Erradicar la pobreza, necesario para acabar con enfermedades como el paludismo

 

En México esta afección ocurre principalmente en Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y sur de Veracruz

El paludismo o malaria es una enfermedad potencialmente mortal que provoca aproximadamente 250 millones de enfermos al año en todo el mundo, y aunque en México se reportan menos de mil casos al año, los estados que registran este padecimiento son Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y el sur de Veracruz, informó Filiberto Malagón Gutiérrez, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

Agregó que con ese número de padecimientos no se considera una prioridad en nuestro territorio, al estimarse que se encuentra en fase de erradicación.

Se trata, dijo el especialista, de “la reina de las afecciones parasitarias de los trópicos”, causado por el parásito Plasmodium, transmitido exclusivamente por el mosquito del género Anopheles, y su desaparición “requiere acabar con la pobreza”.

Explicó que los cambios sociales para lograr condiciones más equitativas juegan un papel importante para terminar con la malaria y muchas otras afecciones.

La campaña contra el paludismo que el gobierno mexicano realizó durante 23 años (1957-1980) tuvo éxito: se desarrolló infraestructura y se abrieron brechas para llegar a pueblos considerados zonas maláricas; esto dio paso a la comunicación, comercio, transporte, y elevó el nivel de vida, precisó.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en África se produce el 90 por ciento de los casos de malaria en el mundo, y en Brasil, 90 por ciento de los registrados en América.

A propósito del Día Mundial del Paludismo, que se conmemora cada 25 de abril, el jefe del Laboratorio de Malariología de la FM señaló que este año el lema es “La malaria cero comienza conmigo”, y el objetivo de la OMS es mantener a esta afección en la agenda política, movilizar recursos adicionales y empoderar a las comunidades para la prevención y atención.

Desarrollo para eliminar la enfermedad

El especialista en parasitología indicó que hay registros en la época isabelina (segunda mitad del siglo XVI y el XVII) de la presencia de malaria en poblaciones que habitaban cerca del Canal de la Mancha, en donde las condiciones ambientales eran propicias para la proliferación del mosquito transmisor.

Sin embargo, durante la floreciente época se transformó la situación económica y social de quienes vivían en esa zona: se edificaron casas, obras hidráulicas, caminos que evitaban el encharcamiento de agua de lluvia y ríos –reservorios para los insectos–, así aumentó la calidad de vida y la enfermedad desapareció, relató Malagón Gutiérrez.

Chila de la Sal, en el estado de Puebla, es ejemplo de ello. Su situación mejoró cuando muchos de los pobladores migraron a Estados Unidos, pues con el dinero de las remesas quienes se quedaron construyeron casas y mejoraron sus condiciones de vida, y la malaria disminuyó considerablemente.

Transmisión

Para que el mosquito del género Anopheles transmita la malaria debe picar a un individuo con la enfermedad; una vez que chupa la sangre infectada, el parásito Plasmodium comienza su proceso de reproducción dentro del insecto (12 días) y espera en las glándulas salivales el momento en que el mosco vuelva a picar para introducirse en el nuevo huésped.

Después de siete días en el torrente sanguíneo humano, los síntomas aparecen: fiebre, escalofríos, sudoración y dolor de cabeza; si la infección es por Plasmodium falciparum puede complicarse y provocar anemia, cuadros renales, cerebrales y pulmonares severos, incluso caer en coma y morir en tres o cuatro días, alertó el experto.

En la sangre, los esporozoítos (fase en la que el parásito pasa del mosquito al humano) se dirigen a la única célula que pueden infectar: las del hígado (hepatocitos), donde proliferan.

La nueva generación de merozoítos que sale del hígado tiene la capacidad de infectar glóbulos rojos (eritrocitos): “empieza a destruirlos y si la eliminación de eritrocitos es elevada, puede aparecer anemia severa”.

Actualmente se desarrolla una vacuna sintética, la RTS, que incluye tanto moléculas de los esporozoítos como de los parásitos que desarrollan en los eritrocitos, con la idea de que el sistema inmune genere anticuerpos y ataque a las dos formas al mismo tiempo.

“Desafortunadamente, no se puede hablar de una vacuna exitosa, pues después de seis meses, más del 50 por ciento de los vacunados nuevamente son susceptibles a Plasmodium”.

Cambio climático

La Estrategia Técnica Mundial contra la Malaria 2016-2030 de la OMS menciona que dada la asociación entre la transmisión de la malaria y el clima, los esfuerzos a largo plazo por controlarla serán sensibles al cambio climático mundial.

De no haber medidas de mitigación, el cambio climático generará un aumento de este padecimiento en regiones donde es endémico, particularmente en zonas más elevadas de los trópicos. (UNAM)

 

Autor

Agencias