ARMANDO J. GUERRA
En una de las vacaciones que vine a México durante mi estancia de 10 años en París, llegué a la Ciudad de México a saludar a familiares y amigos. Uno de los amigos que visité fue el director de cine Sergio Véjar. Sergio fue, por 20 años, el Secretario General del Sindicato de Directores de Cine. Lo conocí porque en 1967, cuando yo era el director de Cultura del PRI, con el Dr. Buzo Casamadrid como Presidente del Partido en el estado, organizamos un Mes de la Cultura, y en esos años Sergio Véjar había ganado en la Unión Soviética el premio al Mejor Director de Cine, en un festival cinematográfico importante, con la película “Los signos del zodiaco” (1963), en donde debutó como actriz una niña de 12 años llamada Angélica María.
Volviendo a Sergio, lo invité al Mes de Cultura, aquí al estado, y en Saltillo exhibimos su película premiada. Ahí nació nuestra amistad, que duró hasta su muerte, en 2009. Cuando lo fui a visitar en mis vacaciones, él estaba filmando una película y fui a la locación para platicar con él y ver lo que filmaba. Llegué y nos sentamos a conversar, pero había tres niños corriendo, molestando y gritando, y no nos dejaban en paz, a Sergio lo interrumpían a cada rato. Y yo, ya cansado, les paré el alto a esos escuincles molestos. Se apaciguaron y Sergio, que se moría de risa, me dijo: “Ay, Armando, son las estrellas de mi película”. Le pedí disculpas y no pasó nada. Un rato después les habló a sus tres “estrellitas” para presentarme con ellos. Uno se llamaba Luis Miguel, la otra Lucerito y el tercero Pedrito Fernández. (Aún no eran conocidos, era apenas su primera o segunda película, y yo vivía en París). Esa tarde, por fortuna, filmaban la última escena y se daba por finalizado el rodaje.
En una ocasión anterior, poco antes de irme a vivir a París, fui a ver a Sergio en el rodaje de otra de sus películas, “Las mariposas disecadas” (que se estrenó en 1978), con la cual Silvia Pinal regresó al cine. Tuve una buena amistad con ella pues tuvimos mucha relación durante esa filmación. Un día llegó mi hermano a visitarme y decidí llevarlo al rodaje. Entramos a la casona donde filmaban, y al entrar por el jardín, vi que Silvia Pinal estaba parada en el balcón, y yo, para impresionar a mi hermano, la saludé de lejos, pero ella, cerrando las cortinas, me dio la espalda. Yo me enojé por mi orgullo herido, y le dije a mi hermano: “Ven”, y subimos al balcón por las escaleras que comunicaban con él, y fúrico abrí las cortinas, y en ese momento se oyó el grito de Sergio: “¡CORTE!”
Comprendí que Silvia Pinal, al cerrar las cortinas y darnos la espalda, estaba iniciando la filmación de una escena de la película. Pedí perdón, y Silvia y Sergio estaban muertos de risa.
Creo que mi hermano estaba más apenado por mí.
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