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            VERSIONES periodísticas publicadas el jueves señalan que el escándalo de Oderbrecht alcanzaría a una empresa, que es investigada por el SAT por simulación de operaciones, y que tuvo contratos con el gobierno de Coahuila el sexenio anterior.

Oderbrecht habría utilizado a esa y a otras tres empresas para simular contratos y poder derivar recursos para sobornos y financiamiento electoral.

La empresa es PLC Servicios, que en Coahuila según las notas periodísticas prestó servicios «de lavandería y limpieza», y que está vinculada con Oderbrecht en la construcción de una carretera en Guatemala, que quedó inconclusa.

En una revisión a PLC, el SAT encontró que su domicilio fiscal corresponde en realidad a otra empresa y que sus más de mil 700 trabajadores declarados o no eran reales, o al menos no los tenían dados de alta en el IMSS ni les hicieron retenciones de ISR.

Sería pues, lo que el común de la gente llamaría «empresa fantasma».

Pareciera otro capítulo de una historia ya contada. Habrá que estar atentos.

            AUNQUE PARA que cause efectos, y por tanto su baja en el padrón de militantes, todavía falta que la ratifique ante la Comisión de Justicia de ese partido en Coahuila, a querer o no, la renuncia de Rogelio Montemayor Seguy a su militancia en el PRI cimbró al entorno político en la entidad.

Contundente fue el ex gobernador en sus señalamientos, y duro, incluso agresivo, fue el revire. Para la llamada clase política sigue vigente la consigna que hace un par de sexenios tomaron como bandera, creyéndola de Fidel Castro: «En fortaleza sitiada, toda disidencia es traición».

Y así lo menos que le dijeron a Montemayor fue que su mayor legado sigue vivo en el PRI: la multa por mil millones de pesos que a ese partido le impusieron por utilizar en la campaña presidencial del año dos mil recursos provenientes de PEMEX.

Con virulencia recurren al denuesto, aún aquéllos que en su momento le rindieron pleitesía y llenaron de elogios a quien fuera gobernador. No sorprende, así son, así han sido.

Cabría preguntarles si así como hoy reniegan y se desmarcan de Montemayor lo harán también de Colosio. No olviden que fue el coahuilense quien le abrió al malogrado sonorense las puertas de las grandes ligas de la política nacional.

Pero pretender desconocer lo que Rogelio Montemayor aportó a la política económica del país, a la profesionalización de la administración pública en Coahuila, a la modernización de la entidad, porque en su gobierno él o sus colaboradores incurrieron en excesos y corrupción –que los hubo, y aquí se han señalado– sería como negar lo que el PRI le ha aportado a México y sus instituciones.

Fuera de sí, hay quienes reclaman para que se le cese en la presidencia del Clúster de Energía Coahuila, como si fuera una extensión del PRI o una dependencia del gobierno del estado. Desconocen que es una Asociación Civil, de la que son socios más de sesenta empresas, y un buen número de instituciones educativas y centros de investigación nacionales, además del gobierno de Coahuila. Piden el cese, como si hubiera alguien más indicado que Montemayor para estar en ese cargo.

Igual demandan que deje la Fundación UA de C, ¿para confirmar a la Universidad como bastión priista, o para qué?

Así se pusieron, y eso que según algunas de las voces más sonoras del priismo hoy en día, como el diputado Jaime Bueno, quien sin rubor hace suyo el lenguaje de los funcionarios policiacos, «es un hecho aislado» la renuncia de Montemayor.

Para quienes confunden la política con la aritmética electoral, y más allá de su adorada estructura no existe nada, desde luego que no les importa si del PRI se van por dignidad algunos de sus hombres más capaces. En sus sumas y multiplicaciones no impacta. Ilusos, no han entendido que en ese orden de prioridades nadie, ni ellos, son importantes, en todo caso lo único indispensable es el dinero que mueve a su maquinaria de votantes.

Pero claro que hay un impacto, por lo que significan esta y otras renuncias: la convicción de que el PRI se precipita hacia un rol indigno, intrascendente. Que no será realmente la oposición vigorosa, inteligente y dinámica que exige el momento actual.

Ahí síganle…

            CUÁL SE ANTICIPÓ, Javier Guerrero García asumió esta semana una nueva responsabilidad en la Cuarta Transformación.

Para algunos ir al segundo cargo en importancia en el Seguro Social no es el mejor escenario para el político coahuilense, tomando en cuenta la situación que vive desde hace años esa institución y lo complicado que resulta reorganizarla, sacarla a flote.

Sin embargo lo que no se puede poner en duda es que para Coahuila la llegada de Javier Guerrero a ese cargo representa una excelente noticia, pues si algo se le debe reconocer al nuevo Secretario General del IMSS es su compromiso con la entidad.

Siempre cuando Guerrero García ha estado en una responsabilidad pública, aún y cuando los grupos del poder lo mantuvieron bajo asedio, ha visto por su estado.

Así desde la Cámara de Diputados ayudó a la renegociación de la deuda estatal, y en incontables ocasiones negoció y consiguió los recursos para diversos proyectos de infraestructura en la entidad.

Aunque ha habido quienes quieren confrontarlo, Miguel Ángel Riquelme y Javier Guerrero no están peleados, fueron efectivamente contrincantes en la contienda de 2017, pero meses después con mediación de personajes como Higinio González Calderón, y otros de la política nacional, tuvieron un acercamiento, y ahora seguramente serán aliados para conseguir que el IMSS concrete importantes proyectos pendientes en Coahuila.

            DICEN EN Piedras Negras que su alcalde Claudio Bres Garza no encuentra la puerta. Está agobiado con las limitaciones presupuestales, y desesperado porque ser la carta más fuerte de Morena no se traduce realmente ni en obras ni en programas para su municipio. Todo quedó en promesas. Tan mal le va a Claudio en estos días, que el viernes anterior desairó hasta al propio gobernador, y fue notoria su silla vacía en la mesa principal del evento en que se entregó el Premio Estatal de Periodismo, en Torreón.

Autor

Eduardo De la Peña de León