Cuando estudiaba en la universidad, activaba un despertador para que hiciera lo propio a las cinco de la mañana. En mi casa, prendía una radio grabadora para escuchar música. Ponía en mi mochila libros, agenda, calendario, libretas, calculadora, grabadora y casetes para las entrevistas, plumas, lápices y marcatextos.
Algunos días, cargaba también mi máquina de escribir portátil, la infalible Olivetti Lettera 25, con sus respectivos correctores y hojas. Si tenía la materia de fotografía, debía llevar mi cámara profesional, papel revelador y químicos para imprimir las fotos. Para hacer mis tareas iba a la biblioteca del extinto ISCyTAC o a alguna pública, donde consultaba libros, enciclopedias y periódicos.
Casi recién graduada, me fui a vivir a la Ciudad de México. Ahí conocí los primeros teléfonos celulares, los aparatos para recibir mensajes, y la famosa guía roji, un mapa impreso de ciudades. Si manejaba sola, debía pararme cada cierto tramo para volver a revisar el mapa y continuar. Aunque, a decir verdad, me ganaba la desesperación y le pedía a algún taxi que me guiara.
Invertía mucho tiempo en ir a hacer pagos de servicios y a los bancos. Esperaba los noticiarios antes de salir de casa para saber el clima. En los consultorios, ponían videos musicales de moda. El correo y telégrafo seguían siendo importantes telecomunicaciones. A principios de los 90 se masificaba el uso del internet, asombraba tener comunicación en segundos con cualquier persona en el mundo, se multiplicaba el uso de correos electrónicos, así como telefonía y televisión por internet que se usaba en las computadoras.
Era común ir a escanear documentos a las papelerías y comprar cintas de medir o dados. Las casas tenían todo este tipo de artefactos y cuando se descomponía alguno lo mandaban reparar. También se estilaba pedir taxis o comida a domicilio. Te desplazabas al cine para preguntar si había lugares disponibles. Las agencias de viajes era el que te hacía presupuestos y paquetes vacacionales. Hoy tengo todo lo anterior en 14 por 7 centímetros: mi teléfono celular.
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