MUY SANO Y FELIZ 2020

 Santiago de Chile. Arreglando cajones antes de hacer mis maletas para venir a Chile, encontré una revista Time de febrero de 2016 que guardé para cuando tuviera tiempo de leer su reportaje central sobre el envejecimiento, principal riesgo para multitud enfermedades.

Y como sus recomendaciones para envejecer mejor me parecen vigentes, se las comparto como sugerencias para los propósitos de año nuevo.

Las más importantes son hacer ejercicio físico y mental, combatir el estrés, involucrarse con la comunidad, fomentar lazos con familia y amigos, ayudar a los necesitados, aprender nuevas cosas, meditar, no comer azúcar y no comer tantas carnes rojas y productos lácteos.

Pero aunque seguirlas es de importancia vital, los autores advierten que si se viven muchos años es inevitable sufrir algún tipo de demencia senil.

Y en tanto se descubre y comercializa una medicina para tratar esas demencias, todos coinciden en que ejercitar el cuerpo es la medida más sana que podemos tomar; y en que  lo mejor es hacerlo con ejercicios como natación, caminata y bicicleta; aun cuando ésta, sea estacionaria.

Para estar en condiciones no es necesario pasarse la vida en el gimnasio ni volverse vegana; basta con hacer pequeños cambios de vida que incluyan moverse más, comer mayor cantidad de verduras y frutas y menor

de carne y, sobre todo, hacer caso de lo que el propio cuerpo va pidiendo.

Y para quienes ya padecen alguna enfermedad relacionada con la vejez, aconsejan iniciar los cambios de inmediato para evitar que cuando lo hagamos sea demasiado tarde para revertir lo dañado.

Los expertos establecen una íntima relación entre la inflamación y padecimientos que van de la artritis, a problemas cardíacos y cáncer; lo que ocurre, porque en los tejidos inflamados las células inmunes se destruyen a sí mismas.

Explican que nos pasamos la vida temiendo la muerte “y de repente la tenemos encima, antes de casi darnos cuenta”; y que, aunque morir no sea algo que se espere con regocijo, quienes han envejecido bien le temen menos.

Y aseguran que la razón para que personas de pésimos hábitos alcancen a vivir en buena forma muchas décadas, radica en que heredaron buenos genes.

Recordé al respecto, a la madre de una amiga que fumaba como loca, no hacía ejercicio y pasó sus últimos 30 años sin levantarse de su cama hasta que murió, tras molestar a media humanidad, poco después de cumplir 99.

Indican que no podemos cambiar los genes, pero sí modificar nuestros patrones de conducta y que por razones que aún no se conocen, hay personas que los heredaron buenos, pero que no se les comportan igual de bien que a otras.

Casi el final del extenso documento y como para animarnos en eso de los buenos propósitos, Time publica las características de algunos animales longevos; pero la verdad es que sus vidas no parecen muy atractivas.

No quisiera ser, como la almeja marina, aunque pueda vivir más de 500 años, porque imagino muy aburrida su existencia; pero saber que pueden vivir tantísimo, me produjo remordimientos por todas las que me comí en su plena juventud.

Tampoco quiero ser murciélago europeo, con todo y que viven más que los otros debido a que sus hormonas les ayudan a conservarse jóvenes; o tortuga, aunque pueda durar de más de cien años, porque ni me agrada la lentitud ni quisiera pasarme la vida cargando mi casa.

No se me antoja pertenecer a esa especie de rata desnuda que es inmune al cáncer, aunque viva mucho; o perico de los que llegan a cumplir más de 80, en perfectas condiciones.

Ni sabría qué hacer con la trompa, si fuera alguno de esos elefantes centenarios.

Pero no me importaría, ser ballena; porque además de que me encantan, entraría en el grupo de seres libres de cáncer y enfermedades seniles.

En fin, en caso de no haber sido humana creo que lo mejor hubiera sido ser una preciosa aguamala porque sus parejas son muy amorosas y en lugar de envejecer van rejuveneciendo y rejuveneciendo, hasta que empiezan un nuevo ciclo de vida sin morir.

Algo semejante pasa a los erizos rojos de mar, que son bellezas que logran sus espinas no envejezcan y que las células que determinan la edad no se acorten con el tiempo, como nos sucede a los humanos; pero no me gustaría, que mis espinas pincharan quedaran pies de niños, hasta ser extra’idas con gotas calientes de vela de sebo, como nos hacía mi papá de chicos; cuando por ir corriendo de roca en roca en Acapulco, quedábamos erizados.

 

Autor

Teresa Gurza
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