TERESA GURZA
Mientras los felices mexicanos vivimos atemorizados por el incremento en 32 por ciento de los asesinatos dolosos, la selva tropical más grande y bella del planeta continúa incendiándose; esta semana hubo, tres mil 859 nuevos focos.
La Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) precisa que la Amazonia mide, siete millones de kilómetros cuadrados y abarca casi el 40 por ciento de América Latina; el 60 por ciento está en Brasil y el resto en Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana, Venezuela, Surinam y la Guyana Francesa.
Si fuera país sería el noveno más extenso del mundo y es una de las siete maravillas naturales.
Pero ¡aguas!, porque notas de El Mercurio de Chile, El Tiempo de Argentina y El País de España, dan cuenta de que solo dos millones cien mil kilómetros de este tesoro ecológico que reúne un tercio de los bosques del mundo y a través del río Amazonas proporciona el 20 por ciento de toda el agua dulce no congelada de la Tierra, están catalogados como zonas protegidas.
Este llamado santuario de la diversidad, alberga treinta mil especies de plantas, dos mil 500 de peces, mil 500 de aves, 500 de mamíferos, 550 de reptiles y dos mil millones de insectos.
Durante once mil años, lo han habitado 420 tribus; y hoy residen ahí, 34 millones de indígenas que hablan 86 lenguas y 650 dialectos; 60 de esas tribus, viven en total aislamiento.
Manaos, capital del estado de Amazonas, fue fundada por los portugueses en 1669 a orillas del Río Negro y hoy es el tercer polo económico de Brasil.
Sostiene el Fondo Mundial para la Vida Salvaje, World Wildlife Fund, que casi el veinte por ciento de la selva amazónica ha desaparecido en los últimos 50 años y que la pérdida se ha acelerado desde principios de 2019, al asumir la presidencia Jair Bolsonaro.
Y el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) indica que este julio, la tasa de deforestación fue casi cuatro veces mayor, que en 2018.
Cerca de dos mil 254 kilómetros cuadrados fueron talados en esos pocos meses, para dedicar los terrenos a ganadería, industria minera, producción de soja, construcción de hidroeléctricas y carreteras.
Y solo entre enero y agosto de este 2019, se registraron 73 mil incendios; casi el doble que en 2018.
Esta deforestación fue la razón para que los gobiernos noruego y alemán, decidieran este agosto no pagar los 33 y 39 millones de dólares, con los que anualmente contribuían al Fondo Internacional Amazonía.
Y el desastre ecológico auspiciado por Bolsonaro, se agrava con su reciente aprobación para usar 290 pesticidas que han sido prohibidos en Europa y Estados Unidos, como los neonicotinoides y el fipronil; responsables de haber matado en días, a quinientos millones de abejas.
Obligado por la presión internacional, Bolsonaro emitió un decreto vedando las quemas; pero sirvió de poco, porque los datos satelitales contabilizaron esta semana tres mil 859 nuevos focos.
Además de su riqueza en fauna y flora, el suelo de la Amazonía contiene oro, cobre, tantalio, mineral de hierro, níquel y manganeso; de ahí que sea tan codiciada.
Gerardo Ceballos González, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, incluye entre las causas de los incendios en este lugar “único e irremplazable”, el desmantelamiento de las instituciones y la legislación ambiental que ha hecho Bolsonaro.
Explicó que tendrán que pasar más de tres décadas, para la recuperación de la masa forestal; y para la selva alta, dónde había árboles de cien a 300 años, se requerirá más de un siglo.
La importancia que la declaración de áreas protegidas tiene para la conservación de la naturaleza, la muestra la Guyana Francesa; ocupa únicamente el uno punto cuatro del total de la Amazonía, es colonia de Francia en ultramar desde el siglo XVII, y el único territorio europeo en la zona.
Esta Guyana tiene el 90 por ciento de su tierra cubierto de bosques; y según la BBC, una hectárea de ellos alberga más especies de árboles que toda Europa; y un área seis veces más pequeña que Francia, tiene tres veces más vertebrados, ocho veces más peces de agua dulce, cinco veces más reptiles y muchísimo oro, que ojalá no se empiece a explotar.
El hecho es que, por el calentamiento global y avaricia, los incendios se multiplican en el mundo y en estos días están asolando también, la Amazonía boliviana.
De ahí la pertinencia del llamado del investigador Ceballos, para que los mexicanos exijamos a López Obrador que cumpla con la legislación ambiental y demuestre que la considera fundamental, para el desarrollo y la seguridad nacional.
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