Una Colorada (vale más que cien descoloridas)

Falacias

Lilia Cisneros Luján   

No es lo mismo mentir, que disfrazar los hechos aun cuando dicha acción dé como resultado un engaño. ¿Cual es la diferencia entre las verdades a medias y la simple y llana falsedad? Cualquier, razonamiento o argumento incorrecto con pretensión de convincente, es lo que la psicología y la lógica denominan falacia, sin importar cuan persuasivo e incluso concluyente le parezca a quien lo escuche o conoce.

El siglo XXI, está contaminado de múltiples embustes con apariencia de correcto, para cualquiera incapaz de profundizar en los elementos que integran el enunciado de que se trate. Hay, según los estudiosos del tema cuando menos  -algunos distingue otras más- diez tipos de falacia, como es el caso de aquellas en las cuales quien habla elude cualquier tipo de razonamiento y simplemente centra sus afirmaciones en ataques contra aquellos que generalmente no están en la posibilidad de defenderse, por ejemplo cuando algún influyente se dedica a acusar a su adversario omitiendo acudir a los tribunales porque en realidad sabe que carece de pruebas para sustentar un proceso judicial: “todos mis antecesores han sido corruptos” “Suspendí ese proyecto porque había en él exceso de gasto” Esto se entiende como falacia ad personam, pues además de eludir cualquier tipo de razonamiento repite hasta el cansancio las alusiones y las generalidades en contra del individuo(s) a quien quiere desacreditar.

Difícil es evitar una discusión estéril, cuando la falacia es argumentativa. El autor de estas afirmaciones apela –consciente o no- a uno o varios defectos en la estructura del argumento que se alude, lo cual tarde o temprano conduce a conclusiones inválidas ¿Puede Usted acucioso lector, identificar cuantas falacias argumentativas están contenidas en las múltiples y diversas explicaciones de lo ocurrido en Culiacán Sinaloa, el pasado 17 de octubre? ¿Cuáles son los más obvios errores en los argumentos –verbales y audiovisuales- que en su misma construcción hacen dudosas o falsas las conclusiones a las que se llega?

En los reiterados patrones de razonamiento del proclive a la construcción de embustes, es común aprovecharse de prejuicios y limitaciones cognitivas que cubren al enunciado de una vestidura lógica. Seguramente escuchó decir: tengo la razón porque soy tu padre, porque nunca he robado, porque amo la paz… ¿Esto hace válida la afirmación de que los padres siempre tienen la razón o que los oradores -manipuladores o no- aun cuando sean políticos, son honrados y rechazan la guerra? Sin importar la debilidad o nulidad de los aparentes argumentos, la trampa puede verse cuando la realidad es totalmente contraria a la falacia. El pueblo bueno y sabio ¿está exento de insultar, matar, robar, juzgar equívocamente? ¿Se ha encontrado con personas que ante el señalamiento evidente de lo equívoco de esta falacia, su interlocutor le repite una serie de engaños de los cuales el mismo es víctima?[1] He escuchado decir a ejecutivos de las instituciones bancarias donde los mayores de 68 años reciben sus “pensiones”:  “si creo en el actual gobierno, porque está  metiendo a la cárcel a los que han robado nuestro dinero”. Mencione tres ejemplos, le insistí a mi interlocutor, quien ni tardo ni perezoso, afirmó “Rosario Robles, su abogado –en realidad se refería al abogado Collado que por cierto no está defendiendo a la universitaria ex secretaria de estado- y hasta uno de sus ayudantes -hablaba de Carlos Lastiri Quiroz quien finalmente está de regreso en su casa y nunca estuvo detenido como afirmó el gobernador de Puebla- argumentos todos con los que justificó sus afirmaciones en la ignorancia. Justificar argumentos en la falta de conocimiento, aun cuando esto se reporte un millón de veces, nunca se convertirá en verdad, El destino final de sostener verdades a medias o incluso falsedades ante la incapacidad del otro a presentar pruebas convincentes lleva necesariamente al engaño, pasando antes por la falacia. Es como quien asegura la realidad de la vuelta cada año de los muertos a través de un camino de cempasúchil, solo porque no puedo demostrar que eso no es cierto.

Asegurar la veracidad de algo solo porque se hacía en el pasado y por generaciones, es otra de las falacias más comunes, no solo en la difusión de leyendas urbanas –la llorona, la planchada de los hospitales- sino la forma más comodina de escapar a cualquier diálogo basado en la razón e incluso de lograr ventajas especiales o financieras por dar características de milenario o ancestral, a lo que es materia de la argumentación, bien se trate de artículos de limpieza, complementos dietéticos, alimentos naturales o liderazgos que no resistirían una prueba lógica, de congruencia o de veracidad. Solo porque siempre se hizo así o porque la usa tal o cual persona con fama no se justifica como verdadera ninguna falacia; tampoco un razonamiento correcto con apariencia de tal característica, convertirá en verdadero ningún fraude o embuste. Tarde que témpano la trampa queda exhibida, bien porque la verdad sale a flote bien porque las reglas de la lógica así lo demuestran. Sin importar que se trate de verdades a medias, afirmaciones basadas en analogías o en engaños velados, supuestas evidencias que pretenden aprovechar la buena fe o ignorancia del otro, las falacias nunca serán benéficas para la sociedad; le sugiero analizar a detalle todo lo que escucha en la televisión o los medios y sobre todo lo que le recetan en las redes, cuya identidad de los opinantes pocos conocen.

[1] Sofisma populista basado en que supone la validez o falsedad de alguna afirmación, solo porque la mayoría lo asume (argumento ad populeim)

Autor

El Heraldo de Saltillo
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