UN REFERENTE A IMITAR  

Discreta, como fue siempre, murió la madrugada del martes la maestra María Elena Cepeda De La Peña.

Se distinguió la profesora Malena, entre otros atributos, por su entrega responsable y compromiso, primero como maestra de educación preescolar, y luego a su paso por diferentes cargos en el escalafón magisterial.

Una vida entregada a la formación, primero de los párvulos y luego también de quienes recién egresaban de la Normal de Educadoras y llegaban a su primera experiencia laboral en alguno de los planteles en que fue directora o bien en los que le tocaba supervisar como inspectora de zona, un papel que lejos de asumir con prepotencia lo tomó con voluntad y disposición a servir de guía y orientación a las que se iniciaban en esa profesión que ella tomó y vivió como apostolado.

Ya de por sí trascendente su labor en las aulas y en la estructura educativa, sin embargo no se limitó a ello. Fue también baluarte  y fortaleza de su familia, pues huérfana de padre desde muy joven, se destacó como una hija y hermana atenta, solidaria, generosa, como lo fue igualmente con primos y sobrinos.

También en el barrio en que vivió, el Saltillo oriente, hizo sentir su presencia como vecina participativa y bien dispuesta, al igual que lo fue en el gremio magisterial, en el que estuvo afiliada a la Sección Quinta del SNTE.

Una vez jubilada, tras concluir sus últimos años de servicio en Monclova, se involucró en nuevas causas y llevó sus afanes a la tierra paterna, Arteaga, donde participó activamente en la Asociación Civil San Isidro, que operó durante muchos años un centro de rehabilitación física para el servicio de las familias de las comunidades serranas.

Tampoco era extraño ver a la profesora Malena en alguna tarea partidista, y cumplía desde luego puntualmente con su vida religiosa.

Ahí estaba,  con su familia, con sus alumnos, con sus compañeros, con sus vecinos, en alegrías y tristezas, siempre presente, siempre involucrada, pero también siempre con prudencia y respeto, sin afanes protagónicos ni pretensiones.

Sin duda que su mano tocó a muchos. Su consejo oportuno, su entusiasmo, su compañía solidaria deben haber marcado, para bien, muchas vidas, pues la suya no fue una generosidad que se traduce en lo material o se monetiza, sino que la brindó en algo aún más valioso, en tiempo, afecto, acompañamiento.

Acaso parecerá extraño que en un espacio como este, en que habitualmente abordamos asuntos eminentemente políticos o del sector público, dirijamos la atención a un personaje como la recién fallecida profesora.

En un momento como el que vive nuestra sociedad, en donde más que consternados por la tragedia que se vivió el viernes anterior en un colegio particular de Torreón, estamos hasta cierto punto pasmados, sin respuestas ni claridad en lo que dejamos de hacer y debemos atender ahora como comunidad, hay que buscar referentes de vida y conducta.

Fenómenos como la violencia intrafamiliar, la incidencia de suicidios, la preocupante adicción a alcohol y drogas de nuestros jóvenes cada día a más temprana edad, nos plantean un panorama complejo que sin duda rebasa a sociedad, instituciones y autoridades, que puede abrumarnos y alejarnos de las alternativas más simples para encauzar una solución.

Hoy en día es fácil construir liderazgos vacíos y aspiraciones frívolas, el mundo vive en una inercia que hacia allá arrastra. La fama la dan los escándalos, no las virtudes, el renombre se obtiene de los logros materiales no de las vidas responsables y equilibradas, habría entonces que voltear los ojos a quienes sin siquiera proponérselo, pues no viven más que en congruencia a sus valores, creencias y formación, son ejemplo a seguir.

Si hubiera más hijas, hermanas y tías solidarias, fraternas. Si hubiera más maestras entregadas. Si hubiera más vecinos que se involucran, más no se entrometen. Si hubiera más ciudadanos comprometidos. Si hubiera pues más Malenas, este sería sin duda un mejor lugar para vivir.

Y seguramente las hay, el caso es voltearles a ver, valorarlos y darles su lugar, porque si los problemas están en el tejido social, es ahí donde hay que solucionarlos, no son situaciones que dependan de un decreto o de un programa de gobierno.

 

edelapena@infonor.com.mx

 

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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