A LA BÁSCULA

 

Pan con lo mismo 

Litigar a través de los medios de comunicación es una práctica que –al menos en nuestro país-, se ha vuelto muy común sobre todo en el cándido mundo de la política, y en ese sentido, su ejercicio es democrático, porque aquí sí no hay distingos de partidos, de ninguno, porque todos han caído en su práctica.

¿En qué consiste esta práctica? Fácil: declarar ante los medios de comunicación –utilizarlos pues a su conveniencia-, para denostar, desacreditar, acusar a sus adversarios políticos, y aún a los de su propio grupo o partido cuando éstos se anteponen a los intereses particulares de algún personaje en su camino para conseguir sus muy personalísimos objetivos en la cosa pública.

Así, durante décadas hemos visto cómo a través de los medios se han lanzado acusaciones que van desde las más leves hasta las más graves en los distintos órdenes de gobierno, pero en este juego del litigio a través de los medios lo que se busca es el descrédito del adversario o rival, sin necesidad ni obligación de presentar pruebas o actuar legalmente, y por lo tanto las acusaciones siempre se quedan en el aire, sin consecuencias legales o jurídicas para nadie.

Así, en el cruce de acusaciones entre actores políticos, entre partidos, entre personajes, nos enteramos de lo que parece un mundo irreal, de fantasía, donde se habla de estratosféricas cantidades de dinero que son desviadas del erario, del federal, de los estatales, de los municipales. Miles de millones de pesos de los que se habla como si fueran granos de maíz o de frijol. Con qué facilidad se habla de, por ejemplo 100 mil millones de pesos o 2 billones 600 mil millones de pesos, cantidades que incluso muchos no alcanzan a dimensionar su real tamaño ¿tiene usted idea de lo que significan esas cantidades, todo lo que podría hacer con ese dinero si lo tuviera en sus manos?

El problema del litigio a través de los medios –no sé si quienes lo practican lo saben y a pesar de ello poco les importa-, atizan y alimentan la famosa ‘irritación social’, sobre todo porque un día sí y otro también nos enteramos que fulano, zutano y mengano se robaron tantos miles de millones de pesos, y al día siguiente, y en ocasiones ni siquiera con días diferencia, sino apenas con horas, que ‘equis’, ‘ye’ y ‘zeta’ desviaron otros tantos miles de millones de pesos, y el pueblo bueno se pregunta ¿y dónde están las consecuencias de esos actos ilegales o delincuenciales? ¿Cuáles son los castigos? ¿Quiénes son y cuántos son los sancionados por esas criminales acciones?

La corrupción, dicen muchos, es el cáncer que corroe históricamente a este país. Sin embargo, la corrupción ha alcanzado los niveles que hoy se conocen a través de esos litigios a través de los medios, porque no hay una consecuencia, no hay castigos, no hay sanciones, no hay ninguna acción que inhiba la corrupción. La impunidad, siempre lo he creído, es el verdadero problema; aquella existe y crece, porque ésta es sólo una palabra que aparece en el diccionario y que sólo ocasionalmente es utilizada en el ámbito de la política.

Si en ese submundo de verdad sucediera que a toda acción corresponde una reacción, a cada acto de corrupción le seguiría la investigación, enjuiciamiento y encarcelamiento –y la confiscación de bienes o lo que ahora pomposamente se le llama ‘extinción de dominio’- de quien se robara o desviara el dinero público, independientemente de si se tratara de un peso o 2 billones y medio de pesos.

Es decir, el problema real no es que se roben o desvíen recursos del pueblo, el problema es que quienes lo han hecho históricamente, saben que, aunque lo hagan no va a haber ninguna consecuencia, que podrán disfrutar de una impunidad total, que terminarán su mandato y se podrán ir con toda la calma del mundo a disfrutar de fortunas mal habidas.

Por eso, mientras después del litigio en los medios no aparezcan responsables de los millonarios desvíos, detenidos, enjuiciados, tras las rejas, esto no pasará de ser ‘pan con lo mismo’. No, la diferencia se debe marcar con hechos contundentes, porque hasta ahora si se han visto ‘castigos’ han sido por venganzas políticas, pero además promovidas éstas desde los gobiernos locales, los casos de los Duartes, en Veracruz impulsadas por el ahora ex mandatario Miguel Ángel Yunes; o en Chihuahua promovida por el gobernador Javier Corral.

Quizá dos o tres casos de quienes cayeron de la gracia de ‘los de arriba’ o porque forman parte de una venganza política, como Andrés Granier, Roberto Borges o Guillermo Padrés, pero aun así pese a los momentos amargos, los toleran porque saben que gran parte de su fortuna la podrán seguir disfrutando varias generaciones familiares más.

Y mientras, en qué abona, de qué le sirve al ‘pueblo bueno’ enterarse que fulano o zutano o una interminable lista de nombres de ex funcionarios de las administraciones ‘neoliberalistas’ de Salinas a la fecha, sean exhibidos en declaraciones, en litigios ante los medios. En nada, en que aumente o se incremente su mal humor social. Sobre todo, cuando quien lanza las piedras –caso concreto Manuel Bartlett- ha sido estigmatizado y perseguido toda su vida por la famosa ‘caída del sistema’ ¿Tiene calidad moral para lanzar todas las piedras que lanzó en contra de un gobierno al que ayudó vía fraude electoral a llegar al poder?

Personalmente, no tengo la menor duda del cochinero que debió haber encontrado el nuevo gobierno, dejado por su –sus- antecesor (es), si mucha de la suciedad y la corrupción está ‘a cielo abierto’, a la luz del día, a flor de piel; no es necesario rascarle mucho para que brote pus.

Pero también estoy convencido de que si no dejan de hacer lo que tanto criticaron a los que se fueron, es decir, si no dejan de litigar en los medios, y la gente no vea que, a la acción de la denuncia pública, le corresponda la reacción de la denuncia judicial ante las instancias correspondientes, que haya y estén a la vista de todos, personajes investigados, enjuiciados, sentenciados –sobre todo ‘peces gordos’ o al menos unos dos o tres entre ellos-, las cosas no van a cambiar nada.

Sería pan con lo mismo.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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