Después de todo, el neoliberalismo (medio) funcionó
Después de conocer el informe “10 años de Medición de la pobreza en México, avances y retos en política social”, presentado recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), podemos concluir que acabar con la pobreza continúa siendo un objetivo distante, aunque no inalcanzable.
A decir verdad, según el informe de CONEVAL, el número de personas en situación de pobreza se incrementó de 49.5 a 52.4 millones entre 2008 y 2018. No obstante, hay que decirlo, en términos porcentuales, la pobreza disminuyó al pasar de 44.4% a 41.9% en el mismo periodo. Además, sin el ánimo de celebrar pero sí de llamar la atención respecto a la política social implementada en los momentos de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña, la pobreza extrema mostró una mejoría interesante, disminuyendo de 12.3 millones de personas en 2008 a 9.3 millones en el 2018.
Al parecer, la política “neoliberal” del PAN y del PRI no fracasó del todo, al menos en lo que respecta a la reducción de la pobreza extrema. De hecho, de acuerdo con los datos proporcionados por el CONEVAL, esa política social, hoy cuestionada, colocó a México en la ruta de los “Objetivos de desarrollo del milenio”, establecidos en el 2000 y con plazo al 2015, destacando el primer objetivo “Erradicar la pobreza extrema y el hambre”.
Queda claro en el informe que no sólo la pobreza extrema disminuyó en términos absolutos y porcentuales, también se redujo el porcentaje de personas en situación de carencia por acceso a la alimentación, mostrando una mejora discreta, al pasar de 21.7% a 20.4% entre 2008 y 2018.
Respecto a los servicios de salud, la carencia por el acceso mostró una mejora considerable, pasando de 38.4% a 16.2% en el mismo periodo de tiempo.
No se trata de echar las campanas al vuelo, y mucho menos de ensalzar a determinadas administraciones o partidos. Pero los hechos son ciertos. Hay algo en esos datos que nos invitan a reflexionar respecto a las consideraciones que algunos programas públicos implementados por las pasadas administraciones podrían merecerse; pensemos en Prospera antes Oportunidades, lo mismo que en el Seguro Popular, hoy prácticamente extintos como programas de gobierno.
Insisto, en el combate de la pobreza, al igual que en el tema de la inseguridad, ni alabanzas ni vítores, y mucho menos festejos anticipados. Mientras exista una familia en pobreza extrema, con hambre, sin vivienda o con dificultades para acceder a los servicios de salud, cualquier avance en la materia, por más espectacular que parezca, no representa más que una victoria pírrica y parcial.
Además, al actualizarse los “Objetivos de desarrollo del milenio”, expresados ahora en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas”, de nueva cuenta el objetivo “Poner fin a la pobreza en todas sus formas”, fue identificado como una prioridad para todos los países. Por lo que, a pesar de que el CONEVAL revela una tendencia positiva en la materia, todavía resta explicar porqué, en términos generales y absolutos, la pobreza se ha incrementado en el país.
Como lo señalé en los primeros párrafos, en tan sólo diez años, la pobreza, que no la extrema, se incrementó en casi tres millones de personas. Por lo que a este ritmo, al menos 55 millones de personas en México seguirán siendo pobres en 2030.
Si los cuantiosos presupuestos destinados por años a los programas sociales han tenido un efecto positivo en el combate de la pobreza extrema y en la reducción de las principales carencias sociales (salud, vivienda, alimentación, educación), pero no han logrado reducir o contener el número de personas en situación de pobreza, entonces queda claro que la política social tendrá, de aquí en adelante, que redefinirse para enfrentar con mayor éxito las causas estructurales de la pobreza, entre ellas el bajo crecimiento, las disparidades regionales y la falta de oportunidades para iniciar emprendimientos productivos.
Nos debe quedar claro que, de acuerdo a los datos revelados por el CONEVAL, no todos los programas sociales implementados por las administraciones pasadas fracasaron, sin embargo, sí resultaron insuficientes para reducir el número de personas en situación de pobreza.
El reto de la Cuarta Transformación adquiere dos vertientes: por una parte, despojarse de prejuicios y atavismos ideológicos para reconocer los elementos positivos de la política social de las anteriores administraciones y, por la otra, armarse con los elementos más creativos que le permitan diseñar un nueva política social que transite desde el asistencialismo hasta el desarrollo productivo sostenido de las regiones y de los grupos sociales más desprotegidos del país.
olveraruben@hotmail.com
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