Morena ya cumplió y le espera el destino del PRD: disolución
El destino del partido Morena (PM) como movimiento de agrupaciones sociales quedó sellado a comienzos de septiembre pasado cuando el presidente de la república y fundador de esa organización dijo que si Morena traicionaba sus ideales él se iría del partido. Y días después, la presidenta en funciones y responsable del partido afirmó que ella también lo abandonaría con López Obrador.
En los hechos duros de la política, el PM fue fundado en octubre de 2011 dentro del PRD y luego de que el propio López Obrador afirmara en febrero que no se iría del PRD. Después de la derrota en julio 2012 y sus 5.6 puntos porcentuales debajo del priísta Enrique Peña Nieto, en septiembre del 2012, en plena lucha callejera contra el saldo electoral, López Obrador renunció al PRD para concentrarse en el Movimiento de Regeneración Nacional.
Morena nació sin proyecto ideológico, sólo alrededor de la figura personal de López Obrador y sobre la elaboración de un discurso político-histórico de deslindamiento del PRI y del PRD. En los hechos, Morena fue sólo el instrumento electoral para competir con la presidencia.
Luego de la victoria del 1 de julio de 2018, el PM quedó en el limbo: López Obrador dejó de necesitarlo, el modelo lopezobradorista de estructura de poder se centró en la presidencia unitaria y los movimientos sociales que confluyeron en el PM se encontraron sin un grupo dirigente cohesionado.
En este contexto, el destino histórico del PM será el mismo del PRD: un aparato electoral legal para llevar al líder al poder y luego ahogar su camino en disputas internas hasta su disolución. El PRD nació de la confluencia del Frente Democrático Nacional sostenido por el Partido Comunista Mexicano, el Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo y la Corriente Democrática del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas. Y desde su nacimiento consolidó los caudillismos de Cárdenas y López Obrador; sin una figura interna de relevo, el PRD está destinado a desaparecer.
El PRD y el PM nunca quisieron ser una réplica del PRI; la historia del PRI exhibe la construcción de un aparato de poder para el poder. Si el PRI nació en 1929 como PNR obregonista desde el seno del poder, su identificación con los caudillos Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas se agotó en 1938; y desde entonces operó como estructura de poder controlado por una oligarquía presidencial sexenal. El PRI sobrevivió hasta que el presidente de la república en turno quiso; y Ernesto Zedillo, en efecto, ya no quiso.
El PRD nació con el virus del caudillismo. A pesar de la experiencia eliascallista-cardenista, Cuauhtémoc nunca quiso un partido para un proyecto porque el proyecto era él; y López Obrador dirigió el PRD sólo para encaminar su sendero hasta la presidencia y también delineó un proyecto personal, no de partido. En 2012 López Obrador abandonó el PRD y en 2014 Cárdenas renunció al partido que fundó en 1989.
El presidencialismo unitario y centralista de López Obrador ya no necesita al PM; y el PM viene arrastrando el mismo problema organizacional del PRI y del PRD: el ejercicio oligárquico del poder partidista. Ni Cárdenas, ni Muñoz Ledo, ni López Obrador buscaron construir un verdadero partido político. Por eso las dos organizaciones, PRD y PM, han derivado en estructuras caóticas de reparto vulgar del poder y de las posiciones electorales.
Si López Obrador ha decidido no buscar la reelección, entonces su lucha histórica terminará el 30 de noviembre de 2024. Podrá –como lo hizo en la sucesión de jefe de gobierno en el DF en 2006– imponer candidato sucesor, pero no tendrá forma de usar un PM que en el 2024 será peor que el partido de tribus que es el PRD. Los pleitos en el PM por candidaturas y estructuras partidistas no han interesado a López Obrador, lo que revela su decisión de abandonar el control directo del partido y apelará a su liderazgo personal para definir candidaturas legislativas en el 2024 que eviten el colapso del partido.
Por lo pronto, el PM no la tiene fácil: del 53% de curules hoy, en 2021 bajará sin votación de revocación de mandato, sin López Obrador en la boleta y sin un partido que sea la caja de compensación de los daños del gobierno lopezobradorista a seguidores; y el PM podría quedar en 40%-45%.
El mensaje de que “yo me voy del partido” fue el primer aviso de López Obrador al PM para que se reorganice en función de acuerdos y no de tribus; pero la presidencia de Yeidckol Polevnsky no ha hecho más que abonar las rupturas internas entre liderazgos, grupos, corrientes y tribus.
El presidente López Obrador podrá influir para decidir la próxima presidencia del PM tratando de contener la guerra civil entre líderes de tribus, pero esa organización requiere de una construcción interna basada en acuerdos entre grupos (modelo Elías Calles), entre corporaciones (Cárdenas) y operado de manera personal desde la presidencia (Alemán).
De ahí el indicio de que el cambio de dirigencia del PM podría ser el segundo paso hacia su destino perredista, porque el primero ha sido la decisión de López Obrador de no cargar al parido ni los problemas con sus militantes.
Política para dummies: La política es el ejercicio de una estructura de poder, no de destinos particulares.
@carlosramirezh
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