QUE VIENE EL LOBO

En 1942 el poeta español tan cercano a México, León Felipe, pronunció un discurso reflexivo, exhortativo y totalmente ajeno al tiempo, porque las cosas cercanas a la naturaleza humana no son sujetas al tiempo. Transcribo ese discurso:

“Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica. Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre, para siempre porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe.

La primera fue cuando descubrimos este Continente y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡TIERRA! ¡TIERRA! ¡TIERRA! Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta los oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones al que cinco siglos más tarde en el gran naufragio de Europa tenían que agarrarse la esperanza del hombre. ¡había motivos para hablar alto!, ¿había motivos para gritar!

La segunda fue cuando salió por el mundo grotescamente vestido, con una lanza rota y una víspera de papel, aquel estrafalario fantasma de La Mancha, lanzando al viento desaforadamente ésta palabra de luz olvidada por los hombres: ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA!… ¡También había motivos para gritar! ¡También había motivos para hablar alto!

El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, el año 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡QUE VIENE EL LOBO! ¡QUE VIENE EL LOBO!… ¡QUE VIENE EL LOBO!

El que dijo tierra y el que dijo justicia es el mismo español que gritaba que viene el lobo, nadie le oyó. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿pero por qué habla tan alto el español?

Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: El español habla desde el nivel exacto del hombre. Y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo.”

Termina ahí la cita a tan exquisito texto. Nada más acertado que estos tiempos en que los dichos, reflexiones y suposiciones apuntan a describir el futuro. Es que el futuro no es indescriptible, sino que es desconcertante, porque toca nuestros sueños, nuestra comodidad y también nuestros miedos.

Los riesgos de perdernos ante tantas voces que nos confunden, pero entre ellas hay certezas, cada vez más voces hablan del desgaste económico mundial, pero también de la confusión imperante en el interior.

Debemos alcanzar a ver en el futuro los elementos necesarios para prepararnos, ante un régimen político que pierde un apoyo popular ante promesas irrealizables y que entre pies se lleva un deseo de un pueblo que espera justicia, un pueblo formado no solo por quienes tienes sino también por quienes no tienen.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

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El Heraldo de Saltillo
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