LA CEPAL YA NO ES UN REFERENTE
El pasado 1 de octubre, Alicia Bárcena, Secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), brazo ‘izquierdo’ de las Naciones Unidades en materia de economía y desarrollo, se presentó en México con motivo de la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe.
Sin disponer aún de resultados e información precisa sobre el andamiaje de la nueva política social que se implementa en México, la bióloga mexicana no dudó en alabar la estrategia que lleva a cabo el presidente López Obrador cuyo propósito es combatir la pobreza y reducir la desigualdad. No titubeó en echar mano de algunos referentes ideológicos, al señalar que la búsqueda de igualdad es una condición para impulsar el crecimiento económico. Habló, incluso, de que al romper con “privilegios”, se estaría acabando con “el paradigma económico que ha prevalecido en las últimas décadas”.
Lo interesante es que, en octubre de 2014, la misma funcionaria enalteció la política social de un régimen que, a decir de la actual administración, junto a sus antecesores, se distinguieron por “proteger privilegios”. Afirmó que el hoy extinto programa Prospera mostraba resultados “espectaculares”. Precisó, además, que «La política social de nueva generación del Presidente Enrique Peña Nieto es muy importante por varias razones, quizá la más significativa sea su dirección a romper el círculo intergeneracional de la pobreza».
Me cuesta un poco de trabajo entender cómo es que la misma funcionaria, identificada ideológicamente con la presente administración, haya elogiado, hace no mucho tiempo, un programa social enterrado recientemente bajo la pesada loza del descredito. Porque en efecto, la Cuarta Transformación, al desaparecer a Prospera, indirectamente lo etiquetó como un programa que fracasó en el combate a la pobreza y la desigualdad, aunque en 2014 Alicia Bárcena haya asegurado lo contrario.
El principio fundamental que deberían practicar los organismos internacionales cuya misión se relaciona con el combate a la pobreza, sino se cuenta con información precisa y detallada respecto a los resultados de las políticas sociales implementadas por los distintos regímenes y naciones, es tomar distancia de las cifras alegres y mostrarse críticos frente a los discursos triunfalistas. Si el organismo, en este caso la CEPAL, lograse mantener una posición independiente y analítica, incluso de las corrientes ideológicas afines, no le daría razón a los ‘críticos de los críticos’ de poner en tela de duda algunas de sus opiniones o incluso algún pequeño elogio a la política social de cualquier régimen.
Lamentablemente, en esta tarea de analizar y proponer mejoras a la política social de los países en vías de desarrollo, al elogiar a Prospera en 2014 con el mismo ahínco que recientemente aplaudió a Jóvenes Construyendo el Futuro, ambos programas emanados de dos gobiernos ideológicamente distintos, la CEPAL se auto desacreditó como un organismo independiente o como una voz autorizada para analizar, sugerir cambios o ponderar la nueva política social que impulsa el Presidente de México.
Cuando el 1 de octubre pasado, Alicia Bárcena habló de “privilegios” y de un “paradigma económico que ha prevalecido en las últimas décadas”, está añadiendo un alto contenido ideológico a sus comentarios.
Por lo que, si en su momento (no sabemos por qué razón) elogió a la política social emanada de un régimen que “protegió privilegios” y promovía un modelo económico distinto al modelo progresista y de bienestar que impulsa la Cuarta Transformación, debemos tomar con las más amplias reservas el bombo que tiró a la política social del actual régimen.
No se trata de desacreditar ningún esfuerzo gubernamental dirigido a combatir la pobreza. El propósito de este artículo es algo más espontáneo y sencillo: en estricto sentido, todavía no podemos afirmar, ni siquiera CEPAL, que la nueva política social de bienestar es superior a Prospera y sus antecesores, Oportunidades, Progresa y Pronasol.
En tanto no contemos con los primeros resultados de los nuevos programas sociales, a lo mucho que podemos aspirar es a realizar un ejercicio académico y de gabinete para contrastar los respectivos diseños institucionales y el fundamento de las distintas iniciativas. Prospera y sus antecesores buscaban focalizar y hacer corresponsables a los beneficiarios, graduarlos eventualmente de una situación de pobreza extrema. La nueva política representa la universalización, el fin al intermediarismo, asegura los derechos de las personas e incrementa el presupuesto de los programas sociales.
Éste es el verdadero análisis. Al igual que la política de seguridad, la política social debe quedar exenta de elogios y triunfalismos. De otra manera, si Alicia Bárcena fuera invitada a los Estados Unidos, terminaría elogiando la política social de Donald Trump.
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