El sufrido City necesitaba una revolución para romper el molde en su propia ciudad y transformarse en un grande del fútbol británico. Va camino de ello. Este domingo en Brighton el equipo que dirige Pep Guardiola ganó su sexto título de liga inglesa en Brighton. Fue una de las jornadas más emocionantes que recuerdan los hinchas del torneo más popular del planeta. Se impuso el City a su manera, invadiendo el campo contrario con una tormenta de asociaciones y sobreponiéndose al gol inicial del Brighton. El sitio web de El País publicó que no tuvo ni un segundo de paz, hostigado hasta el final por un Liverpool formidable. La hazaña del City esta temporada solo es equiparable al prodigio de su gran rival, que derrotó al Wolves (2-0) y sumó 97. La regularidad de las apisonadoras refleja el carácter descomunal de la temporada. Solo un equipo en tres décadas de Premier logró 97 puntos: el City en 2018 y el City en 2019.
El City acabó primero con 98 puntos. Le siguieron el Liverpool (97), el Chelsea (72) y el Tottenham (71) en zona Champions; y el Arsenal (70) en Liga Europa. Descienden El Cardiff con 34 puntos, el Fulham (26) y el Huddersfield (16).
“¡Campeones, campeones, oé, oé, oé…!”. El coro cantó en perfecto español nada más marcar Mahrez el 1-3 transcurrida la hora de partido. Cantó como se cantan los alirones de LaLiga y no era un coro español. Era el coro multitudinario que ocupaba la grada destinada a los seguidores del Manchester City en Brighton, desaforados, españolizados, cautivados por un modo de entender el fútbol que asocian a España por vía de las ideas, los entrenadores y los jugadores importados de la Península en la última década. Desde Pellegrini a Guardiola, desde Agüero a David Silva, desde Laporte a Bernardo Silva, portugués del Benfica emigrado a Mónaco y actualmente primera figura del campeón. Todos autores importantes de una obra con sabor meridional. Tan profunda como transformadora bajo la dirección de Guardiola. El entrenador catalán, que dirigirá a su equipo en la final de la Copa inglesa el próximo sábado ante el Watford, exhibe un registro único: desde que debutó como entrenador del primer equipo del barça en 2008 ha levantado ocho de las diez ligas nacionales que ha disputado en España, Alemania e Inglaterra. Lo ha hecho, además, arrasando. La adición total de puntos de su historial de diez ligas asciende a 906 sobre 1.104 posibles.
La jornada se disputó a las 16:00 horas al completo. En Brighton, bajo un sol primaveral, el City defendió su liderato de un punto. Sin margen de error. Hostigado desde Anfield, en donde el Liverpool fue respetuoso de su ritual frenético de persecución. El equipo de Jürgen Klopp recibió al Wolverhampton y a los 17 minutos ya lanzaba un mensaje amenazador con dirección al sur. La noticia del gol de Sadio Mané recorrió las gradas de Brighton con efecto de tortura para los hinchas del City en peregrinaje a la costa. Los rostros desencajados de los aficionados uniformados de celeste reflejaban el clima en el estadio. Cuando el árbitro señaló un córner al filo del minuto 26 la cámara enfocó señoras tapándose la cara para no tener que ver.
Señoras visionarias: Pascal Gross lanzó el tiro de esquina desde la derecha de la portería visitante, la pelota cayó con violencia sobre el segundo palo, y el viejo zorro de Glenn Murray ganó la posición y cabeceó a la red. Ni Zinchenko ni Ederson pudieron pararle. Presa de un sofocón, Guardiola se quitó la parca de lana gris raída que le ha envuelto desde el otoño, inequívoca señal cabalística.
La reacción del City explica el apetito de un equipo transformado desde los cimientos. No transcurrió un minuto desde el 1-0 cuando Laporte metió un pase tenso al medio del área del Brighton. Lo desvió Silva de tacón ante la salida de Duffy, y a la espalda del central se coló Agüero. El delantero, que probablemente ha completado la mejor campaña de su larga trayectoria, definió entre las piernas del portero Ryan. Fue su gol 21º de la temporada liguera y fue el gol más importante del City porque disipó la amenaza de un ataque de nervios en el momento más crítico de la tarde.
El City no dio tregua al Brighton. Lo acosó por todos los carriles, en todas las zonas del campo. Elevando la presión con un Kompany desatado y un Laporte puntual con la escoba. Guardiola dejó a De Bruyne en el banquillo y abrió el campo con Mahrez en el exremo izquierdo y Bernardo Silva en el derecho; puso a Gundogan y a David Silva como administradores y trasladó a Sterling a las inmediaciones del área para acompañar a Agüero. Ninguno acababa las jugadas donde las iniciaba en un intento de desencajar a una defensa famosa por su capacidad para blindarse. La sucesión de remates y pases desde la línea de fondo no se interrumpió ni antes ni después del 1-0. Los goles fueron cayendo como fruta madura. Laporte marcó de cabeza el 1-2 a la salida de un córner, previa pantalla de Kompany a Dunk; Mahrez metió el 1-3 desde fuera del área, con la derecha, tras sentar Dunk con un recorte; y Gundogan puso el último.
Ganó el City y es difícil no pensar en un triunfo del segundo, el Liverpool, autor de la mejor colección de puntos de su historia. Solo perdió un partido el Liverpool este curso, ante el City en el Etihad (2-1). Lo expresa la tabla de máximos goleadores de la Premier: Salah, Mané y Aubameyang acabaron con 22 goles.
No humo manteo a Guardiola en los primeros momentos del festejo. Cuando los jugadores del City se reunieron en la hierba para formar un círculo, el belga Kompany, el francés Laporte, el inglés Sterling y el portugués Silva se unieron a sus hinchas entonando el verso de 12 notas, la palabra universal y la interjección castiza repetida tres veces: «¡Campeones, campeones, oé, oé, oé!». (EL PAÍS)
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