A LA BÁSCULA

Ejército Respetado           

En los años de mi ya un poco remota infancia -y creo que al igual que muchos niños de la época-, me gustaba soñar junto con mis amigos qué quería ser de grande, y una de las imágenes que más entusiasmaba era de llegar a ser soldado, piloto para volar aviones, bombero o por lo menos policía. Siempre he creído que uno de los principales atractivos era poder portar el uniforme correspondiente que por sí mismo daba un gran prestigio e inspiraba respeto.

Por supuesto que había quién soñaba con ser maestro, ingeniero, médico, licenciado pero no faltaba el que quería ser futbolista, carpintero o hasta chofer para poder manejar los grandes camiones o hasta ‘tráileres’. Había de lo más variado, pero todas las proyecciones eran hacia una profesión o un oficio encaminados a una vida productiva.

Ser militar, portar el uniforme verde olivo, y poder llegar a ser ‘capitán’ o ‘general’, era algo que nos llenaba de orgullo. Quizá era a lo que un mayor número de niños aspirábamos a ser ‘de grandes’.

En un mundo en el que pareciera que la escala de valores se ha venido invirtiendo en los años recientes, y en un país que en apenas poco más de una docena de años se ha venido sumiendo en una aparentemente interminable espiral de violencia, de sangre, de dolor, de muerte, -aunque por fortuna no todos- hay niños que aspiran a ser narcos, sicarios.

Hoy pocos niños sueñan con ser soldados, pero para los adultos nuestras fuerzas armadas siguen siendo la institución con mayor credibilidad y confianza de parte de los ciudadanos. Aunque de diferente manera muchos han venido intentado desgastar y minar la imagen de nuestro Ejército, Marina y Fuerza Aérea, la gran mayoría seguimos sintiendo un enorme respeto y credibilidad en nuestras Fuerzas Armadas.

Por ello resultaba indignante, irritable, ver cómo a nuestros militares salían a las calles a cumplir con labores policiacas con las manos amarradas, sin poder actuar siquiera en defensa propia cuando son agredidos por ‘huachicoleros’, por ‘grupos de autodefensa’, por civiles de organizaciones estudiantiles, de comerciantes o simples porros, porque la instrucción era que no debían responder, porque al ‘pueblo bueno’ no se le agrede ni reprime. Con impotencia y rabia vimos imágenes de soldados nuestros sometidos, desarmados, sobajados, humillados por civiles armados que les obligaron a hablar con sus superiores para ser utilizados como moneda de cambio para que el Ejército les regresara las armas que les habían sido decomisadas, entre ellas una Barret ¡Y se las regresaron!

Esas imágenes eran tan degradantes para nuestras fuerzas armadas, como en su momento lo fueron las que poco a poco se fueron construyendo a partir de que, sin tener un marco legal adecuado para ello, nuestros militares fueron lanzados a las calles para realizar labores policiacas, en la guerra decretada en su momento por Felipe Calderón contra el narco. Entonces las imágenes transmitidas eran de un Ejército violador de los derechos humanos, autor de ejecuciones extrajudiciales, represor y asesino.

Como en todo, ambos extremos son negativos, y como en todos lados ‘hay de todo en la viña del señor’ pero no todos los integrantes de nuestros institutos armados son represores, asesinos ni violadores de los derechos humanos; pero tampoco se trata de que salgan a enfrentar a la delincuencia organizada con una biblia en la mano en vez de sus armas que les permite la ley –que establece que son para uso exclusivo del Ejército-, para tratar de ‘convertir’ a los narcos y sicarios diciéndoles ‘fuchi, guácala’ y pedirles que piensen en sus mamacitas.

Por ello, para una gran parte de la sociedad mexicana resulta positivo que el gobierno de la autoproclamada cuarta transformación, con sus asegunes, haya ya autorizado que nuestros soldados respondan ante las agresiones de que han venido siendo objeto, pero sin excederse.

Los agresores de nuestros militares, portan para cometer esos actos, armas de grueso calibre, convencionales y otros, machetes, cuchillos, piedras y palos que igualmente pueden causar la muerte. Nuestros militares ¿qué armas portan para defenderse y responder a las agresiones? Aquellas que la Ley les permite y que son calificadas como ‘para uso exclusivo del Ejército’, pero también el uso que la propia ley les confiere con el monopolio de la fuerza.

Institucionales y disciplinados al extremo como ya nos lo demostraron en los hechos que son, nuestros militares sabrán hacer uso discrecional y responsable de los instrumentos que la Ley les permite, pero es imprescindible que ya no volvamos a ver imágenes de nuestros soldados humillados, sobajados, pisoteados, sometidos.

Nuestras Fuerzas Armadas merecen, y tienen todo el respeto no del ‘pueblo bueno’ al que se le tolera todo, sino de los ciudadanos que seguimos creyendo, pensando, opinando que la institución de mayor credibilidad en este país, sigue siendo el Ejército y Fuerza Aérea, la Marina. El nuestro debe ser un Ejército respetuoso, pero también respetado.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

Autor

El Heraldo de Saltillo
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