. La información que ha venido surgiendo respecto al entorno familiar de José Ángel nos conduce a suponer que los acontecimientos entrañan una problemática más profunda y compleja, que se pude configurar como un problema de salud pública y de atención multidisciplinaria. En última instancia, un videojuego puede revelar una táctica para ejercer la violencia, pero el origen y el detonante se encuentran en otra parte.
Además, los especialistas han detectado un incremento alarmante en el número de suicidios en grupos de edad menores a los 19 años. Algo está invadiendo el contexto social, escolar y familiar de los niños y jóvenes que los empuja hacia acciones violentas con consecuencias fatales.
Por otra parte, el periodismo también intervino en un intento por darle una explicación al suceso. Lamentablemente, en algunos casos, tomaron partido y erróneamente configuraron el hecho como una secuela de una supuesta guerra en contra del crimen iniciada en sexenios pasados. Hay mucha política y algo de catarsis en los comentarios de esta naturaleza.
Estoy de acuerdo en que la política de seguridad fracasó en materia de prevención social de la violencia y el delito, pero de eso a culpar de un hecho tan singular a las autoridades del pasado, es un acto de desinformación que de ninguna manera abona a la explicación del fenómeno. Desde este enfoque, entonces, las autoridades actuales también deberían tener algo de responsabilidad. En estos casos, insisto, un buen periodista es aquel que escucha y le pone el micrófono a un especialista.
Por más cotidiana y extendida que parezca, en ningún momento debemos acostumbrarnos a la violencia, mucho menos cuando en estos actos los protagonistas son niños y el escenario es una escuela.
Pero, ¿es posible detectar y prevenir casos como el del Colegio Cervantes? No lo sé. Sin embargo, existen políticas públicas que han demostrado su eficacia. En algunos países y estados de la Republica se han venido implementando con éxito, en coordinación con padres de familia, programas de prevención y detección de conductas de riesgo en los alumnos, junto a modelos de intervención que aseguran la sana convivencia escolar y familiar.
De tal manera que, para Coahuila, hoy es el día para dejar de echar culpas a videojuegos y ex presidentes. Los ciudadanos pedimos al gobierno estatal que responda con una política de prevención bien diseñada y mejor implementada, desde la escuela y, fundamentalmente, desde el hogar.
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