“DUMBO”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

 El director Tim Burton hace del elefante que vuela un personaje característico de su cine: un universo poblado de perdedores, freaks y rarezas que no encajan con los moldes de la sociedad mediocre en la que nacen. El resultado complace y entretiene, aun cuando no alcance el vuelo que pudo tener en manos de un creador que alguna vez tocó el cielo con “El joven manos de tijeras”.

Estamos viviendo la era de los remakes. Y los estudios Disney no son la excepción en esta falta de creación que azota a los guionistas de Hollywood. Ahora la moda es reinventar los clásicos de animación de Disney pero con personas de carne y hueso y efectos digitales.

Así, tuvieron sus quince minutos de (efímera) gloria “Alicia en el País de las Maravillas”, “Cenicienta” o “La Bella y la Bestia”, con tibia recepción por parte de las nuevas generaciones de espectadores. Se acercan ahora los remake de “Aladino” y “El rey león”, por lo que la llave seguirá abierta por un largo tiempo.

Que se haya sumado a esta tendencia un director que alguna vez era el niño rebelde y díscolo como Tim Burton suena, cuando menos, sospechoso. Pero lo hizo. Y tomando como producto nada menos que un clásico absoluto no solo de la casa Disney, sino del cine del siglo XX: La gran diferencia -a la vez que el gran mérito- es que toma el original, conserva la estructura básica pero se permite contarla de otra manera, acentuando aquello que a él le interesa y que es plenamente coherente con su cine: retratar a Dumbo, el pequeño elefante que vuela, como un marginado, un ser que no encaja en el mundo donde ha nacido, un freak.

De este modo, “Dumbo” no es un simple remake ni tampoco una secuela. Al contrario, el filme es un comentario respecto de cómo actuarían los seres humanos si se enfrentaran a un fenómeno como este ser de grandes orejas que es capaz de volar y de comprender a quienes lo protegen de la codicia humana, aunque no siempre esta línea se explota como pudo ser.

Conviene destacar que la filmografía de Tim Burton partió de manera brillante y, de pronto, al menos en esta última temporada no ha logrado satisfacer ni a la crítica ni al público. Ha realizado filmes extravagantes como “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares” o su versión de la exitosa serie de televisión de los años setenta ‘Sombras tenebrosas’ y ha buceado en el drama íntimo con ‘Ojos grandes’.

En este escenario adverso, “Dumbo” pretende reconquistar a un público que parece haberlo abandonado desde ‘Sweeney Todd’, borrando sus aciertos de los noventa.

De esta manera, “Dumbo” nos devuelve a un Tim Burton en toda la plenitud de su estilo visual que se caracteriza por ser una mezcla de fantasía, extravagancia, mucho espectáculo visual y un gusto por lo gótico, creando un ambiente circense propio de los delirios de todo niño fascinado con este mundo en donde se combina la gracia con la decadencia por partes iguales.

Nada hay que objetar en el diseño de producción y arte, donde se ha cuidado cada uno de los infinitos elementos característicos del circo, con payasos, acróbatas, forzudos y magos. Usa de manera magistral los colores, se deleita en el vestuario y construye escenarios delirantes donde los efectos especiales que dan vida a Dumbo, su madre y el resto de animales, quedan excelentemente integrados.

Curiosamente, tanto cuidado en los detalles fascinantes del circo y del mundo del espectáculo, le juega en contra porque se echa de menos la libertad, la locura y el atractivo cinematográfico del director que alguna vez fue responsable de maravillas como “El joven manos de tijeras”, ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ o la extravagante “Mars Attacks!’.

En el filme hay una evidente crítica a la pérdida de valores que provoca la sociedad de consumo en que nos encontramos y el circo resulta como un mundo donde prima la pureza, la ingenuidad y los buenos sentimientos, algo que termina siendo un tanto postizo.

El guion de “Dumbo” es bastante plano si se analiza con cuidado, avanza de manera evidente, satisfaciendo de lleno a los espectadores y de este modo, al menos en su extensa secuencia final, termina siendo entretenida, pero más que predecible.

Temas como la xenofobia, el acoso o la maldad de los seres humanos ante lo desconocido son los grandes temas que ya estaban presentes en el original, aunque acá se nos entrega de manera elegante, bellísima en su envoltorio visual.

Fiel a su cine, Burton también se refiere a las rarezas y las familias disfuncionales, siendo quizás estos instantes los mejores logrados porque se percibe que el director se aleja del estilo Disney y hace que su relato cobre su propio color y estilo, a pesar que prevalezca el sello Disney, donde todo se resuelve con un sentimentalismo un tanto naif.

Tal vez los mejores personajes (dejando de lado al elefante volador) sea el que compone un correcto  Colin Farrell, una ex estrella que tiene que aceptar y convivir con la pérdida de un brazo en la Primera Guerra Mundial y Max Medici, el dueño del circo (un excelente Danny DeVito), rendido al poder del dinero que le ofrece un megalómano magnate (un exagerado Michael Keaton).

Tim Burton sale airoso en el manejo de los efectos digitales que dan vida y calor a los elefantes, especialmente centrándose en los ojos del pequeño Dumbo que cautivan a los espectadores desde el comienzo, logrando que se integren de modo perfecto con los actores de carne y hueso.

Así, en esta versión del clásico “Dumbo”, el realizador Tim Burton deja un margen para que los seres humanos puedan alcanzar la redención y alcanza a fortalecer la idea de la familia, esperanzadora pero nada objetiva si se considera que todo apela a mantener un statu quo en donde todos son felices, aunque la mejor idea -la crueldad con los animales y la idea de apartar lo raro de la sociedad- no se alcanza a desarrollar como podría haberse hecho.

“Dumbo” es, hasta ahora, un estupendo remake en acción real producida por los estudios Disney y quizás la mejor película de Tim Burton, aunque para ser objetivos no tiene la fuerza de lo que era su cine inicial que era oscuro, fabuloso y muchas veces desgarrador.

En todo caso, es un espectáculo exquisito visualmente, entretenido e ideal para toda la familia que reposiciona a un director necesario de conocer en sus obras mayores.

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El Heraldo de Saltillo
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