Hace unos días estuve en Villa Unión, la vida me concedió este, no sé si premio, pero me dio la oportunidad de ir a donde había ocurrido un hecho sin igual. Después de lo vivido en Allende, Coahuila, donde más de 300 personas desaparecieron y cientos de llamadas de auxilio se dieron al 066, que en ese entonces era el número de emergencia y en donde muy cerca había una guarnición del ejército mexicano; pero nunca les brindaron ayuda.
Todo fue muy diferente, llegué y lo primero que pude ver fueron los boquetes de los disparos sobre casas, locales y vidrios. Un pueblo fantasma, todo mundo escondido y temeroso. Y como no, imagínese que lleguen a su casa a balacearla por 3 horas. Las fotos y videos de mis amigos y maestros del periodismo: Juan Andrés Martínez (que el sábado pasado fue su cumpleaños) y de Iván Sánchez, me dejaron atónito.
En los primeros momentos, y más cuando el gobernador, bajo un intenso operativo de seguridad, visitaba el lugar, cuentan que cuando el gobernador se hizo presente esa noche, aun había escaramuzas entre el cartel del noreste y las fuerzas del orden de Coahuila en las orillas del pueblo y sobre todo en las brechas que conducen al lugar. Llegué el martes, tres días después de la refriega.
La seguridad se hacía presente recorrido por las calle los GATES, la Guardia Nacional y el valiente Ejercito Mexicano. Lo primero que vi, y era lo único abierto, era la iglesia del Santo Niño de los Peyotes Santo Patrono (300 años de existencia tiene esta iglesia y ninguna bala, esquirla la tocó, ni aun Cristo que estaba en Presidencia Municipal).
La imagen que buscaba, era la Presidencia, pero para mí sorpresa ya estaba siendo remodelada, estaban levantado sus paredes, remozando las heridas de un sábado que todos buscaban olvidar. Las heridas se veían por todo el centro de la ciudad, la gente tenía miedo de hablar, los edificios mudos testigos de los hechos recogían en sus paredes los sentimientos del pueblo.
Pude platicar con varios vecinos, una joven madre de familia: “estaba almorzado con mi esposo y vimos muchos hombres caminado por la calle, de repente se escucharon los balazos bien fuertes y me tiré con la niña abajo del fregadero, la abracé, le tapé los odios y rezaba para que se acabara todo”. Otro más, una señora de 92 años de edad cuenta: “yo nomás escuchaba: baja la gasolina vamos a quemar todo, y luego muchos balazos. Mataron a mis pájaro, gracias a Dios no me pasó nada pero a mi casa sí.
Las fotos de mis nietos todos agujeradas las dejaron”. Y una que me causó asombro “al salir huyendo, entraron a una forrajera, se llevaron una bolsa de pañales, pero como no tenían troca, agarraron los pañales del bebé, se los llevaron y se los pusieron a los heridos que traían”. Villa Unión fue atendida de inmediato, días después llevaron brigadas de apoyo por parte del gobierno y se entregaron patrullas. Algo que decir de la alcaldesa panista, no tuvo miedo de defender a su pueblo, nunca vi a Jesús de León, líder del PAN, ni días después visitándolo. Es muy fácil hablar, sólo lo vi criticando. En estos momentos es cuando debe de existir el gobierno, no colores y pugnas que dividen. Sólo el gobierno en su totalidad dispuesto a su gente.
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