PLAZA CÍVICA

Las cuotas de género no son el camino 

La historia de la humanidad es, en alguna medida importante, la historia por alcanzar mayores grados de libertad e igualdad. Si todavía a principios del siglo XX predominaba el hombre y pululaban teorías raciales, a principios del siglo XXI las conquistas de la mujer y el rechazo a tales afirmaciones son la afortunada nueva normal. Sin embargo, con la noble idea de continuar cerrando las brechas aún existentes, se ha tomado recientemente una decisión en materia de igualdad de género que intuitivamente es apetecible, pero racionalmente dañina: las cuotas de género.

El pasado mes de junio se aprobó una reforma constitucional que establece la paridad de género en todo el Estado mexicano, aunque lo que realmente establece son cuotas de género con un alcance asombroso: tanto a nivel vertical (federación, estados y municipios) como horizontal (poder ejecutivo, legislativo y judicial), así como en organismos autónomos hasta sus órganos de dirección, candidaturas uninominales y plurinominales. Las razones que la iniciativa enumera para defender la propuesta se centran en tres rubros: los tratados internacionales suscritos por México, la reforma constitucional de 2013, y la disparidad existente en cargos públicos.

La experiencia internacional en el tema indica tres políticas. La primera son las cuotas, establecidas por países latinos principalmente: básicamente toda Latinoamérica, así como Portugal, España, Francia e Italia las han establecido. Resulta interesante que Irlanda, ubicado como el “país latino” del norte europeo, así como Grecia, las tengan igualmente. El segundo camino es el de los países germanos, quienes promueven la paridad de género, pero sin cuotas: entre estos se encuentran Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Noruega, Suecia, Austria y Suiza. Estados Unidos y Finlandia no parecen tener ni políticas ni cuotas. Finalmente, la tercera vía es aquella concurrida predominantemente por países musulmanes, como Pakistán, Afganistán, Somalia, Arabia Saudita e Irak, quienes tienen asientos parlamentarios reservados para mujeres. En este sentido se inscribe también China (International Institute for Democracy and Electoral Assistance, https://www.idea.int/data-tools/data/gender-quotas, accesado 05/08/2019). ¿Hay un patrón aquí? Puede ser: los países más avanzados, los germanos, promueven la igualdad de género, pero sin cuotas; los siguientes países en nivel de desarrollo, los latinos, establecen cuotas; los países más atrasados, los de Medio Oriente y África, aseguran asientos.

Existe asimismo un aspecto en materia de democracia. Como escribe el intelectual alemán Jochen Bittner: “La paridad forzada convertiría la representación desigual, al menos en parte, en representación forzada. Cuestionaría el juicio de los votantes y pre-ingeniería un cierto resultado. Afectaría la libertad de los partidos para nominar a sus mejores candidatos. Instalaría un principio discriminatorio que eventualmente podría regresar al mismo grupo que pretende emancipar.” (“Germany Wants More Women in Politics. But Quotas Are a Bad Idea”, The New York Times, 01/02/19). Vaya, son anti-democráticas.

Las cuotas de género van asimismo en contra del espíritu meritocrático. Y aunque el ámbito político no obedece a esa lógica únicamente, sí debe de respetarse en los ámbitos burocráticos: estudios y especialización, exámenes de oposición, promoción en base a resultados.

Finalmente, las cuotas de género abren una caja de pandora, y además parecen poco efectivas para avanzar la agenda de igualdad de género. Si hay cuotas de género, ¿por qué no entonces cuotas para la comunidad gay, evangélicos, jóvenes, obreros, campesinos, etc.? Las cuotas tienen tufo a corporativismos priista, el cual de poco o nada sirvió. Y además, ¿dónde estuvieron las voces de las mujeres congresistas con la terminación del programa de estancias infantiles? Porque la terminación de dicho programa afectará mucho más a las mujeres mexicanas que el beneficio que obtendrán con cuotas.

Las cuotas de género son el remedio engañoso a un problema complejo que realmente solo tiene solución con políticas públicas variadas y de largo plazo. Porque es una cuestión de igualdad de género basada en igualdad de oportunidades. No de cuotas.

 

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Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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