Esta secuela resulta, como ya suele ser habitual en la industria de Hollywood, absolutamente innecesaria aunque nadie le puede negar su esquema entretenido a rabiar y rozando el absurdo muy planificado, que ya no tiene el encanto de la cinta original de 2009, “Tierra de Zombies”, aunque mantiene a Ruben Fleischer en la dirección.
Conviene recordar que el director de este filme, Ruben Fleischer, obtuvo un gran éxito de taquilla con la primera parte de esta película y luego un reconocimiento mayor con su filme “Venom”. Lo mejor es que entiende que la química de los protagonistas es la que mantiene vivo el espíritu del cuento, reuniendo a todo el elenco de la original: Tallahassee (Woody Harrelson), Columbus (Jesse Eisenberg), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin).
Todo se inicia en unos años posteriores a lo sucedido en la primera parte: los cuatro amigos están especializados en exterminar muertos vivientes y su experiencia es tal que ahora los han clasificado en cuatro grupos de acuerdo a su inteligencia, resistencia y habilidades. Ahora viajan por todo Estados Unidos, nación devastada por el denominado apocalipsis zombie que vimos en el capítulo anterior. Como chiste inicial van a dar a la Casa Blanca, donde se alojan unos días, situación que da lugar a chistes relacionados obviamente con Trump y el acontecer político estadounidense.
En ese período, suceden dos hechos que marcan un quiebre entre ellos, porque Columbus ofrece matrimonio a Wichita, mientras que Little Rock se siente asfixiada por el exceso de cuidado que ejerce sobre ella Tallahassee, lo que da como resultado que las dos mujeres se marchan por el peligroso escenario desértico, donde están hordas de hambrientos zombies en espera de alimento.
A partir de esta premisa, se inicia un nuevo viaje durante el cual cada uno de ellos irá encontrando personajes dignos de la caricatura, partiendo por un inepto hippie pacifista y farsante, la típica rubia (muy) tonta que es ejemplo de supervivencia a pesar de sus pocas luces, una sensual mujer que ha creado una réplica de Graceland, el museo de Elvis Presley y un par de dobles casi perfectos de Tallahassee y Columbus (Luke Wilson y Thomas Middleditch), quienes darán pie para una secuencia de diálogos y acciones al borde de la ambigüedad sexual.
Todos ellos deberán enfrentar a la nueva mutación zombie, un tipo de no muerto extremadamente desarrollado en su ferocidad, peligroso y más resistente a las balas y los golpes, los que pondrán a prueba la capacidad del grupo para combatirlos.
Durante gran parte de estas situaciones, algunas más logradas e hilarantes que otras, el director Fleischer aprovecha para desarrollar un humor negro y grotesco, aludiendo a la cultura pop estadounidense, al mundo de la farándula, el cine y sus figuras emblemáticas, con alusiones directas a películas, actores y realizadores, que serán material de culto para cinéfilos empedernidos, incluyendo la aversión de Columbus por los payasos (clara alusión a “It”). Así, existe un claro espíritu autoparódico, plagado de referencias, juegos y guiños cómplices que van desde “The Walking Dead”, pasando por los inevitables clásicos de George A. Romero, incluyendo alusiones a “Terminator”.
Un dato imposible de soslayar es todo lo referido al asesinato accidental del actor Bill Murray quien aparece en una larga escena post créditos, lo que hace indispensable que el espectador esté muy atento para no perderse un exquisito gag que explica el día cero del apocalipsis ocurrido.
El detalle más criticable de este entretenido festín de humor negro e irreverente es que el director se apega demasiado a los elementos ya desarrollados en la primera parte, lo cual significa que carece del aliento espontáneo y la sorpresa de las situaciones. De igual manera, hay algunas secuencias que se alargan en exceso y otras que, teniendo un rico potencial, no son aprovechadas en todas sus posibilidades.
Lo peor sucede en el desenlace, porque se siente falto de mayor brillo, resulta abrupto e incluso demasiado previsible en medio de tanta supuesta irreverencia que era el sello de la entrega anterior.
Lo que nadie puede negarle es que pese a sus evidentes limitaciones, consigue ser una divertida comedia con zombies y una cuota de incorrección política, es una película ideal para pasar un rato de entretenimiento sin complejos, aunque no aporte nada a un subgénero -el de los muertos vivientes- que ha tenido títulos ilustres, como todos los filmes del realizador George Romero.
Acá se privilegia la fórmula de comedia de aventuras donde aparecen muchos zombies y hay exceso de gore (cabezas reventadas, litros de sangre, muchos fluidos en primer plano y desparramo de cuerpos por todos lados), que recuerda por supuesto a películas como “Muertos de risa” (2004) y “Tierra de zombies” (2009).
En resumen, el resultado es menos sorprendente, poco audaz y menos delirante que el filme inicial de 2009, aunque por allí surgen algunos gags inspirados y ciertos momentos de esplendor cómico gentileza de los protagonistas.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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